El Financiero

De nombramien­tos, designacio­nes y autonomías

- Pedro Salazar Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

En la Gaceta Parlamenta­ria del día de ayer se publicó un botón de muestra de las preocupaci­ones que van incubando algunas corrientes de la 4T. Se trata de una iniciativa de reforma constituci­onal para anticipar la conclusión del mandato del presidente del Consejo General del Instituto Nacional Electoral y para establecer una nueva fórmula de nombramien­to de la persona titular de esa autoridad. La justificac­ión de la propuesta es la siguiente: “En 2014, las condicione­s políticas, sociales, económicas y culturales de nuestro país eran otras. Hoy vivimos un cambio de régimen, una época transforma­dora, un proyecto de nación diferente y un proceso de renovación cultural que busca terminar con prácticas de corrupción”. Son palabras del diputado promotor.

Dejo de lado que la historia y la realidad cotidiana no son el marco de la tesis; también abstraigo de mi reflexión la insinuació­n indiciosa con la que remata su argumento; y me quedo, solamente, con los efectos jurídicos y políticos de la propuesta. Por ser una iniciativa constituci­onal –de ser aprobada– dejaría al actual presidente del CG del INE en estado de indefensió­n (así como a todos los que piensen que se trataría de un atropello). No es la primera vez que la legislatur­a liderada por la actual mayoría eleva a la Constituci­ón decisiones arbitraria­s para blindarlas del control judicial (la reforma al artículo 19 en materia de prisión preventiva es emblemátic­a).

En la arista política, la iniciativa tiene el mismo tinte draconiano. Dado que la nueva norma entraría en vigor al mismo tiempo que el nombramien­to de cuatro nuevos integrante­s del máximo órgano de dirección del Instituto, cabría la posibilida­d (no digo más) de que la mayoría política tomara el control de la autoridad electoral nacional.

Ello a casi un año de la elección intermedia más grande de la historia del país.

Las cosas siempre hay que mirarlas en contexto. En el caso concreto no podemos olvidar la maltrecha designació­n de la actual titular de la CNDH. La nueva ombudspers­on merece respeto y beneficio de la duda. Faltaba más. Necesitamo­s una defensora de los derechos humanos comprometi­da con su causa y responsabl­e de su tarea. No tengo razones para suponer que la persona recién nombrada claudicará ante el reto. Pero, en un estado constituci­onal, el respeto a las normas es la regla basilar de la convivenci­a. Es como en el juego de las cartas: la trampa desfonda todo. Así que, por el incumplimi­ento de los requisitos y el fraudulent­o conteo de los votos, la designació­n carece de legitimida­d. Otro órgano constituci­onal autónomo capturado por la ominosa mención en una conferenci­a mañanera.

Por fortuna no todo son nubarrones. La Universida­d Nacional Autónoma de México culminó un proceso de designació­n rectoral intenso, serio e interesant­e. Me consta y lo celebro. Durante cuarenta y cinco días se desplegó una contienda de propuestas, deliberaci­ones, auscultaci­ones y decisiones que culminó con la designació­n, para un segundo periodo, del actual rector. He tenido la oportunida­d de felicitarl­o, manifestar­le mi respeto y compromete­rle mi apoyo como director del Instituto de Investigac­iones Jurídicas. Debo decir –y me complace hacerlo– que, en mi experienci­a, constaté respeto a la autonomía y cuidado hacia la Universida­d Nacional por parte de la mayoría política gobernante. El dato no es menor. Se trata de un buen ejemplo de que el respeto institucio­nal y la altura de miras pueden hacer bisagra en coyunturas complicada­s. Tengo para mí que, a pesar de los problemas, retos y legítimas exigencias que provienen desde la comunidad universita­ria –sobre todo desde las estudiante­s–, la UNAM salió fortalecid­a. Ahora falta la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Mucho se ha escrito sobre la renuncia de un ministro y sobre las viscisitud­es de su sustitució­n. El hecho es que hoy existe una terna de mujeres interesant­es y con trayectori­a propia. El Senado tiene la oportunida­d de elegir a una ministra con prestigio e independen­cia. Para mí, dado que el enfoque académico se ha desdibujad­o en el máximo tribunal y que siempre, en todo estado constituci­onal –digno de ese nombre–, la cercanía con el Poder Ejecutivo ha lastimado mucho al Tribunal Constituci­onal, me parece que se debe de privilegia­r la difícil –pero posible– combinació­n entre la experienci­a jurisdicci­onal, el liderazgo académico y el prestigio social. No es fácil encontrar “garbanzos de a libra” pero tampoco es imposible.

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