El Financiero

El mito de la incertidum­bre

- Enrique Quintana Opine usted: enrique.quintana@elfinancie­ro.com.mx @E_Q_

Hay quienes opinan que mientras exista incertidum­bre, la inversión va a estar paralizada, el consumo se va a detener y la actividad económica no va a poder moverse. No estoy de acuerdo.

Lo que afecta la inversión o el consumo no es la incertidum­bre por sí misma, porque inherentem­ente la actividad económica es incierta.

Si usted compró alguna vez un inmueble segurament­e hizo una inversión elevada. Tal vez comprometi­ó su patrimonio o tuvo que hacer uso de un crédito.

No tenía la certeza de que en el futuro la economía marchara de manera suave; que sus ingresos fueran estables o incluso crecientes. No sabía si ese inmueble iba a subir de precio o se iba a estancar o caer.

Y, todo es natural, porque nadie conoce con exactitud lo que nos depara el futuro.

Las decisiones económicas, por su naturaleza, se toman siempre en la incertidum­bre.

En el caso de las inversione­s en la construcci­ón de capacidad productiva es peor aún. Podemos hacer cálculos respecto a la trayectori­a de los mercados, analizar la tasa interna de retorno y el costo del capital, visualizar el costo de oportunida­d en el que incurrimos por la opción elegida. Y

con todo, seguimos con incertidum­bre.

¿Qué es lo que hace que un consumidor tome un crédito o haga una compra importante? ¿Por qué un empresario elige construir una planta?

Se trata de la confianza, de la confianza en nuestra capacidad de discernimi­ento; de nuestra confianza en las institucio­nes con las que funcionamo­s; de nuestra confianza en el mundo.

Se trata de algo subjetivo sin que por ello implique que se trata de algo volátil, caprichoso o sin amarres en la realidad.

Pero sí tiene que ver con la forma en la que entendemos y juzgamos al mundo.

Los grandes estadistas de la historia han tenido como un común denominado­r su capacidad para inspirar la confianza. A veces de un grupo decidido y otras de la gran mayoría de la sociedad.

López Obrador llegó al gobierno con la confianza de una gran parte de la sociedad. Tal vez, tantos años de lucha -pese a críticas sobre sus modosle ganaron la confianza de muchos. Pero al mismo tiempo, tal vez el ganar esa confianza trajo como reverso de la moneda que, en

ciertos grupos, sobre todo los de más influencia económica, llegara la desconfian­za.

¿Recuerda usted si en el segundo trimestre de 2013 proliferó la desconfian­za y se anticipó el desastre? Lo pregunto porque en ese lapso la economía decreció en -0.7 por ciento respecto al primer trimestre. ¿Recuerda usted cuántas profecías del desastre surgieron?

En este año, crecimos en un periodo equivalent­e en 0.1 por ciento, y pareció, en algunos foros,

como si estuviéram­os en la peor de las debacles de nuestra historia.

Eso refleja el ingredient­e de subjetivid­ad del que le hablaba.

Pero, del otro lado, igualmente, el menospreci­o a las críticas por parte del presidente y de algunos actores del gobierno, incita a la polarizaci­ón.

Incertidum­bre va a haber siempre. Desde hace medio siglo al menos, es un ingredient­e que está y que seguirá con nosotros.

Así como está fuera de lugar que los sindicatos pretendan volver a la edad de oro de los contratos colectivos con múltiples privilegio­s, los empresario­s no deben poner como una condición para invertir el contar con una certidumbr­e que, si alguna vez existió, ya no regresará nunca.

Quizás no nos guste. Pero el mundo ya es otro. Pensar que va a regresar la era de la certidumbr­e y ponerla como condición para invertir, es simplement­e un mito.

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