Pensando regresar
La pandemia de Covid-19 es claramente un evento: habrá, hay en nuestras vidas, “años a.p.” (antes de la pandemia) y, años esperemos muchos, d.p. (después de la pandemia). La alteración a la vida escolar y, ya en lo profundo, al derecho a aprender de niñas, niños y jóvenes es incomparable. Nunca tantos aprendieron tan poco a tan alto costo, y con tan graves consecuencias.
La conversación en todo el mundo tiene hoy tres focos: Uno, ¿cómo prevenimos el rezago, la ausencia y el abandono de quienes quedaron –por la inequidad, por la aceleración y cristalización de las brechas– literalmente desconectados de las pálidas opciones para aprender que pueden ofrecer hoy las autoridades? Dos, ¿cómo organizamos la escuela del futuro inmediato, tanto para la recuperación y nivelación que será necesaria, como para ya no perder lo que aprendimos en cuanto a la necesidad de usar las tecnologías, impulsar la salud emocional y competencias de flexibilidad
Presidente Ejecutivo de Mexicanos Primero y creatividad de los docentes? Tres, la más apremiante ahora, ¿cuándo y cómo se reabren las aulas?
Apenas el lunes se presentó el documento de los especialistas del BID
Se retoma la evidencia, con los datos de nuestra región, marcando las limitaciones a superar: hay que poner agua en las escuelas que falta, hay que prever sustituciones de maestros, hay que activar sistemas de información robustos para tener una visión clara de las diferentes condiciones, escuela por escuela. Y su llamado es muy concreto: sin financiamiento adicional y específico para la emergencia educativa, no hay condiciones para simplemente adaptar lo actual y esperar buenos resultados, desde prevenir contagios hasta recuperar aprendizajes. El martes, mientras informaba sobre el consenso de las autoridades educativas de los estados, el secretario Moctezuma anunció las alternativas para un regreso gradual y seguro que pueden contemplarse a partir de enero. Gradual, y además voluntario, es algo que no se debe olvidar de esa comunicación. La SEP está anunciando no una fecha de “reinauguración”, sino un proceso.
Lo primero a destacar es la motivación: urge tener contacto presencial por la condición socioemocional de niñas y niños, pues alejados de su referencia básica –sus compañeros y sus maestros– se pierde ánimo, perspectiva y no se alcanza la disposición elemental que es la base para en verdad aprender. Es un sabio reconocimiento de lo que todo docente mexicano repasó en sus primeros semestres en la Normal: los contenidos pueden estar en libros y cuadernillos –y ahora, en la programación televisiva y en los recursos de las plataformas digitales– pero su apropiación por parte de la o el aprendiz no es mecánica: no funciona el trasvase, pegote, “embodegarse” o tragarse los contenidos; el hecho educativo, el auténtico aprendizaje, es una incorporación dinámica, es una práctica… es una relación, un transformarse de la persona con el impulso, la orientación, el reto, el ánimo, la exigencia del educador, y el efecto de diálogo, discusión, debate y colaboración grupal. Así aprenden lo más valioso los seres humanos. Ese es el núcleo del derecho a garantizar por parte del Estado, y para todas y todos sin excepción, sin dejar fuera a quienes tienen familias de bajo ingreso y corta escolaridad, reconociendo y respetando la identidad étnica propia, haciendo los ajustes razonables si se experimentan barreras ligadas a la salud, a condiciones de discapacidad, a ser desplazados o migrantes, a ser mujer, a ser pequeños o llegar a la escuela con extraedad. Dejemos la teoría, y vamos a la práctica: lo que anunció el secretario es que pueden iniciarse procesos de apoyo socioemocional y asesoría pedagógica en sesiones de 45 minutos, para algunos alumnos que así lo quieran y sus familias acepten explícitamente; en algunas escuelas –no en todas– comunidad por comunidad definiendo y verificando que haya nueve condiciones: 1. El filtro escolar funcionando (es decir una mesa de vigilancia sanitaria compartida entre familias y maestros a la entrada); 2. Sana distancia todo el tiempo; 3. Uso generalizado y obligatorio de cubrebocas; 4. Asistencia escalonada (ni llegan todos a la misma hora, ni acuden todos los días a la sede); 5. Nunca rebasando el 40% de la población escolar total en el plantel al mismo tiempo; 6. Nunca rebasando en cada salón la distancia adecuada; 7. Priorizando que las asesorías sean en espacios abiertos, como la plaza cívica y las canchas; 8. Con limpieza de mobiliario y equipo tras cada clase; 9. Asegurando que nadie con algún síntoma asista. En redes brotaron muchos comentarios, a favor y contra, con poca lectura de lo que oficialmente comunica el Boletín 317 de la SEP. Pensemos, todas y todos, cómo sí. Que los temores y objeciones se hagan control de riesgos y propuestas. Estamos pensando regresar. Pensemos juntos cómo sí se puede, cómo es mejor hacerlo.
Reabrir las escuelas en América Latina y el Caribe. Claves, desafíos y dilemas para planificar el retorno seguro a las clases presenciales.