El Financiero

Ceder el micrófono

- Javier Risco Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @jrisco

Ayer fue el Día Internacio­nal de la Eliminació­n de la Violencia contra la Mujer. La conferenci­a matutina desde Palacio Nacional estuvo repleta de mujeres comprometi­das con la titánica tarea de acabar con la violencia de género. Junto al presidente López Obrador estuvo la secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero; la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum; Nadine Gasman, presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres; Fabiola Alanís, titular de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la violencia contra las Mujeres; Alicia María Leal, secretaria ejecutiva del Grupo Interinsti­tucional de Estrategia contra las violencias; Karla Quintana, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, y la responsabl­e del Indesol y la directora del Sistema Nacional DIF. No puedo imaginar la cantidad de estudios y reportes que todas ellas le han hecho llegar al Presidente o las horas de trabajo invertidas en presentaci­ones explicándo­le al Ejecutivo la gravedad y la escalada de feminicidi­os en el país, los picos por estados, las desaparici­ones de mujeres, las niñas y adolescent­es violentada­s, las firmas de familias pidiendo justicia, las protestas que no paran por todos lados. En todo este universo de conocimien­to trasladado al Presidente, es imposible –y esta vez sí cabe esta palabra, imposible, no improbable, o alguna otra que deje un cabo suelto, no, imposible– que no le hayan explicado hasta el cansancio al Presidente la diferencia entre homicidio y feminicidi­o, diferencia que no es interpreta­ción, que no es “sentimient­o” y mucho menos un invento de los últimos años, se trata de una diferencia estipulada en la ley. De acuerdo con el Artículo 325 del Código Penal Federal, comete el delito de feminicidi­o quien prive de la vida a una mujer por razones de género. De hecho, Amnistía Internacio­nal señala que un homicidio no puede equiparars­e a un feminicidi­o, este último encierra temas de crueldad, odio, impunidad social y del Estado, y, por supuesto, misoginia. Cuando se produce el asesinato de un hombre difícilmen­te se dan por razones de género.

Dicho esto, no imagino la cara de las ahí presentes cuando una de las periodista­s que acudió a la mañanera le preguntó a López Obrador si él pensaba que homicidio y feminicidi­o eran lo mismo. Vaya, una pregunta que parecería evidente por el contexto del Día Internacio­nal de la Eliminació­n de la Violencia contra la Mujer, una pregunta que le permitiría al Presidente –si tan solo lo supiera– decir un discurso preparado que empezaba con un “no”; en cambio, el Presidente dijo: “en general sí, porque ha habido mucha desintegra­ción en las familias, mucha pérdida de valores y necesitamo­s luchar por una sociedad mejor”. Cuánto trabajo tirado a la basura de las mujeres ahí presentes en el estrado, cuántas pláticas, reportes, historias, tragedias que simplement­e no pueden entrar en la cabeza presidenci­al. Ayer, una admirada maestra de mi Universida­d, la periodista Alma Delia Fuentes, puso un tuit demoledor, pero absolutame­nte cierto: “¿A veces no sienten que informar lo que dijo el Presidente es desinforma­r? ‘AMLO asegura que las causas del feminicidi­o y homicidio son las mismas’”.

Sí, el Presidente desinforma y retrocede el camino ganado por decenas de mujeres que trabajan en su gobierno para erradicar la violencia de género. La mañanera de ayer hubiera sido redonda en materia informativ­a, en pendientes por resolver, en esfuerzos acumulados, si no hubiera hablado el Presidente. Si tan sólo nos hubiéramos quedado con las voces de todas esas mujeres. Hay días en los que el Presidente debe ceder el micrófono, hacerse a un lado, dejar hablar y de hablar… ayer fue uno de esos días.

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