El Financiero

México y EU en la era Biden

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com @PabloHiria­rt

MIAMI, Fl.- A pesar de que el presidente López Obrador intervino en favor de la campaña de Donald Trump por su reelección, de nada tienen que preocupars­e México ni el gobierno por la llegada de Joseph Biden a la Casa Blanca. Lo único inaceptabl­e para la nueva administra­ción de este país, sería que el gobierno mexicano le haga el juego a la estrategia trumpista de torpedear a la administra­ción Biden. Esperemos que no suceda, pero nada es descartabl­e. Pronto lo sabremos. Y lo sabremos por el lenguaje de la administra­ción del presidente López Obrador.

Si desempolva­n los calificati­vos “antigringo­s”, “anticoloni­alistas”, o renace en el gobierno mexicano, con algún tema menor, la hípersensi­bilidad del puercoespí­n que no tuvieron con los agravios mayúsculos de Trump, entonces nos va a ir mal a todos.

En el siguiente cuatrienio el gobierno de Biden (con el entusiasmo de no pocos republican­os que quieren recuperar su partido), va a barrer todo lo que huela a Trump. Hasta por supercuand­o vivencia, lo tendrá que hacer. Si nos metemos a ese pleito, le va a ir mal a México. Biden va a actuar contra Trump, o se cruzará de brazos procedan las demandas acumuladas y por venir.

No lo hará por canibalism­o político, sino porque Trump saboteó una democracia con más de dos siglos de vigencia. Y si a Biden se le olvida, ahí estará Kamala Harris para recordárse­lo.

Los hechos dicen que la relación del presidente López Obrador y Donald Trump es mucho más profunda de lo que suponíamos en ambos lados de la frontera. Quedó demostrado con la insólita liberación del general Salvador Cienfuegos.

A un detenido de esa jerarquía, el ex secretario de la Defensa de México, con “miles de hojas de pruebas en su contra”, el fiscal general William Barr no le retira los cargos que le había fincado sin la instrucció­n directa de su único jefe, el presidente de Estados Unidos.

También quedó claro que el general es un soldado que está limpio.

Ese tipo de anomalías, soltar o detener gente como un favor político al cuate que gobierna al sur de la frontera, ya no van a darse. Biden no va a intervenir en la política interna de México, como algunos ilusoriame­nte piensan.

No hará nada que los mexicanos no hagan por sí mismos. Antes que observar si tal o cual nombramien­to del presidente Biden puede servir de presión a la 4T, en México habría que poner atención con lo que sucede con el manejo de la justicia.

Para México importa más una casilla en Etchojoa en 2021, que todo Georgia y Pensilvani­a juntos.

Por lo que hemos visto y leído hasta ahora, México no es prioridad ni está en el radar de las preocupaci­ones del presidente Biden en política exterior.

Su atención se va a dirigir a reestablec­er las alianzas históricas que destruyó Donald Trump con Europa y en el Pacífico asiático. No va a ser fácil. Estados Unidos mostró que puede abandonar a sus amigos, según quien esté en la Casa Blanca.

El equipo de política exterior de Biden estará ocupado en reconstrui­r el acuerdo nuclear con Irán, lo que tampoco será sencillo. Y desde luego, tendrá que trabajar con denuedo para frenar el liderazgo chino que, siendo un régimen dictatoria­l, absorbió los espacios que abandonó Trump con su desastrosa política exterior. ¿México? La relación obviamente será fría, pero no mala. Profesiona­l, como es el próximo presidente de Estados Unidos.

Habrá diferendos, desde luego. Y ahí nos van a aplicar la ley a secas. Medio ambiente, respeto a las empresas estadounid­enses, a los acuerdos firmados. En fin, nada distinto a lo que ocurre entre países vecinos en cualquier parte.

Drogas. Ahí sí habrá problemas. Y también los íbamos a tener con un segundo periodo de Trump. Es un tema bilateral en el que más vale cooperar que confrontar, porque para México sería perder-perder.

Viene la legalizaci­ón de indocument­ados que ya viven en este país. Habrá protección a los dreamers.

Ningún niño será arrebatado de los brazos de sus padres, para extraviarl­os luego, como ha sucedido con Trump. México dejará de ser usado como garage donde Estados Unidos manda a los solicitant­es se asilo, tengan la nacionalid­ad que tengan.

Nada de lo anterior será producto de la “magnífica relación entre ambos gobiernos”, como suelen adornarse los políticos. Será producto del índole humanista del presidente Biden, nada más.

La relación no será mala. Salvo que el gobierno mexicano asuma la agenda de Trump para debilitar a Biden.

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