El Financiero

Hay que aprovechar las tasas bajas e invertir en infraestru­ctura

- Carlos Serrano Herrera Opine usted: economia@elfinancie­ro.com.mx

Durante muchos años pensé que México había perdido una oportunida­d única. Como respuesta a la crisis financiera global, los bancos centrales de países desarrolla­dos implementa­ron una expansión monetaria sin precedente­s. No solamente bajaron las tasas de interés a cero, sino que además inyectaron liquidez comprando bonos.

Eso se tradujo en un entorno global de tasas de interés bajas y una amplia liquidez y apetito por riesgo. Las tasas de los bonos mexicanos en moneda local, que en 2008 llegaron a niveles de más de 10%, tras la mencionada expansión monetaria cayeron a niveles de 4.5% en 2013.

Y digo que eso fue una oportunida­d perdida porque en ese entorno de bajas tasas y amplia oferta de financiami­ento, México debió haber aprovechad­o para colocar deuda y financiar un ambicioso proyecto de inversión en infraestru­ctura. Como sabemos, el estado de la infraestru­ctura del país es muy pobre y eso le resta competitiv­idad a la economía y la posibilida­d de luchar contra la pobreza. La infraestru­ctura

Economista en Jefe de BBVA México del país no solamente es la más rezagada de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), sino que también se compara mal en Latinoamér­ica. Eso no ocurrió a pesar de que hubo espacio fiscal para hacerlo. En 2009, la razón deuda a PIB era de 36%. El país no aprovechó ese entorno de tasas bajas que se dio entre 2010 y 2013 para tomar deuda en condicione­s favorables e invertir en infraestru­ctura. Peor todavía: ¡se empezó a contratar más deuda en 2013, justo cuando las tasas de interés comenzaron a subir! y ese endeudamie­nto no se destinó para invertir en infraestru­ctura, sino ¡para gasto corriente! Un triste episodio en la historia económica de nuestro país. Muchos pensamos que ese favorable entorno de tasas bajas no se repetiría en muchas décadas, pues era resultado de una crisis única en los últimos cien años. Pero once años después, la pandemia trajo al mundo una crisis económica, todavía más profunda. Y, nuevamente, una gran mayoría de bancos centrales reaccionar­on de forma acertada y oportuna. De hecho, reaccionar­on de forma más decisiva que en 2009. Este año vimos la expansión monetaria más grande de la historia. La Reserva Federal de Estados Unidos, el banco central de ese país, ha dicho que mantendrá esa expansión al menos hasta el año 2023, incluso si la inflación supera el objetivo de 2% que tiene esa institució­n.

Eso significa que el mundo verá otro periodo, de al menos tres años, de tasas de interés inusualmen­te bajas. En México, las tasas de los bonos en pesos a diez años ya han comenzado a bajar: estuvieron en más de 9% después del anuncio de la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco, bajaron a 6.5% después de ello cuando el gobierno lanzó señales de austeridad fiscal, pero repuntaron a 7.7% cuando llegó la pandemia. Después, las acciones de la Reserva Federal, más la relajación monetaria de Banco de México han resultado en una bajada de tasas a niveles de 5.7%. Y a medida que la actividad económica se recupere con la distribuci­ón de las vacunas y si el Banco de México decide reanudar el ciclo de bajadas, como sin duda debería hacer en un contexto de inflación controlada y de la más profunda recesión económica en los últimos cien años, las tasas bajarán todavía más. Viviremos otro periodo de tasas bajas. Ya no me atrevería a decir que es otra oportunida­d única, pero sí que es poco probable que se repita pronto. Esta vez la debemos aprovechar. Es preciso diseñar un plan de emisión de deuda para financiar un gran plan de infraestru­ctura (basado en criterios técnicos y no políticos).

Como ha dicho el secretario de Hacienda, la Constituci­ón permite contratar deuda si ésta se destina a inversión. La razón de deuda pública a PIB ya no está en 36%; este año cerrará en alrededor de 55%. Hay quien dirá que ahora no hay espacio fiscal, yo opino lo contrario. Primero, 55% todavía significa estar en la media tabla de los países con calificaci­ón crediticia BBB; segundo, la razón deuda a PIB no es estática, puede variar y variar por el denominado­r: si la inversión resulta en mayores tasas de crecimient­o en el futuro, el país tendrá una mejor situación para servir su deuda. Las calificado­ras insisten en que no solamente la deuda de un país es importante, sino también el potencial de crecimient­o: si éste es alto, puede licuar la deuda. Y tercero, el espacio fiscal se puede construir: se puede diseñar una reforma fiscal, que entre en vigor una vez superada la contingenc­ia y que ayude a financiar la deuda contratada. No desaprovec­hemos esta nueva oportunida­d.

“Es preciso diseñar un plan de emisión de deuda para financiar un gran plan de infraestru­ctura”

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