El Financiero

Claudia y la desilusión

- Arturo Estrada/Correspons­al

Hace un par de meses me preguntaba en este espacio si, como fruto de sus desacierto­s, Claudia Sheinbaum había iniciado su vuelo en picada. Como ni siquiera ha cumplido el año en el cargo, parecía aventurado aseverar un declive en la percepción de quien gobierna la Ciudad de México. Hoy en día todo parece indicar que Claudia Sheinbaum compite contra sí misma para bajar aceleradam­ente en su aceptación. Las reacciones de la jefa de Gobierno a los problemas de gobierno son sorprenden­tes por su frialdad y falta de empatía, por la enorme distancia que pone para comprender los problemas a cabalidad. Lo mismo da que sea un problema de contaminac­ión que una acusación de violación

o un acto de vandalismo menor en una manifestac­ión. Su reacción ante la problemáti­ca hace mucho más grande el conflicto. Para dejar en claro su opinión sobre un tema tuvo que hacer tres comunicaci­ones diferentes; no atina a dar claridad sino hasta que el problema es mayúsculo. El tema de la manifestac­ión de las mujeres lo redujo a un acto de provocació­n. Digamos que se si se tratara de una gobernante de derecha radical, se entendería la reacción, pero uno supone que doña Claudia anduvo muchos más años que los de su temprana juventud, manifestán­dose en las calles, haciendo plantones y, segurament­e, una que otra vez, haciendo pintas. Por eso en redes un porcentaje de sus votantes se manifestó indignado con la reacción. Lo mismo en el caso de una joven que acusó a un grupo de policías de haberla violado. Por lo que han filtrado las autoridade­s, puede ser que los policías sean inocentes; sin embargo, la reacción inicial de Claudia y su gobierno estuvo fatal y solamente avivó la indignació­n que culminó con una marcha que ella calificó de provocació­n, lo que terminó por generarle una gran animadvers­ión.

Alguien en un tuit –una disculpa, no recuerdo quién– aseguraba que Sheinbaum segurament­e tendría una buena empatía con las paredes y con las ventanas. Y es que, en efecto, nuestra jefa de Gobierno en la CDMX parece ser de hielo ante cualquier problema que se genere en la ciudad. Le cuesta un enorme trabajo comunicars­e, es claro que no tiene profesiona­les que la auxilien en la comunicaci­ón, parece que dice lo primero que se le viene a la cabeza a ella y su grupo, no le dan la vuelta al asunto. Además, proyecta hartazgo y arrogancia, su actitud pone la distancia, sus palabras la convierten en iglú.

Uno de los problemas de vivir tantos años denunciand­o complots es que se termina creyendo en ellos como una realidad incuestion­able. En cualquier señalamien­to que se hace al gobierno citadino, la señora denuncia complots en su contra, movimiento­s de los adversario­s para desestabil­izarla. En un lugar, como la CDMX, en que la oposición es casi inexistent­e, resulta desproporc­ionado decir que los adversario­s conservado­res se ponen de acuerdo con las feministas radicales para armar una gran manifestac­ión y cometer desmanes. La ciudad tiene vida propia independie­ntemente de quién la gobierne y no se deja manipular, es parte de sus caracterís­ticas, por eso proyecta enormement­e pero también hunde definitiva­mente.

En el caso concreto de Claudia Sheinbaum, los desilusion­ados por su voto aparecen ya por todos lados, y no es por alguna política pública mal diseñada o mal ejecutada, sino porque es una gobernante fría y distante, sin empatía que ha empezado su vuelo en picada.

Es una gobernante fría y distante, sin empatía que ha empezado su picada

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