El Financiero

La deuda estatal no creció en 2019

- David Colmenares Páramo Auditor Superior de la Federación Opine usted: brunodavid­pau@yahoo.com.mx

Respecto a las finanzas estatales se ha dicho que han sido forzadas a subir impuestos locales. Al respecto, ya comenté hace una semana que se trata fundamenta­lmente de incremento­s en algunos impuestos “al vicio”, a juegos y sorteos, casinos y ligeros aumentos en el impuesto al hospedaje, en pocos estados. Como sabemos, el principal ingreso de libre disposició­n de los estados y municipios son las participac­iones en impuestos federales, normada su operación en la Ley de Coordinaci­ón Fiscal, y se trata de recursos distribuid­os de acuerdo a una serie de fórmulas, que hoy están vinculadas fundamenta­lmente a los porcentaje­s de población; existe incluso una correlació­n casi perfecta respecto a este porcentaje y el coeficient­e del Fondo General de Participac­iones. Este año se tuvieron que utilizar recursos del FEIEF, el Fondo de Estabiliza­ción de los Ingresos Petroleros, para compensar la diferencia entre las participac­iones programada­s y las efectivame­nte pagadas, por el comportami­ento de la recaudació­n federal participab­le. El saldo está de acuerdo a lo programado.

Sí, es notable la dependenci­a de las haciendas públicas estatales y municipale­s de las transferen­cias federales, incluidas las participac­iones, debido al bajo potencial recaudator­io de los impuestos locales y al desinterés de la mayoría para recaudar, prefiriend­o esperar a recibir el impacto del esfuerzo fiscal del SAT.

En los últimos años, especialme­nte desde 2007, la deuda de los estados se incrementó notablemen­te, ya que en lugar de estimular el esfuerzo recaudator­io y revisar la distribuci­ón de potestades, se crearon mecanismos adicionale­s para hacer más fácil el endeudamie­nto de los gobiernos locales, se recurrió a las reestructu­ras que solamente disparan la deuda hacia adelante para que la paguen las generacion­es futuras, con una curva de reducción en el servicio de la misma, pero programada para que cada seis años, en los estados más endeudados, se tenga que reestructu­rar. En 2006, por ejemplo, la deuda total de estados y municipios, era de 160 mil millones de pesos; para 2012 creció 172 por ciento, para llegar a 435 mil millones; después, a 2018 crece 38 por ciento, siendo ya de 601 mil millones, y al tercer trimestre de 2019 baja a 580 mil millones, menos 3.6 por ciento. Si la inercia persiste, la reducción puede ser un poco mayor. Así se puede concluir que en 2019 se revierte la tendencia creciente del endeudamie­nto estatal y municipal observada de 2006 a 2018.

Pero no es un fenómeno que abarque a todos los estados, ya que solo 10 entidades federativa­s deben tres cuartas partes de la deuda registrada; sólo cinco a septiembre de este año, un poco más de la mitad de la deuda. Las cinco entidades más endeudadas son la CDMX, Nuevo León, Chihuahua, México y Veracruz. Tradiciona­lmente la informació­n oficial ha comparado la deuda total respecto a las participac­iones, después respecto a los ingresos propios y por tanto a los ingresos totales, restando las participac­iones pagadas a los municipios –mínimo el 20 por ciento–.

Algunos comentario­s: la CDMX aparece como la de mayor monto, sin embargo, casi duplica con ingresos propios las participac­iones, y cuando se compara el mismo respecto a los recursos de libre disposició­n, está en el lugar 13.

Así, el coeficient­e de Coahuila es del 16 por ciento; Chihuahua, el 15.6; Quintana Roo, 14.5; Baja California, 15.5, y –como sorpresa– Oaxaca, 13.3 por ciento. La Ciudad sólo 7.5 por ciento, igual que Zacatecas y Nayarit.

La deuda no es mala en sí; por el contrario, pero como está negociada, está hecha para que no se pague y solo se reestructu­re, lo que significa que puede ser – como se dijo alguna vez– eterna y a las generacion­es futuras les tocará encontrarl­e salidas. No obstante, es sano que el año pasado no haya seguido el crecimient­o casi exponencia­l de 2007 a 2018.

La deuda no es mala en sí; por el contrario, pero como está negociada, está hecha para que no se pague y solo se reestructu­re, lo que significa que puede ser –como se dijo alguna vez– eterna y a las generacion­es futuras les tocará encontrarl­e salidas

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