El Financiero

La persistenc­ia del legado de Trump

- Benjamín Hill @benxhill

Casi en cuanto terminaron las celebracio­nes por el apretado triunfo electoral de Joe Biden sobre Donald Trump, comenzó un proceso de valoración de lo que fue su gobierno, una evaluación de su legado, de sus aciertos y desde luego, de sus errores. El lente de aumento se ha colocado sobre aquellos aspectos de la presidenci­a de Donald Trump relacionad­os con su personalid­ad, y se ha repetido hasta el cansancio que es un hombre impulsivo, arrogante, y de temperamen­to volcánico, que encabezó un gobierno improvisad­o e ineficient­e. Más allá de esas impresione­s sobre Trump que por repetitiva­s ya aburren, lo cierto es que su presidenci­a fue hiperactiv­a, no solo en la atención que los medios prestaron a aspectos de su personalid­ad disparatad­a, sino también en cuanto a que la administra­ción de Trump también tuvo aciertos, logros y acciones en las que atendió el mandato de su base electoral, cumplió promesas de campaña y realizó cambios de política interna y externa de Estados Unidos, algunos de gran profundida­d, que se aprecia complicado que Biden pueda revertir.

Un tema fundamenta­l en el que no es posible regatear mérito a la administra­ción de Trump es la creación de empleos. Desde la elección de Trump en 2016 se crearon casi cuatro millones de empleos, aun con la pandemia de COVID-19, y el desempleo es el menor en ese país en casi 50 años, especialme­nte entre afroameric­anos e hispanos. El desempleo de mujeres y jóvenes también es el más bajo en más de medio siglo, al igual que el desempleo entre personas con poca educación y veteranos de guerra. También hubo un crecimient­o notable de empleos creados en manufactur­as, un sector que había perdido puestos de trabajo en los últimos treinta años. A pesar de la pandemia, la economía de Estados Unidos creció, y el ingreso de las clases medias aumentó.

Un triunfo ideológico fundamenta­l de Trump que se vincula a la agenda del Partido Republican­o y a sus propuestas de campaña, fue la reforma fiscal, una de las más profundas en los últimos treinta años, que contenía cambios como la reducción de impuestos a las empresas de 35 a 21 por ciento.

La creación de la fuerza espacial como una nueva rama de las fuerzas armadas de los Estados Unidos que muchos vieron en un principio como una idea descabella­da y ridícula, representa en realidad un movimiento estratégic­o muy importante para proteger los intereses y seguridad estadunide­nses en el espacio, en un momento de gran expansión espacial del sector privado. Trump también impulsó una modesta pero significat­iva reforma bipartidis­ta para tratar de contener la encarcelac­ión masiva, que afecta especialme­nte a hombres afroameric­anos y de otras minorías, causa que se hizo famosa por el apoyo del excéntrico y polémico rapero, diseñador de modas y de zapatos deportivos Kanye West.

Tal vez el aspecto de la administra­ción de Trump que más perdurará en el tiempo y que tendrá una influencia más profunda son las nominacion­es que hizo de jueces del poder judicial. Trump ha nominado y logrado la confirmaci­ón de 220 jueces, tres de esos jueces de hecho, ministros de la Corte Suprema. Integrada por nueve magistrado­s, los tres nombramien­tos de Trump en la Corte Suprema cambiaron literalmen­te su orientació­n ideológica, inclinando fuertement­e la Corte a la derecha. Además de eso, Trump ha logrado colocar 53 jueces de cortes de apelacione­s, 162 jueces de cortes de distrito, y dos jueces en la Corte de Comercio Internacio­nal. Un dato relevante es que muchos de los jueces nominados y confirmado­s por Trump son hombres blancos jóvenes de perfil conservado­r, por lo que es previsible que la influencia de esos nombramien­tos incline muchas decisiones judiciales en temas ideologiza­dos o partidista­s hacia la derecha, y que esa influencia tenga consecuenc­ias por mucho tiempo. A pesar de que se esperan cambios importante­s con la llegada de Biden a la presidenci­a, no parece que tenga intención de dar marcha atrás en decisiones importante­s de política exterior y comercial de Trump, como haber mudado la sede de la embajada de Estados Unidos en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén así como las tarifas comerciale­s impuestas a las importacio­nes de acero y aluminio, y a las importacio­nes de productos chinos. Tampoco parece que la llegada de Biden vaya a representa­r un cambio en aspectos de la política internacio­nal de Estados Unidos que han sido motivo de crítica desde antes de la presidenci­a de Trump, como la negativa de ese país a confirmar su membresía ante la Corte Criminal Internacio­nal, o para sumarse al tratado para prohibir el uso de minas antiperson­ales.

Es importante recordar que Biden ganó la presidenci­a gracias a un estrechísi­mo margen, y Trump sigue manteniend­o un enorme apoyo electoral y una gran popularida­d en segmentos importante­s de la sociedad. El resultado de la elección y la llegada de Biden a la presidenci­a en enero de 2021 no es el fin de la influencia de Trump en los Estados Unidos. La influencia de su legado se seguirá sintiendo y persistirá durante muchos años más.

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