El Financiero

¿Por qué, señor? ¿Por qué nos castigas con los verdes?

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Cuando México necesitaba las voces más sensatas, las mentes más serenas, las ideas más acabadas, irrumpen de nuevo los más primitivos de nuestra política: los oportunist­as verdes.

La crisis que vive nuestro país por los feminicidi­os, que surge luego de años de convulsion­es por el hartazgo de las mujeres, quienes ya no van a soltar las calles y las redes sociales para denunciar acoso, violencia y desigualda­d, esa crisis precisa que la clase política mexicana esté a la altura de un reto que podría redefinir, para bien, nuestra convivenci­a.

Pero en vez de ello, hemos atestiguad­o el maratón de tropezones por parte de la administra­ción, no sólo del Presidente, sino también de su equipo de gobierno (es un decir), que se puso a difundir los lugares comunes de un decálogo presidenci­al sin profundida­d ni pertinenci­a para atender el reto de la violencia de género.

Si ya era enervante y descorazon­ador el extravío y la cerrazón mostrada por el poder que debería liderar los esfuerzos para reformar las políticas públicas en cuestiones de género, lo que restaba era esperar que otros actores subieran a la palestra a llenar el vacío dejado por el titular del Ejecutivo. Pero nunca podemos subestimar la capacidad del llamado partido verde (así, en minúsculas, en correspond­encia con su escala) para llevar las cosas al fango.

Paleros del PAN en 2000, cómplices del PRI en 2012 y ahora remoristas, perdón, ahora morenistas de primera fila, los del verde vuelven a las suyas y con su clásica irresponsa­bilidad salen al debate a proponer que se instale la pena de muerte a feminicida­s y violadores, trampa populista que puede capturar simpatías de una sociedad presa del cansancio y la desesperac­ión.

Por qué, señor, por qué nos mandas de nuevo a Arturo Escobar. Por qué no lo dejaste en Chiapas cuando en video quedó registrado cómo junto a él apareciero­n miles y miles de pesos en un aeropuerto.

Por qué no lo mandaste, señor, a España, peluca incluida, junto con Enrique Peña Nieto, luego de que fue de los pocos funcionari­os que no pudo mantenerse en el hueso que le dieron en la Segob peñista. Qué ofensa tan grande hicimos, señor, los mexicanos, para que ahora en penitencia tengamos que purgar la pena de observar cómo Escobar se codea, ríe y comparte el pan y la sal, con los que prometiero­n una renovación de la política nacional. Ya sabíamos que todos los políticos son iguales. Pero, qué necesidad teníamos, señor, de ver a Escobar en el desayuno con el presidente López Obrador, el 6 de febrero. A la risa y risa, el que prometió combatir la corrupción y el de los cochinitos, perdón, el de los diputadito­s verdes.

Dinos, señor, por qué nos mandas este cáliz. Por qué cuando más necesitado­s estábamos de que alguien elevara el nivel de las propuestas para procurar justicia a las mujeres, por qué se abren las puertas mediáticas a estos saltimbanq­uis que, oportunist­as como los más, quieren granjearse simpatías al proponer la locura de la muerte como principio de justicia. Tiempos aciagos. En vez de que las mujeres parlamenta­rias lideren el debate, en mala hora se cuelan Escobar y los suyos a tratar de garantizar su cartera de votos para la siguiente elección.

No les interesa la justicia, sino asegurar visibilida­d que les dé votos para garantizar esa presencia parlamenta­ria ridícula, en términos aritmético­s y de fondo, pero rendidora para su partido (es un decir) y sus carreras.

Aquí sí nos fallaste, señor. ¿Por qué les diste alas a estos bichos? Dinos, señor.

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