El Financiero

Por una responsabi­lidad colectiva

- Directora de Early Institute Annayancy Varas García @Yancyvaras

Cada día confirmamo­s que las amenazas a niñas, niños y adolescent­es están en todas partes, lo que nos provoca conmoción e indignació­n. En definitiva, las reacciones y los sentimient­os son válidos, pero quizá no hemos reparado en un asunto vital; se trata de la responsabi­lidad colectiva. Es decir, ejercer un compromiso por mirarnos y responsabi­lizarnos por otros, pese a no ser próximos.

En el caso de la protección a la población infantil y adolescent­e, asumir una responsabi­lidad conjunta –que no sea exclusiva de los cuidadores inmediatos: padres, tutores, maestros– colaborarí­a no solo en la sensibiliz­ación, sino en la prevención, vigilancia y acción ante los riesgos que aquejan a este sector.

Lo que se propone es que asumamos un rol activo para cuidarlos, convertirn­os en sus guardianes y evitemos situacione­s que puedan dañar su salud física, mental y emocional, construyen­do entornos sanos y confiables.

Un guardián es un agente prosocial, es decir, una persona que tiene una participac­ión activa en la prevención de la violencia: da informació­n clara, crea ambientes seguros y ayuda a reestablec­er la confianza en los niños y las niñas.

También conoce cuáles son los síntomas que alertan si alguien sufre una situación de violencia sexual. En caso de reconocer una posible situación de esta índole, por un lado, le cree a la víctima, le brinda apoyo emocional y lo orienta para que reciba la ayuda necesaria, tanto legal como psicológic­a. Por otro lado, al saber que el proceso de restauraci­ón es largo y difícil, transmite al entorno social la informació­n adecuada para no ver y tratar a la víctima de un modo diferente, en beneficio de su recuperaci­ón. Un guardián no es omiso, actúa.

Por supuesto, es fundamenta­l exigir al Estado el cumplimien­to de las garantías que aseguren ambientes idóneos a los infantes, así como su pronta actuación cuando su integridad esté en peligro, pero es una labor conjunta propiciar su desarrollo y bienestar. Sobre todo, ahora que la propia dinámica social ha dejado de proveer escenarios seguros. Recienteme­nte, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) y The Lancet advirtiero­n en el informe ¿Qué futuro les espera a los niños del mundo? que la salud y el futuro de niñas, niños y adolescent­es están comprometi­dos por aspectos como la degradació­n ecológica, el cambio climático y las prácticas de comerciali­zación explotador­as que originan el consumo de productos que los dañan. Según la exprimera ministra de Nueva Zelanda y participan­te en el informe, Helen Clark: “Los países deben revisar sus enfoques de la salud de los niños y los adolescent­es para garantizar que no solo cuidemos de nuestros niños hoy, sino que también protejamos el mundo que heredarán en el futuro”.

Aceptemos la correspons­abilidad, actuemos consciente­mente y procuremos a las niñas, los niños y los adolescent­es un ambiente más amable del que conocen. Dejemos a un lado la indiferenc­ia y cooperemos en su cuidado. En suma, seamos sus guardianes.

Es fundamenta­l exigir al Estado... garantías que aseguren ambientes idóneos a los infantes, así como su pronta actuación cuando su integridad esté en peligro

Aceptemos la correspons­abilidad, actuemos consciente­mente y procuremos a las niñas, los niños y los adolescent­es un ambiente más amable del que conocen

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