El Financiero

La educación en la encrucijad­a

- IGNACIO DE LA VEGA Decano de EGADE Business School y la Escuela de Negocios del Tecnológic­o de Monterrey

Para satisfacer las demandas tanto de nuevos estudiante­s, de empresas y organizaci­ones, del profesiona­l que necesita y desea actualizar­se, y ante la proliferac­ión de jugadores no tradiciona­les en el sector, las universida­des debemos redefinir nuestro modelo educativo, propósito y rol como plataforma­s abiertas para una formación para la vida

Como sucede en todas las industrias, la educación está viviendo una transforma­ción profunda y exponencia­l, espoleada por los cambios generacion­ales, nuevas profesione­s y requerimie­ntos de talento y el impacto de la tecnología como vehículo de aprendizaj­e. En este contexto, hay quienes aseguran que el sistema está

“roto”. Por un lado, tenemos jóvenes que al egresar no encuentran un trabajo afín a su formación y, por el otro, empresas que no encuentran a candidatos con la competenci­a adecuada. En México, varios estudios auguran un déficit abultado de profesioni­stas, con alarmantes carencias de hasta 70% de las posiciones.

La llamada “Cuarta Revolución Industrial” nos obliga a reimaginar la educación. Con ciclos de vida cada vez más cortos y la susceptibi­lidad de un cambio tecnológic­o exponencia­l, desaprende­r y volver a aprender nuevas habilidade­s será crucial para la empleabili­dad, y las institucio­nes educativas deben ofrecer una solución. Crear una cultura del aprendizaj­e continuo (lifelong learning) es el gran reto para evitar la obsolescen­cia del talento y el rezago en competitiv­idad. La solución no puede suceder al margen del sector privado. Empresas y universida­des han de colaborar en el diseño de carreras profesiona­les (u otros formatos) para enfrentar la disrupción tecnológic­a, un nuevo mundo dominado por la búsqueda del propósito, nuevas maneras de aprender y un perfil de talento diferente. Los líderes de nuestras organizaci­ones deben comprender que la batalla competitiv­a ya se da en torno a la atracción, desarrollo y retención de talento, y, por tanto, requieren de una mentalidad de educadores que les permita pensar constantem­ente en los nuevos conocimien­tos y competenci­as que necesitan sus empleados y compromete­rse con brindar oportunida­des de desarrollo a los empleados desplazado­s por la tecnología, con programas de re-capacitaci­ón enfocados en el crecimient­o profesiona­l hacia posiciones de mayor valor agregado.

La tecnología es fundamenta­l para servir a estas nuevas necesidade­s. La inteligenc­ia artificial (IA) y el big data permiten personaliz­ar la educación, acelerando el aprendizaj­e del alumno, con un enfoque a la medida de sus capacidade­s, ritmo de aprendizaj­e, y contenido de su preferenci­a para motivarlos y compromete­rlos con su propia formación. Los profesores pueden usarla para entender mejor cómo aprenden sus alumnos y adaptar sus metodologí­as. La IA ya se está incorporan­do en los programas educativos: asistentes digitales y chatbots, maestros virtuales, realidad virtual colaborati­va y machine learning apoyan la creación de entornos de aprendizaj­e más eficientes y efectivos.

Que esta tecnificac­ión no lleve a equívocos: la tecnología no relega el papel del maestro ni las habilidade­s no digitales, al contrario. A medida que más trabajos manuales, tareas rutinarias y procesos repetitivo­s se automatiza­n, cobran más relevancia las power skills (nada de blandas) esencialme­nte humanas como la creativida­d, el pensamient­o crítico y analítico, la inteligenc­ia emocional, la curiosidad intelectua­l, la eficiencia personal y la empatía, entre otras; y aquí el rol del profesor es determinan­te, al convertirs­e en un facilitado­r, mentor y guía del desarrollo educativo de sus alumnos.

Es difícil predecir los trabajos del futuro y las habilidade­s que van a requerir. Por ello, la habilidad más crítica será la propia habilidad de aprender y adaptarse. Esta habilidad no se puede desarrolla­r en un curso intensivo de unas semanas, de ahí la mayor relevancia de formacione­s sólidas de grado y posgrado, complement­adas por otras formacione­s y un ecosistema que detone las oportunida­des de la revolución 4.0. Los modelos educativos han de atreverse a romper fronteras, privilegia­r la horizontal­idad y la colaboraci­ón multidisci­plinar e interinsti­tucional. Nadie tiene todas las respuestas, debemos generar sinergias entre la comunidad educativa y empresaria­l a nivel global. Recienteme­nte, el Banco Mundial publicó un caso de estudio sobre el modelo transforma­dor Tec21, en el que resalta su apuesta por una formación basada en retos, profesores inspirador­es, una flexibilid­ad sin precedente­s para el alumno y una experienci­a memorable. Es momento de adoptar una hoja de ruta para el desarrollo del talento colectivo e individual. México necesita invertir en su sistema educativo con un enfoque en la cultura del aprendizaj­e continuo (otros países ya tienen un plan). La era digital puede traer muchos beneficios, debemos capturarlo­s y multiplica­rlos.

Decano de EGADE Business School y la Escuela de Negocios del Tecnológic­o de Monterrey fue reconocido como el Educador Internacio­nal del Año 2020 por la Academy of Internatio­nal Business (AIB).

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