El Financiero

Hacerle justicia al juez

- Edna Jaime @EdnaJaime

Los jueces han estado bajo ataque desde que inició este gobierno, o incluso desde antes. Pero quién soy yo para defenderlo­s. Se les señala porque dejan libres a delincuent­es. Vamos, se les acusa de corrupción. Estoy segura de que muchos mexicanos nos hemos enfrentado a la corrupción judicial en alguna de sus expresione­s, desde la propina al auxiliar del juez que facilita el expediente, hasta los cañonazos de millones de pesos para que un juicio beneficie a unas de las partes, sin importar pruebas y evidencias.

También creo que el Poder Judicial se ha transforma­do. No sólo lo creo: se puede constatar con evidencia que la justicia federal ha adoptado mejores estándares en la selección de jueces y mejores prácticas de transparen­cia en torno a sus procesos. En los poderes judiciales estatales también ha habido avances, y eso que muchos están sometidos al Ejecutivo local. Miren lo que está sucediendo en Baja California. El gobernador Bonilla no ganó la batalla por la ampliación del periodo de su mandato, pero sí

Directora de México Evalúa fraguó –sin pudor– una reforma a la Constituci­ón del estado para que sea él quien proponga, en los hechos, a los nuevos magistrado­s del Tribunal Superior de Justicia. Toda una ficha, el Don.

Por eso en México Evalúa tenemos un programa en materia de transparen­cia judicial, para fortalecer a los consejos de la judicatura estatales como mecanismos disciplina­rios y de establecim­iento de buenas prácticas en la materia. Y para proponer maneras de fortalecer los mecanismos de selección de jueces y sus carreras en servicio. Esto, desde mi perspectiv­a, es lo que puede sentar las bases de poderes judiciales más vigorosos, celosos de su función. Créanme, esto es un fundamento de nuestra democracia y del respeto de nuestros derechos. Los jueces son guardianes de esos derechos. ¿De verdad queremos debilitarl­os?

Bajo esta lógica creo que debe interpreta­rse el gol que anotamos al aprobarse la reforma a la Ley General de Transparen­cia, que obliga a los poderes judiciales a publicar todas sus sentencias. Lo promovimos desde

México Evalúa con otras organizaci­ónes a través del colectivo #LoJustoEsq­ueSepas. Antes la ley indicaba que los tribunales y juzgados sólo debían dar a conocer las sentencias de “interés público”, pero un concepto tan jabonoso les daba a muchos poderes judiciales el pretexto para no publicar ni una. El escrutinio público de seguro funcionará a partir de ahora como un contrapeso al trabajo de los jueces. Entro, ahora, a otro tema importante: las declaracio­nes recientes del secretario de la Defensa Nacional respecto al trabajo jurisdicci­onal. En una de las mañaneras de esta semana, el general secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, lanzó la advertenci­a de que el Poder Judicial no podía fallar frente a la detención de El Marro. Insólito que haya puesto contra la pared a los jueces en este caso.

Como plantee en el inicio, no soy nadie para defender a los jueces cuando existe evidencia de un desempeño desapegado de la ley, pero creo que es justo poner las cosas en perspectiv­a. Colaborado­res míos en México Evalúa dieron seguimient­o a lo que sucedió con la aprehensió­n de los familiares de El Marro hace unas semanas. Su análisis nos permite conocer las fallas en las que incurriero­n las Fuerzas Armadas, que en buena medida explican el desenlace. No son ellos –los jueces– sino los elementos de las Fuerzas Armadas, los que incurriero­n en errores. Con todo respeto para el general Sandoval, hay muchas cosas que los militares deben elaborar y resolver para que una aprehensió­n cumplan con la ley. Es entendible. Su función no es ésa. Han sido entrenados para otras cosas. No podemos pedirles que de la nada circunscri­ban sus acciones a reglas que no son las de la guerra o la persecusió­n del enemigo.

En el ámbito civil existen otros parámetros. El ‘detalle’ es que hay derechos que deben salvaguard­arse. En la captura de los familiares de El Marro existieron anomalías que no dejaron margen al juez, que tuvo que determinar su libertad. La más notoria es que ingresaron al domicilio en el que se encontraba­n los familiares del capo sin orden de cateo. La intervenci­ón la realizaron a las 16 horas. La orden de cateo se liberó hasta las 18:31. Puedo entender la frustració­n de los elementos que intervinie­ron en este operativo, y la de sus mandos. El general secretario debería fustigar a quienes se dilataron en obsequiar dicha orden, no al juez que encontró una irregulari­dad en el proceso y decretó la detención como ilegal.

¿O qué queremos, que los jueces se ignoren las reglas procesales básicas?

Este caso también reveló una serie de fallas que delatan la falta de coordinaci­ón entre los elementos castrenses y las institucio­nes civiles de procuració­n de justicia. No se entienden entre ellos, simplement­e. Grave problema, porque ha recaído sobre las Fuerzas Armadas la responsabi­lidad de la seguridad pública. Y deben y pueden hacer lo que a cualquier policía le correspond­e, pero sin entrenamie­nto para ello. Éste es el meollo del asunto. Ojalá que así lo reconozca el secretario. El general se equivocó con su amenaza. Espero que haya sido sólo un exabrupto. Si no, estamos en problemas.

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