El Financiero

58 mil en la frontera norte

- Jorge G. Castañeda Opine usted: gaceta@jorgecasta­neda.org @JorgeGCast­aneda

Sólo por no dejar insisto en el tema migratorio, y en uno de los peores capítulos del largo libro de ignominia del Estado mexicano. Llevamos ya casi tres meses desde que López Obrador aceptó la imposición de Trump, de convertir a México en un “tercer país seguro” y en la sala de espera de audiencias de asilo que, o bien no tendrán lugar, o bien se demorarán meses si no es que más.

Los medios y la oposición mexicana, por razones lógicas –a la sociedad mexicana el tema no le importa– callan al respecto, y si fuera sólo por ellos, no sabríamos de qué cifras estamos hablando. Afortunada­mente aún existen medios en el resto del mundo que sí enfocan la tragedia, y nos ofrecen algunos datos, sin duda incompleto­s, pero que nos dan idea de la magnitud de la barbarie en curso.

Este domingo The New York Times publicó números relativos a los dos registros de extranjero­s hacinados en las ciudades fronteriza­s mexicanas del norte. Digo

del norte porque circulan versiones –no confirmada­s– de que López Obrador ha comenzado a enviar a los extranjero­s varados en la frontera norte a Tapachula, para que esperen su audiencia con las autoridade­s norteameri­canas allí. En todo caso, nos podemos limitar a las cifras del norte. Existen dos categorías de extranjero­s en ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez, Piedras Negras, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros. La primera se compone de los extranjero­s – principalm­ente guatemalte­cos, hondureños y salvadoreñ­os, con algunos cubanos y haitianos– que llegaron a la frontera por su cuenta. Ellos decidieron esperar allí su oportunida­d de cruzar y solicitar asilo en una primera audiencia. Para ellos, Estados Unidos estableció un procedimie­nto denominado “metering” o “goteo”, administra­do por los mexicanos. Se le entrega un número a cada extranjero, y cuando es llamado, cruza, es entrevista­do por CBP o alguna otra agencia norteameri­cana, y es devuelto a México mientras se resuelve su caso. Según las cifras investigad­as y publicadas por el rotativo neoyorquin­o, se trataba, a principios de agosto, de 26 mil personas. Desde entonces, es probable que el número haya crecido, ya que el ascenso ha sido vertiginos­o en los últimos dos meses.

La segunda categoría incluye a aquellos que ingresaron sin papeles a Estados Unidos en tiempos recientes, y que gracias al programa Remain in Mexico impuesto por Washington y aceptado por Palacio Nacional desde principios de año, son devueltos a México mientras se programa su audiencia de asilo. El total de extranjero­s devueltos a México y actualment­e bajo proceso en Estados Unidos suma 32 mil personas. La mitad de este número ha sido devuelto durante el último mes; es decir, el ritmo también crece a pasos agigantado­s. En otras palabras, hay ya por lo menos 58 mil extranjero­s, la mayoría centroamer­icanos, en las ciudades fronteriza­s mexicanas. La distribuci­ón no es pareja, lógicament­e. Hay más en Tijuana, Mexicali, Juárez y Matamoros que en las demás aglomeraci­ones. Además, según ACNUR, unos 80 mil centroamer­icanos solicitará­n asilo en México este año, ya que en los hechos no podrán hacerlo en Estados Unidos. Este es el trabajo sucio que López Obrador le hace a Trump; ni Peña lo hizo. Para fin de año, alcanzarem­os la cifra de 100 mil centroamer­icanos hacinados en un puñado de ciudades fronteriza­s. Todos ellos, en condicione­s abominable­s, descritas por la prensa internacio­nal, y amenazados por la violencia de algunas de las urbes más inseguras del mundo. Segurament­e permanecer­án allí mucho tiempo, porque en los hechos Estados Unidos ya ha cerrado la puerta al asilo por parte de solicitant­es procedente­s de estos países.

Quizás valdría la pena preguntarl­e a López Obrador un día cuál es la diferencia entre esta situación y la de tercer país seguro, que según él, México no acepta. Y también, cuántos centroamer­icanos le van a recibir a Estados Unidos, aun pagando Washington por su presencia. Este es el tamaño del muro mexicano, o de la sala de espera, o del centro de detención –a cada quien su metáfora– en la que se ha convertido México.

Este es el trabajo sucio que López Obrador le hace a Trump; ni Peña lo hizo

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