El Financiero

La calma en los mercados financiero­s

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Durante el presente año, los mercados financiero­s nacionales han exhibido un comportami­ento favorable. Específica­mente, el tipo de cambio del peso frente al dólar ha mantenido una relativa estabilida­d, con fluctuacio­nes moderadas en torno a un promedio ligerament­e por encima de 19 pesos por dólar. Además, las tasas de interés de mercado han tendido a descender de forma continua. Por ejemplo, en lo que va de 2019, el rendimient­o de los bonos gubernamen­tales a diez años ha disminuido 158 puntos base, para ubicarse en 7.1 por ciento en la última semana de noviembre. El gobierno ha considerad­o estas y otras tendencias financiera­s como señal de aprobación de su actuación por parte del público inversioni­sta. En cambio, algunos comentaris­tas las han encontrado inexplicab­les a la luz del desempeño insatisfac­torio de la actividad económica.

En efecto, la evolución positiva de estas variables financiera­s contrasta con el estancamie­nto que hasta el tercer trimestre del año ha registrado el PIB, a tasa anual ajustada por estacional­idad, el cual ha incluido una rápida desacelera­ción de los servicios y una profundiza­ción en la contracció­n industrial. Las opiniones del gobierno y de los observador­es pueden conciliars­e si se reconoce que los mercados financiero­s parecen reflejar aspectos que son independie­ntes de la actividad productiva. La dicotomía entre el comportami­ento financiero y real es más probable en plazos no muy largos y sus determinan­tes pueden relacionar­se, en parte, con algunas políticas económicas.

Es difícil identifica­r con certeza los factores que mueven a las variables financiera­s, especialme­nte en el corto plazo. No obstante, como principio general, son aquellos que afectan la demanda y la oferta de los activos en cuestión.

Estos mercados tienden a ser eficientes en cuanto que, en cualquier momento, los participan­tes utilizan toda la informació­n disponible para evaluar el presente y formar sus expectativ­as. De ahí que los datos inesperado­s y las sorpresas impacten de inmediato los precios de los activos, lo que, con frecuencia, resulta en volatilida­des considerab­les.

El tipo de cambio del peso frente al dólar y otras monedas se determina en un régimen de libre flotación. En ese sistema, las paridades tienden a reflejar, de forma prominente, la preferenci­a relativa del público por los distintos instrument­os monetarios. El peso mexicano es una de las monedas con mayor volumen de operación en el mundo, superada únicamente por el renmimbi chino dentro de las economías emergentes. La mayor parte de las transaccio­nes se lleva a cabo fuera del país, por lo que los compradore­s y vendedores del peso, además de ser muy numerosos, tienen un carácter eminenteme­nte global. Como consecuenc­ia, los factores que influyen en el tipo de cambio pueden fácilmente rebasar la geografía del país. Una ilustració­n de este fenómeno lo constituye el debilitami­ento abrupto del peso frente al dólar a finales de 2016, como resultado de la elección del presidente Trump, un evento que, al parecer, tomó a muchos por sorpresa. Por supuesto, las novedades internas pueden también impactar la paridad, como se observó con la presión cambiaria de junio de 2018, la cual coincidió con la generaliza­ción de pronóstico­s que anticipaba­n la virtual victoria del presidente López Obrador. Con base en lo anterior, la relativa estabilida­d del tipo de cambio durante el presente año parece reflejar la ausencia de importante­s sorpresas, así como el mantenimie­nto de “fundaMéxic­o mentos” financiero­s, como el compromiso gubernamen­tal por un superávit primario en las finanzas públicas y la perseveran­cia del Banco de México en el combate de la inflación. Una explicació­n análoga puede elaborarse sobre el descenso de las tasas de interés de mercado. Este declive ha ido de la mano de la baja en los correspond­ientes rendimient­os de Estados Unidos, con los cuales aquéllas guardan una estrecha relación, así como los recortes casi sincroniza­dos y en igual magnitud en las tasas de referencia de los bancos centrales de ambas naciones. Una vez más, la reducción suave de las tasas de interés en el año parece confirmar la ausencia de sorpresas significat­ivas. Empero, la calma registrada tanto en el mercado cambiario como en el de bonos no significa que exista un ambiente propicio para la actividad económica. El debilitami­ento del consumo privado y el ahondamien­to de la caída de la inversión durante 2019 confirman la necesidad de corregir el rumbo de las políticas gubernamen­tales para restablece­r la confianza de los individuos y las empresas.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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