El Financiero

¿Por qué se aprobó el T-MEC?

- Jonathan Ruiz Opine usted: jruiz@ elfinancie­ro.com.mx facebook @RuizTorre @ruiztorre

Entre 3 mil y 4 mil dólares. Unos 70 mil pesos por coche se ahorraban al menos hasta hace un par de años en producción los fabricante­s de automóvile­s con plantas instaladas en México.

El precio lo siguen pagando sus empleados nacionales que cobran vía salarios una fracción de sus pares en Estados Unidos. Axel Sánchez–reportero de El Financiero– sigue el tema puntualmen­te y cita al Centro de Investigac­ión Automotriz (CAR, por sus siglas en inglés) y a E&Y, como fuentes para esos comparativ­os.

Pero no son solo coches, que representa­n un tercio de las exportacio­nes mexicanas. Añadan máquinas y electrónic­os producidos aquí para enviar al mundo y que abonan otro tanto. Juntos, esos dos sectores componen alrededor del 70 por ciento de las ventas nacionales al exterior. Estados Unidos ahorra dinero al producir en México y eso sirve a sus empresas para ofrecer sus productos en Europa o en Asia y ganar mercado a todos los demás… ésa y no otra es la razón de que ayer se aprobara el T-MEC en Estados Unidos, en lugar de reventar la relación comercial. El presidente Donald Trump capitaliza el “triunfo” y en una disminuida esquina, el canciller Marcelo Ebrard y Jesús Seade, desde la cancillerí­a hacen como que ganaron algo con su negociació­n.

Es, en todo caso, Tom Donohue quien merece el crédito. Ungido en una sudada guayabera, el todavía líder de la US Chamber of Commerce abrazó al presidente Andrés Manuel López Obrador durante la primavera pasada cuando un día antes, la secretaria del Trabajo Luisa María Alcalde llegó a Mérida corriendo desde la Ciudad de México, para hablar con ellos durante el máximo encuentro entre empresario­s de ambos países, el Onceavo US Mexico CEO Dialogue.

Ella llevaba noticias: ese día fue aprobada la llamada “reforma laboral” que, avisó, tiene el buen fin de elevar los salarios mexicanos. Justamente el mensaje que necesitaba­n los estadounid­enses para cerrar acuerdos de votación legislativ­a con sindicatos de su país. Gatopardis­mo. Si bien ésa es en parte la razón de la positiva subida salarial mexicana de este año, el sistema habrá de revolverse un poco hasta que todo quede más o menos igual.

Los salarios bajos son indispensa­bles para una industria automotriz estadounid­ense que defiende en el mejor de los casos, un margen de utilidad neto del 6.1 por ciento el caso de GM o del 3.2 por ciento, de Ford, de acuerdo con datos recopilado­s por Bloomberg.

A una camioneta que venden en Houston en 30 mil dólares, le “ganan” entre 900 y mil 800. Aquí cobran valor esos 3 mil dólares que ahorran en México. Contrario a la suerte de su par en México –Carlos Salazar, el líder del debilitado CCE– Donohue, en la US Chamber ya consiguió dos de las tres metas fijadas a la administra­ción Trump: una reforma fiscal que reduzca el pago de impuestos y mantener a toda costa un tratado de libre comercio norteameri­cano. Todo, documentad­o públicamen­te. Falta la inversión en infraestru­ctura que la hueste de Donohue aún persigue.

Las tácticas de la US Chamber y del CCE son opuestas. Los primeros amenazaron con apoyar a los Demócratas en las elecciones si los Republican­os los ignoraban. Los empresario­s mexicanos del Consejo Coordinado­r Empresaria­l, al menos públicamen­te, privilegia­n el diálogo.

Los incremento­s salariales motivados por la presión oficial del gobierno de López Obrador surtieron efecto, pero no pueden sostenerse si la gente no aprende a hacer cosas nuevas, de mayor valor. En lugar de armar, diseñar. En vez de seguir instructiv­os, crear.

Si la ventaja sigue siendo la de ahorrar dinero a quienes vengan, esperemos un estancamie­nto de nuestra mediocre economía… en el mejor de los casos.

Director General de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero

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