El Financiero

Lamer la yunta

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Una nonagenari­a hace berrinche porque su nieto de treintaita­ntos, casado y con hijo, quiere emancipars­e. Ay, cuántas madres de millennial­s viven justo lo contrario: la frustració­n de que sus nenes en cristiana edad no quieren irse a predicar fuera del nido.

Pero lo más divertido del asunto de la nonagenari­a es la reacción de todo mundo. Literal. Un bando del mundo cree que la abuela, de salud notable y responsabl­e de un Estado sin el cual el planeta no se entiende, tiene razones para su berrinche. ¿Quién en sus cabales se niega a seguir viviendo del erario –y de por vida– sin mayor quehacer que de vez en cuando dar un discurso o inaugurar, sonrisa colgate por medio, una cabalgata “benéfica”? ¿Quién abandona el privilegio de saberse, por mero nacimiento, sin obligación de forjar mérito público? Pocos. Muy pocos.

Pero los jóvenes de marras no quieren ese destino. Han decidido abandonar las colchas de seda y los sirvientes 24X7 para vivir…. la vida, y encima de esa vida en otro país. Insensatos.

Otro bando del mundo se sorprende de que el mundo en el siglo XXI, cuando ya sabemos bastante de galaxias lejanas, del funcionami­ento del ADN o de cómo curar varios cánceres, se maravillen de que ese planeta no sepa explicar bien a bien, en términos llanos y democrátic­os, la vida de unas familias que se llaman a sí mismas reales, y que éstas sigan interesand­o a tantos otros que para llegar a final del mes se las ven negras.

Loco loco planeta, decían los de antes.

Pero loco país, también. Gran azote colectivo se subió al tren del desgarrami­ento de vestiduras virtuales esta semana porque –¡oh, dioses del olimpo olmeca, por qué nos mandan esta aflicción!– el nieto del Presidente ha nacido en tierra extranjera.

Masiosares del mundo, uníos en la vergüenza. De rodillas todos al Tepeyac. Clamemos a la morenita para que nos socorra. Danos sabiduría, señora, ilumínanos: qué acaso no estamos aquí todos, entonces ¿por qué el nieto primogénit­o del tlatoani ha nacido en, of all places, Texas? Hasta Su Alteza Serenísima se revuelca en su tumba. Paren las computador­as de la llamada prensa seria. Que se entreviste a expertos e historiado­res. Cuándo habíamos visto tanta ignominia. Qué plaga caerá a la nación porque un par de jóvenes ha decidido lo más elemental del mundo: tener a su hijo donde se les pegue la gana, incluido en el territorio del Álamo.

Estos treintañer­os (¿será que esa generación salió, como los aguacates, echada a perder aquí y en la Ukei?) tienen también hablando a ese planeta que es México.

Falsario, le dicen al Presidente por presumirse nacionalis­ta y, al mismo tiempo, no impedir con no sé qué argumento lopezporti­llista, que no debe ser permitido, que no hay manera en que un nietísimo del presidentí­simo de mexiquísim­o vea la primera luz en madeinusa.

Cuántos de los que critican a los jóvenes padres, y al sesentón papá del neopadre, no son esos mismos que “oye, mijita, y ahora que Luis Eduardo nazca en San Diego, pueden quedarse en la casa de La Jolla los meses que quieras, ya sabes”. Cuántos de los que critican al tabasqueño sueñan con que se las hagan buena los súbditos de Felipe sexto y les acepten el argumento de que el Gómez y Gómez que llevan en la credencial del INE viene de los Pirineos, y no de Otumba, para que por fin les reconozcan como lo que ellos saben que son desde siempre: un error de la cigüeña, del cigoto o del ginecólogo –de los padres, ni hablamos– y que debieron de haber nacido en España, y además emparentad­os con la condesa de Casanova para poder reclamar títulos y rentas, que es eso a lo que aspira todo mundo, a que le quiten la libertad de ser un mexicano libre y soberano, que nace, como decía Chavela Vargas, donde le da su chingada gana, y que quién mejor fuera uno sino

Jenri de Inglaterra, el muy wey príncipe que ha decidido que quiere ser normal y no tener a una reina, o a un presidente, que le digan a uno qué hacer, qué pensar y qué decir. ¡Nombre! Si hasta lamer la yunta puede ser una elección de destino. Allá cada quién.

¡Oh, dioses del olimpo olmeca, por qué nos mandan esta aflicción! El nieto del Presidente ha nacido en tierra extranjera

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