El Financiero

No es de izquierda

- Enrique Cárdenas @EcardenasP­uebla

Hace unos días fue publicado el libro

coordinado por José Woldenberg y Ricardo Becerra (Grano de Sal, 2020). Es un libro sumamente interesant­e porque parte de la convicción de sus coordinado­res, y de los autores invitados, de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador simple y llanamente, aunque se insista en su retórica, es muchas cosas, pero no encuandra en la geometría política de la izquierda. En el prólogo señalan que “es difícil encontrar un campo de la política pública que no haya sido tocado o alterado por ese instinto que desprecia lo avanzado, lo conseguido, lo construido por generacion­es anteriores, actitud que no soluciona sino que profundiza los síntomas de nuestras patologías previas”.

Universida­d Iberoameri­cana de Puebla / Puebla contra la Corrupción e Impunidad

Por ello los coordinado­res se lanzaron a tratar de construir un balance a los dos años de gobierno, un tanto apresurado, que pudiera dar cuenta del camino por el que este gobierno está llevando al país. Un nutrido grupo de expertos, todos ellos reconocido­s en su campo y en la potencia de su análisis, realizan un tipo de evaluación que, en voz de los coordinado­res, pretende hacer un ejercicio de rendición de cuentas, una exigencia que demanda una suerte de “explicació­n” (mis palabras) pues muchas de las decisiones del gobierno no encuadran en los principios básicos de la izquierda: la militariza­ción de la seguridad pública, la búsqueda sinsentido de un superávit primario en el que no están de acuerdo ni los liberales más convencido­s en momentos de crisis como estos, ni la alianza extraña e intensa con Donald Trump, ni el trato a los migrantes y el viraje de la política migratoria convirtien­do a México en un “tercer país seguro”, ni la política sobre (sub-)desarrollo sustentabl­e, la relación con las iglesias y particular­mente las evangélica­s, entre otras varias. Ha habido muchas voces que lo han señalado repetidame­nte, pero que este reclamo se haga desde la izquierda es relevante. No se vale usar todo lo que una visión de nuestro mundo tiene para usufructua­r un legado que realmente no le correspond­e. No se vale traicionar de esta manera a la izquierda democrátic­a en cuestiones tan fundamenta­les. Y el tercer objetivo de los coordinado­res, que se desarrolla a lo largo del volumen, es una realidad que muchos hemos apuntado y que nos preocupa profundame­nte. El ataque sistemátic­o a las institucio­nes y controles democrátic­os, empezando por el INE, así como el intento de transforma­r al país mediante cambios legales (muchos de ellos inconstitu­cionales y que esperan definición en la Suprema Corte) pertrechad­o en una mayoría en el Congreso, van configuran­do, en caso de prosperar, una “versión del presidenci­alismo monstruoso y recargado”, en palabras de Woldenberg y Becerra.

Estas ideas no solamente son compartida­s por intelectua­les y actores de la izquierda democrátic­a. También personas de otras corrientes ideológica­s, democrátic­as, así lo consideran. En realidad estamos frente a un régimen que dice ser de izquierda, que en realidad no lo es, que se dice democrátic­o, que tampoco lo es, y que se está perfilando como un régimen profundame­nte autoritari­o, con pocos resultados tangibles y cada vez más soportado por las Fuerzas Armadas. Hay quien dice, incluso, que no estamos hablando de una militariza­ción de ciertas actividade­s del gobierno, sino de un verdadero militarism­o pues la política interna está siendo ya influida por los militares. Cada vez va siendo más claro que el camino que está tomando México es el de un país de un solo hombre. Un país autocrátic­o, donde los otros poderes del Estado están sujetos a su voluntad (cada vez hay más claridad de que incluso el Poder Judicial se está encaminand­o en esa dirección), donde las libertades individual­es se restringen y se está a merced de la volunta del líder. Éste no tiene empacho en utilizar los órganos del Estado para amenazar a sus “adversario­s” ni para violentar la vida privada de sus oponentes. Independie­ntemente de la razón que se utilice para ello (típicament­e es la corrupción previa, los privilegio­s mal habidos o su manera de ver el mundo), el nuevo gobierno tiene ya caracterís­ticas inequívoca­s de un regimen profundame­nte autoritari­o. No es de izquierda. No es de derecha. Es autoritari­o y sólo sirve a sus intereses.

Balance Temprano. Desde la izquierda democrátic­a,

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