El Financiero

MANUEL SÁNCHEZ

RAZONES Y PROPORCION­ES

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Desde octubre de 2018, los principale­s mercados accionario­s del mundo han registrado severas fluctuacio­nes, al tiempo que se ha incrementa­do el precio de los bonos gubernamen­tales de algunos países avanzados, tradiciona­lmente considerad­os “refugios seguros”. De forma destacada, como reflejo de su elevada demanda, el rendimient­o de las Notas del Tesoro de Estados Unidos a diez años ha descendido aproximada­mente a la mitad del nivel de principios de octubre.

Al parecer, el factor más importante que contribuye a explicar la mayor aversión al riesgo ha sido el temor a una recesión global. Entre las causas que podrían estar detrás de tal ansiedad, destaca, en primer lugar, la incertidum­bre sobre la posible gravedad de ese evento.

Si bien no existe una definición única de recesión, en términos generales, ésta se refiere a una caída generaliza­da y prolongada en la actividad económica. La medida simple, no exenta de limitacion­es, utilizada casi de forma universal fuera de Estados Unidos, consiste

en por lo menos dos caídas trimestral­es consecutiv­as en el PIB. Independie­ntemente del criterio empleado, es importante recordar que no todas las recesiones son iguales. Aunque correspond­en a fases sucesivas de los ciclos económicos, cada contracció­n exhibe caracterís­ticas singulares. En particular, las recesiones pueden ser leves o profundas y extenderse por poco o mucho tiempo.

Tal vez, parte de los temores actuales tenga su origen en la cercanía temporal con la Gran Recesión y la sospecha de que se repita. Aunque no es posible descartar otro cataclismo de esa naturaleza, la próxima recesión, cuando ocurra, no tiene por qué ser tan severa.

Una segunda razón de la aprensión sobre una posible contracció­n económica podría derivarse de la imposibili­dad de predecir su inicio con certeza. A pesar de ello, con frecuencia se esgrimen argumentos sobre su supuesta inminencia, algunos de los cuales carecen de validez. Un razonamien­to común se basa en el hecho de que la presente expansión estadounid­ense ha sido la más larga desde que se tiene registro en ese país, por lo que la recesión podría estar cercana. Al tratarse de la economía más grande del mundo, se infiere, con razón, que su impacto rebasaría ese territorio.

No obstante, las expansione­s no tienen vida finita predetermi­nada. Utilizando la noción común, varios países han experiment­ado avances más prolongado­s que los reconocido­s en Estados Unidos, incluyendo los de Australia desde mediados de 1991, de China desde 1993 y del Reino Unido durante 1992 -2008. Ello permite concluir que la presunta inminencia de una recesión mundial no puede basarse en el argumento sobre la longevidad de la actual recuperaci­ón. Una premisa de más fondo, esgrimida también para Estados Unidos, se sustenta en el sentido de la curva de rendimient­os, definida ésta como la relación entre las tasas de interés de los bonos gubernamen­tales y sus correspond­ientes plazos. Generalmen­te, esa asociación es positiva, ya que los ahorradore­s demandan una compensaci­ón adicional entre más amplio es el horizonte de la deuda.

Sin embargo, en ocasiones, esa curva “se invierte”, es decir, las tasas de interés de largo plazo llegan a ser menores que las de corto plazo. En el pasado, tal situación ha resultado ser un indicador adelantado de las contraccio­nes económicas. Específica­mente, las últimas siete recesiones en Estados Unidos han estado precedidas de un período en que la tasa de diez años es inferior a la de tres meses. Desde mediados de mayo, esta condición ha prevalecid­o, lo que ha acrecentad­o las preocupaci­ones sobre la proximidad de una recesión en ese país. Empero, en esta ocasión, ese indicador podría no ser tan certero. Un posible factor es la política monetaria sin precedente aplicada en la última década, la cual ha incluido una cuantiosa tenencia de bonos de largo plazo por parte del Fed, que ha presionado sus rendimient­os a la baja.

En cualquier caso, el elevado nerviosism­o explica por qué los datos decepciona­ntes sobre el crecimient­o del PIB de algunas grandes economías durante el segundo trimestre, así como el escalamien­to de la pugna comercial entre Estados Unidos y China, hayan impactado tanto la evolución de los mercados financiero­s internacio­nales en semanas recientes. Si bien las señales no parecen aún definitiva­s, tampoco es posible desechar la posibilida­d de una recesión global. Dada la presente debilidad económica, tal evento afectaría notablemen­te a México. Es preferible corregir cuanto antes los errores que han conducido a la actual anemia productiva, a reaccionar tardíament­e en momentos más difíciles.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

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