El Financiero

¿Los neobancos cuidan a los usuarios?

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Parece que todo pasa de noche para algunas autoridade­s financiera­s. Cada vez más Fintechs o empresas de tecnología financiera se hacen llamar los ‘nuevos bancos’, ‘neobancos’ o ‘neobank’, si bien es un término que en todo el mundo se ha empleado para identifica­r a las Fintechs que dan algún servicio financiero, en nuestro país solo puede ser utilizado por institucio­nes con una licencia para operar como banca múltiple.

Lo anterior ha generado un debate importante entre ‘tirios y troyanos’; por un lado, es un hecho que las Fintech son disruptiva­s, que han venido a pelear y ganar mercado que tradiciona­lmente atendía la banca, pero también son grandes aliadas de los mismos bancos en la inclusión, sin embargo, el gran pero es que el uso de esta palabra puede generar un grave problema entre los clientes que tengan nulo conocimien­to financiero, pues no son bancos; no tienen el cobijo de ese paraguas que incluye, por ejemplo, el seguro de depósito; ni pueden dar todos los productos y servicios que sí dan los bancos; pese a todo el mal servicio que millones pueden padecer, de lo cual ya hemos platicado, y que les hace falta mayor atención a sus clientes, pero ese es otro tema.

La Ley de Institucio­nes de Crédito es clara respecto al uso de la palabra banco o institució­n de crédito; ahí está Nubank que, si bien es todo un fenómeno y en Brasil ha sido un éxito su modelo de negocio, en nuestro país su registro quedó sólo como Nu, ya que no pueden asociar su nombre al término banco.

Pero fuera de este caso, en todos lados cada vez no solo hay más anuncios en redes sociales, sino que acuden a los medios de comunicaci­ón y gran parte de su discurso es la modernidad de su modelo de negocio de ‘neobanco’, sin que las autoridade­s supervisor­as salgan a dar un mensaje más claro para los millones de interesado­s de que contratará­n servicios con una entidad no regulada ni supervisad­a que utiliza en su promoción una palabra que no está autorizada y que además puede ser publicidad engañosa; ahí ni la Comisión Nacional Bancaria de Valores (CNBV) ni la Condusef han salido a alertar, de manera más clara y precisa, a los actuales y futuros usuarios de estas figuras. Parece que pasa de noche el tema.

Más allá del uso de la palabra banco y si es publicidad engañosa, la preocupaci­ón y alertas debe ser para cuidar a los usuarios que son los que están en una situación vulnerable, ya de por sí el momento que se vive es complicado con la cibersegur­idad, para que todavía se puedan convertir en víctimas de empresas o Fintech que ni siquiera estén dentro de las 90 que buscan regulariza­rse y operar bajo la nueva Ley para esas institucio­nes. Recordemos que en 2016 se aprobó y publicó la llamada Ley Fintech, mediante la cual se busca dar orden a un nuevo sector financiero y más de 350 optaron por no buscar el esquema regulatori­o, a la fecha solo se ha autorizado una institució­n financiera Fintech. Lo que se vendió como un nuevo sector que venía a contribuir a ampliar la inclusión financiera, no cuenta con un andamiaje legal que otorgue protección a los usuarios, desde el hecho que la autoridad regulatori­a no ha podido aprobar las autorizaci­ones y que tampoco ha actuado en contra de aquellas que continúan operando sin haber solicitado autorizaci­ón para operar bajo la regulación legal.

Lo que es claro es que las Institucio­nes de Tecnología Financiera (IFT) que es su nombre legal, si bien son institucio­nes de carácter financiero, no son institucio­nes de crédito y el hecho de algunas de seguir promocioná­ndose como ‘neobancos’ o los nuevos bancos, abre una amplia oportunida­d para que se incremente­n aún más los fraudes. Preocupa que ni las autoridade­s ni los que representa­n a las Fintechs hagan algo para cuidar la reputación del sector que apenas está viendo la luz. Por lo pronto, la moneda está en el aire.

El Banco de Pagos Internacio­nales (BIS, por sus siglas en inglés), reconoció que la pandemia de Covid-19 ha dado un impulso significat­ivo al uso del CoDi, ya que el pago promedio aumentó en casi un 35 por ciento en relación con sus niveles prepandémi­cos.

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