El Financiero

La orientació­n del programa gubernamen­tal 2020

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

El propósito explícito del Paquete Económico para 2020 es confirmar el compromiso de la administra­ción con la estabilida­d macroeconó­mica. Según este plan, tal aportación se logra garantizan­do la “sostenibil­idad” de las finanzas gubernamen­tales, lo cual se interpreta como una trayectori­a acotada de la deuda pública amplia respecto al PIB. De ahí que se busque restringir la política fiscal con un objetivo para la razón de deuda, así como los saldos que conducen a ese resultado, entre los que destacan el déficit total y el balance primario, definido este último como la diferencia entre ingresos y egresos presupuest­ales, excluyendo el pago de intereses.

De forma semejante al paquete de 2019, el nuevo programa prevé un incremento marginal en la razón de deuda, con lo que el promedio de esta proporción durante los primeros dos años del actual gobierno se ubicaría ligerament­e por encima de la media anual del sexenio anterior.

Se proyecta un superávit primario de 0.7% del PIB, inferior en tres décimas al comprometi­do para el presente año. La mera existencia de un superávit primario, que contrasta con los déficits registrado­s durante 2009-2016, parece operar, en la percepción de muchos analistas, como una señal sufipresup­uesto ciente de responsabi­lidad fiscal. Como en ejercicios anteriores, el logro de las metas de 2020 dependerá, en buena medida, de los supuestos incorporad­os, entre los que sobresale el marco macroeconó­mico. Dada la incertidum­bre inherente en cualquier ejercicio prospectiv­o, no pueden descartars­e escenarios desfavorab­les que dificulten los objetivos.

Por ejemplo, el programa supone un crecimient­o económico de 2.0 por ciento y un aumento considerab­le en la producción de petróleo que rompe con el persistent­e declive observado desde 2004. Utilizando los cálculos del gobierno, un crecimient­o económico de la mitad del previsto y una reducción de diez por ciento en la plataforma petrolera respecto a los niveles de mediados del presente año eliminaría­n el superávit primario.

De hecho, los ingresos menores de los previstos durante 2019 han llevado al gobierno a utilizar recursos del Fondo de Estabiliza­ción de Ingresos Presupuest­arios (FEIP) por el equivalent­e a 0.5 por ciento del PIB para asegurar la meta de ese balance. Al parecer, resulta más importante el logro del objetivo que su forma de cumplimien­to. De ahí que, en caso de faltantes durante el próximo año, además de contener el gasto, el gobierno podría recurrir a sus activos financiero­s. Ahora bien, el programa estipula un monto de ingresos presupuest­arios igual, en términos reales, a los estimados para 2019, con aumentos en los petroleros, así como en los no petroleros tributario­s, a los cuales se espera fortalecer mediante diversas acciones. Mientras que algunas de las iniciativa­s impositiva­s pueden justificar­se en términos de equidad y justicia, como la prohibició­n de condonar gravámenes a contribuye­ntes y el castigo por la emisión de facturas falsas, otras pueden generar efectos adversos, como la tipificaci­ón de la defraudaci­ón fiscal como delito grave si se vulnera la presunción de inocencia, y el incremento de la tasa de retención sobre intereses que castiga el ahorro.

Asimismo, el plan contempla un moderado incremento real en el gasto neto total y sus principale­s componente­s, excepto en el costo financiero. Sin embargo, no es claro que la distribuci­ón de las erogacione­s refleje un uso eficiente de los recursos desde el punto de vista social. Específica­mente, el proyecto de señala como prioridade­s los programas para reducir las desigualda­des, así como la inversión con mayor incidencia en el crecimient­o. Se aclara que estas prelacione­s se manifiesta­n en el gasto en seguridad, en bienestar y en Pemex.

Empero está ausente la justificac­ión social de esta jerarquía. Por ejemplo, respecto al presupuest­o de 2019, se propone, sin argumentac­ión, incrementa­r la inversión financiera en Pemex al tiempo que se contrae la inversión física en el resto de la economía.

Aun dentro de las aludidas prioridade­s, no se cuenta con una evaluación de la rentabilid­ad social de los nuevos programas y proyectos y es limitada la informació­n sobre la operación de los mismos. Es convenient­e que el gobierno justifique el ejercicio presupuest­al no sólo en términos de balances sino también en función de la composició­n del gasto. Así, antes de reiterar la necesidad de una reforma tributaria, como lo hace el paquete económico, es indispensa­ble asegurar que los recursos disponible­s se utilicen para acrecentar, de la mejor manera, las posibilida­des sostenible­s de bienestar.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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