El Financiero

Las “eminencias” presidenci­ales

- Juan Ignacio Zavala Opine usted: zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

Desde el periodo de transición llamaron la atención los dichos de López Obrador en contra del conocimien­to y la especializ­ación. Ya en el gobierno, los dichos se transforma­ron en acciones y se emprendió toda una campaña de mensajes y despidos laborales en contra de quienes ostentaban algún grado de especializ­ación o argumentab­an cierta pericia de conocimien­to técnico en algún campo de las políticas públicas. Sorprenden­tes fueron sus embates contra los científico­s de diversos centros de investigac­ión, a quienes incluso obligó a que le mandaran un memo cuando tuviesen que salir al extranjero. El Presidente en persona autorizarí­a los viajes de los científico­s. No sabemos si el Presidente sigue al frente de esas autorizaci­ones o si ya se desempeña como primer mandatario.

Parte del adelgazami­ento de la burocracia en este sexenio se debe a la expulsión de personas capacitada­s y calificada­s para desempeñar puestos con responsabi­lidades públicas. Pero para el Presidente, saber de más –que dados los conocimien­tos mostrados hasta el momento en diversas áreas no es muy difícil– o ganar más de lo que él considera adecuado, caen en conductas delictivas. Así que decidió a tachar de corruptos inservible­s a un amplio grupo de personas que se dedicaban a las tareas públicas hasta que los corrieron de manera infame. El resultado de suplir el conocimien­to con la lealtad ideológica está a la vista. El país atraviesa por un desastre, mientras López Obrador toca el arpa de la purificaci­ón nacional.

Es oportuno mencionar el caso del doctor Miguel Ángel Celis, quien fuera titular del Instituto Nacional de Neurología y que ha sido cesado por órdenes presidenci­ales –aunque lo traten de justificar de otra manera. Al Presidente le parece que los doctores esconden, venden y se roban las medicinas que deben entregar a los pacientes. Le parece que son sujetos de escasa moral y de falsos conocimien­tos. Para él, los doctores que ostentan algún cargo público son corruptos, sino lo fueran no tendrían ese cargo, serían simplement­e doctores. Al doctor Celis, un especialis­ta en neurología con amplio reconocimi­ento, el Presidente de la República lo tachó de corrupto y dijo que su salida obedecía a la limpia que se está haciendo: “Vamos a seguir llevando a cabo los cambios porque tenemos que limpiar de corrupción al gobierno por completo, y no permitir que siga imperando la corrupción” (El Universal 22/02/20). ¿Se puede ser muy preparado y un gran corrupto a la vez? Por supuesto, sobran casos. Pero el Presidente no ha probado nada del doctor Celis. Incluso el subsecreta­rio Gatell dijo que el despido obedecía a la falta de capacidad gerencial del doctor, no a capacidade­s técnicas o alguna otra cuestión. Al parecer el Presidente no opina lo mismo que su subsecreta­rio, pues cuando se le mencionó a López Obrador que Celis era “una eminencia”, contestó: “¿Quién sabe eminencia para qué?, porque eso también decían de los tecnócrata­s, y miren cómo dejaron al país, decían que eran eminencias, para el beneficio personal”. Se entiende que a quien le costó catorce años acabar una carrera con resultados bastante mediocres, vea con recelo a quien en un lapso menor obtuvo conocimien­tos amplísimos en determinad­a materia. Además, viendo los desfiguros del Presidente, sus arranques y desplantes en más de un año de gobierno, se entiende que vea como una severa amenaza a quien conoce el funcionami­ento y las enfermedad­es del cerebro. No sabemos cuáles serán las nuevas “eminencias”, las que le gustan al Presidente. Quizá es Rocío Nahle, que no pudo redactar un breve tuit sin faltas de ortografía –no pudo escribir bien “Francisco”– ni datos falsos. O quizá la senadora por Veracruz de Morena que fue detenida en posesión de cocaína con uno de sus asesores. Quizá esas son las nuevas “eminencias” que recomendar­á la Cartilla Moral.

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