Nación partida
El retrato en detalle que representa con frecuencia un resultado electoral, arroja una foto de grave confrontación interna en Estados Unidos. Trump perdió en los números finales y tendrá que aceptarlo en las siguientes semanas, pero su desempeño en campaña, el comportamiento de sus electores, la capacidad de movilización del sector que simpatiza con su estilo, es textualmente, la mitad del país. En las cuentas finales Trump habrá obtenido la victoria en 24 estados (Georgia aún en disputa) con más de 71 millones de votos ciudadanos. Una cifra aplastante si se mira en retrospectiva: en 2016, en su sonada victoria frente a Hillary Clinton, obtuvo 63 millones de votos. Es decir, 4 años después de majaderías y humillaciones a minorías, mujeres, aliados y contrincantes políticos, el fallido presidente Trump conquistó poco más de 8 millones de votos adicionales.
Esto obliga al análisis y la reflexión de una sociedad dividida, confrontada, con altos niveles de enojo e intolerancia entre un sector y otro. Con abusos y atropellos al Estado de derecho y a segmentos vulnerables de la población: especialmente a afroamericanos e hispanos inmigrantes. Trump cerrará la elección de 2020 con una derrota histórica, porque obtuvo el 47% del total de los votos. Se convierte en el candidato perdedor más votado en la historia. Y el primero en la historia estadounidense en perder dos veces el voto ciudadano. Hemos hablado ya de las causas de su derrota, de los factores que contribuyeron a distanciarse de una parte del electorado, a su nefasta gestión de la pandemia que ha costado cientos de miles de vidas, cuando se acercan ya a los 10 millones de contagios. Pero para todo el mundo resultó una sorpresa que alcanzara números tan importantes.
Biden y Trump se disputaron codo a codo, distritos, colonias, barrios y suburbios. Fueron dos candidatos altamente competitivos, cuyo desempeño en las urnas superó con mucho la expectativa de las encuestas.
A pesar de todas sus incapacidades como mandatario, a pesar de su irreverente aproximación a la política, su cínico y abierto intento de hacer negocio en su beneficio a costa del alto cargo de su oficina, Trump fue votado por la mitad de los norteamericanos.
Los números demuestran que perdió en los suburbios, donde los demócratas y Biden fueron mucho más eficientes en conquistar votos de clase media y media baja, golpeados por el Covid y por las políticas económicas de Trump, exclusivas hacia la mejora de ingresos y ganancias entre los empresarios y las clases altas. La promesa aquella de recuperaremos los trabajos que se llevó México y China, resultó falsa e incumplida. Pero sus seguidores continuaron votando por él. Cerca de 375 suburbios en todo el territorio, se decantaron a favor de Biden provocando la derrota del presidente.
De la misma forma, republicanos educados a quienes les disgusta su estilo, su rudeza, su continua ruptura de la ética política, pero les beneficia su avasallante popularidad y su discurso conservador, le brindaron su apoyo de forma extendida, aunque Trump sea un impresentable en círculos con mayores niveles educativos.
La Unión Americana está hoy más desunida que nunca, rota, dislocada, enfrentada. Es como el rompecabezas del mapa americano, donde se desprenden los estados azules de los rojos. Vimos en los cuatro días posteriores a la jornada electoral a grupos supremacistas blancos, armados, sectores ultraconservadores defender una hipotética victoria inexistente, animados por el discurso del fraude y el robo de la elección. Lamentable y doloroso, porque hay millones de americanos convencidos de que existe una amenaza comunista en Estados Unidos que arrojó, a la mala, a su presidente de la Casa Blanca. Auténtica devoción profesan millones de americanos por el presidente más disruptivo de la historia, menos educado, cínicamente supremacista, declarado enemigo de las minorías y los migrantes. A punto estuvo, de no ser por Esper, el hoy despedido secretario de la Defensa, de enviar tropas militares a enfrentar las protestas y manifestaciones en contra del racismo y los abusos policíacos contra afroamericanos. Biden gobernará a una nación divida, partida literalmente a la mitad. El demócrata obtuvo 75 millones de votos frente a los 71 millones de Trump, poco más de 4 de diferencia, cuando en 2016 Hillary aventajó por 3 millones de votos ciudadanos.
Será un presidente de un solo periodo, entre sus 78 y 82 años de edad, donde su vicepresidenta, Kamala Harris, jugará un papel esencial en reivindicar derechos de minorías y de mujeres, otro sector –63% Biden-27% Trump– en el que también perdió el republicano.
La nueva administración deberá concentrarse en sanar las heridas, cicatrizar las ofensas y agresiones, impulsar estrategias de equidad e igualdad, al tiempo de asegurar a los conservadores, que nadie les arrebatará sus posiciones.
Compleja tarea la de Biden y Kamala.