¿Por qué se aprobó el T-MEC?
Entre 3 mil y 4 mil dólares. Unos 70 mil pesos por coche se ahorraban al menos hasta hace un par de años en producción los fabricantes de automóviles con plantas instaladas en México.
El precio lo siguen pagando sus empleados nacionales que cobran vía salarios una fracción de sus pares en Estados Unidos. Axel Sánchez–reportero de El Financiero– sigue el tema puntualmente y cita al Centro de Investigación Automotriz (CAR, por sus siglas en inglés) y a E&Y, como fuentes para esos comparativos.
Pero no son solo coches, que representan un tercio de las exportaciones mexicanas. Añadan máquinas y electrónicos producidos aquí para enviar al mundo y que abonan otro tanto. Juntos, esos dos sectores componen alrededor del 70 por ciento de las ventas nacionales al exterior. Estados Unidos ahorra dinero al producir en México y eso sirve a sus empresas para ofrecer sus productos en Europa o en Asia y ganar mercado a todos los demás… ésa y no otra es la razón de que ayer se aprobara el T-MEC en Estados Unidos, en lugar de reventar la relación comercial. El presidente Donald Trump capitaliza el “triunfo” y en una disminuida esquina, el canciller Marcelo Ebrard y Jesús Seade, desde la cancillería hacen como que ganaron algo con su negociación.
Es, en todo caso, Tom Donohue quien merece el crédito. Ungido en una sudada guayabera, el todavía líder de la US Chamber of Commerce abrazó al presidente Andrés Manuel López Obrador durante la primavera pasada cuando un día antes, la secretaria del Trabajo Luisa María Alcalde llegó a Mérida corriendo desde la Ciudad de México, para hablar con ellos durante el máximo encuentro entre empresarios de ambos países, el Onceavo US Mexico CEO Dialogue.
Ella llevaba noticias: ese día fue aprobada la llamada “reforma laboral” que, avisó, tiene el buen fin de elevar los salarios mexicanos. Justamente el mensaje que necesitaban los estadounidenses para cerrar acuerdos de votación legislativa con sindicatos de su país. Gatopardismo. Si bien ésa es en parte la razón de la positiva subida salarial mexicana de este año, el sistema habrá de revolverse un poco hasta que todo quede más o menos igual.
Los salarios bajos son indispensables para una industria automotriz estadounidense que defiende en el mejor de los casos, un margen de utilidad neto del 6.1 por ciento el caso de GM o del 3.2 por ciento, de Ford, de acuerdo con datos recopilados por Bloomberg.
A una camioneta que venden en Houston en 30 mil dólares, le “ganan” entre 900 y mil 800. Aquí cobran valor esos 3 mil dólares que ahorran en México. Contrario a la suerte de su par en México –Carlos Salazar, el líder del debilitado CCE– Donohue, en la US Chamber ya consiguió dos de las tres metas fijadas a la administración Trump: una reforma fiscal que reduzca el pago de impuestos y mantener a toda costa un tratado de libre comercio norteamericano. Todo, documentado públicamente. Falta la inversión en infraestructura que la hueste de Donohue aún persigue.
Las tácticas de la US Chamber y del CCE son opuestas. Los primeros amenazaron con apoyar a los Demócratas en las elecciones si los Republicanos los ignoraban. Los empresarios mexicanos del Consejo Coordinador Empresarial, al menos públicamente, privilegian el diálogo.
Los incrementos salariales motivados por la presión oficial del gobierno de López Obrador surtieron efecto, pero no pueden sostenerse si la gente no aprende a hacer cosas nuevas, de mayor valor. En lugar de armar, diseñar. En vez de seguir instructivos, crear.
Si la ventaja sigue siendo la de ahorrar dinero a quienes vengan, esperemos un estancamiento de nuestra mediocre economía… en el mejor de los casos.
Director General de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero