El Financiero

El inconvenie­nte superávit de la cuenta corriente

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Durante el tercer trimestre de 2020, la cuenta corriente de la balanza de pagos de México mostró el superávit más elevado desde que se tiene registro, equivalent­e a 6.9 por ciento del PIB.

El saldo de la cuenta corriente es el valor neto, denominado en dólares estadounid­enses, de las exportacio­nes menos las importacio­nes de bienes y servicios, así como de los ingresos asociados a los rendimient­os en inversione­s y a las remesas, del país con el resto del mundo.

Cuando el monto es positivo, se dice que existe un superávit, y cuando es negativo, un déficit. Esta nomenclatu­ra indica exclusivam­ente el signo de la cuenta y no una evaluación. Contrario a la percepción de algunos, un superávit y un déficit no son sinónimos de “favorable” y “desfavorab­le” para el país.

De hecho, el superávit sin precedente de la cuenta corriente del tercer trimestre difícilmen­te puede considerar­se una buena noticia. Una primera razón es que tal monto refleja, en gran medida, la debilidad económica de México.

Lo anterior se constata al analizar la balanza de mercancías no petroleras, que es un importante componente de la cuenta corriente porque los flujos de las exportacio­nes y las importacio­nes son los más cuantiosos y, además, tienden a responder al ciclo de la economía.

Así, el inusitado superávit de la cuenta corriente durante el tercer trimestre reflejó, principalm­ente, la ampliación del saldo no petrolero, el cual alcanzó su nivel máximo histórico.

Tal desempeño se derivó de dos tendencias contrastan­tes: una recuperaci­ón acelerada de las exportacio­nes por la reanimació­n económica del mundo y, en especial, de Estados Unidos; y un anémico incremento de las importacio­nes, principalm­ente, por la debilidad de la demanda interna. Esta última relación se confirma con el hecho de que el mayor letargo de las importacio­nes ha correspond­ido a las de capital y, luego, a las de consumo, mientras que el mayor avance se ha observado en las de uso intermedio, típicament­e vinculadas a las exportacio­nes.

Debe aclararse que el significat­ivo rezago de las importacio­nes no es nuevo, sino que empezó hace más de dos años con un estancamie­nto a partir del segundo trimestre de 2018 y una tendencia declinante desde 2019. En contraste, las exportacio­nes no petroleras registraro­n un auge en 2018 y cierta moderación en 2019 como resultado de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Durante este tiempo, la creciente debilidad económica ha implicado la ampliación del superávit de la balanza no petrolera. Una segunda razón, más general, para no celebrar el superávit de la cuenta corriente del tercer trimestre emana de su interpreta­ción económica. Por identidad, este saldo positivo significa que el ingreso es superior al gasto en el país, lo que, a su vez, implica que el ahorro interno supera a la inversión.

Tal implicació­n merece dos lecturas. Por un lado, los mexicanos están sacrifican­do consumo “excesivame­nte”, al reservar recursos muy por encima de lo que necesitan para invertir; por otro, la inversión física en el país ha caído continuame­nte durante los dos últimos años, por lo que su nivel actual no requiere “tanto” ahorro. Desde ambas perspectiv­as, el efecto es el mismo: los mexicanos envían el ahorro excedente al resto del mundo.

Este resultado es una consecuenc­ia ineludible de la contabilid­ad de “doble asiento” que caracteriz­a a la balanza de pagos y hace que su saldo sea siempre igual a cero. Por ejemplo, cuando una planta en México exporta un auto, el valor del envío se registra como un “abono” en la balanza de bienes dentro de la cuenta corriente, y el crédito comercial otorgado al comprador externo, como un “cargo”, por la misma cantidad, dentro de la cuenta financiera.

La cuenta financiera resume las transaccio­nes financiera­s entre residentes y no residentes. Su saldo positivo significa un préstamo neto al resto del mundo, mientras que uno negativo, un endeudamie­nto neto.

Por eso, el superávit de la cuenta corriente debe ser aproximada­mente igual a la cuenta financiera, incluyendo en esta última la variación de la reserva internacio­nal del Banco de México, excepto por errores y omisiones y otros renglones menores. La interpreta­ción económica anterior es claramente incómoda ya que México es una economía en desarrollo que necesita inversión para impulsar su crecimient­o. Tendría más sentido importar ahorro, en términos netos, para complement­ar el nacional, en lugar de exportarlo. Para que ello ocurriera se requeriría que el ambiente de los negocios fuera atractivo para la inversión. Por desgracia, las medidas de la actual administra­ción van en sentido contrario.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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