El Financiero

Optimismo gubernamen­tal vs. escepticis­mo social

- Gerardo René Herrera Huízar Opine usted: grhhuizar@gmail.com

Se cumplieron, de manera formal, dos años de gestión del actual gobierno, en una circunstan­cia ciertament­e adversa, con pronóstico­s desalentad­ores por el lado que se le vea para el futuro inmediato de este país.

Pese a la percepción social generaliza­da de que las cosas no están funcionand­o adecuadame­nte y de

Catedrátic­o, analista político, consultor en inteligenc­ia estratégic­a, seguridad nacional y administra­ción pública que nos esperan tiempos aciagos, recibimos, desde la máxima tribuna, un mensaje pletórico de optimismo, dando cuenta de los logros alcanzados durante el primer tercio de la administra­ción, con los que se han sentado las bases, los sólidos cimientos para la transforma­ción de la vida pública de México.

Se cumplieron, señaló el disentre curso, 97 de los cien compromiso­s asumidos al inicio del mandato, narrativa triunfal y aglutinant­e de los cotidianos mensajes tempranero­s desde la sede del poder a que nos hemos venido acostumbra­ndo y marcan la pauta de la comunicaci­ón oficial cotidiana.

Si bien se observa, poco de novedoso se adiciona al ya conocido mensaje de todos los días, es destacable, no obstante, el énfasis que se imprimió a la fluida alocución con denodado entusiasmo.

Las expresione­s vertidas ofrecen la imagen de un país que supera exitoso la adversidad, que ha logrado en tan breve tiempo abatir el flagelo de la corrupción y se encuentra en vías de recuperaci­ón de las pavorosas crisis en que estamos inmersos. Pero el escepticis­mo es creciente, pues la realidad parece tener otros datos que dibujan un panorama nada promisorio.

Es natural y comprensib­le que el gobierno asuma una posición de victoria en su gestión, sería impensable que se reconocier­an fallas y retrocesos, que se entregaran malas cuentas a una sociedad ávida de buenos resultados, que además se encuentra en la antesala de un proceso político, del que dependerá, en gran medida, el futuro de la transforma­ción y la conservaci­ón del poder.

Sin embargo, el optimismo expresado podría tener un efecto adverso al que se pretende comunicar. La opinión crítica no ha perdido la oportunida­d de cuestionar la informació­n oficial que parece no cuadrar con la realidad patente.

En el peor de los casos, el enfático optimismo puede ser interpreta­do como manipulaci­ón o engaño. En el mejor, con la debida reserva, puede inducir mayor incertidum­bre y desconfian­za en la, ya de por sí, escéptica población, que no ve aún la luz al final del túnel.

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