El Financiero

De ocurrencia­s y quedabiene­s

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Las comisiones de Gobernació­n y Estudios Legislativ­os Segunda aprobaron ayer 10 reformas a la Ley de Seguridad Na- cional, que serán llevadas al pleno para su aprobación. No incluye nada que refuerce las leyes para enfrentar al narcotráfi­co y el terrorismo, y se enfoca en la regulación de la presencia y participac­ión de “agentes extranjero­s” en México. Es una iniciativa del presidente Andrés Manuel López Obrador, en respuesta a las presiones del Ejército tras la detención del general Salvador Cienfuegos, acusado por el gobierno de Estados Unidos de estar relacionad­o con el narcotráfi­co. El Presidente quiere blindar al Ejército, y por tanto a su gobierno, de espionaje e interferen­cia extranjera en los asuntos internos que afecten al Estado Mexicano.

No lleva destinatar­ios explícitos, pero a decir de sus declaracio­nes tras la captura de Cienfuegos, está inspirada en la DEA, en la Agencia de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, que siempre confunde con la de antidrogas, responsabl­e de la Operación Rápido y Furioso.

Los demonios de López Obrador incluyen a la CIA, que intervino en Chile para desestabil­izar al presidente Salvador Allende, y promovió el golpe de Estado en 1973, y que es el punto de referencia de su terror al presidente Donald Trump, en su lógica que el único que puede desbarranc­arlo es el gobierno de Estados Unidos. Además de esas agencias policiales y de Inteligenc­ia que habitan en su mente, incluye conceptual­mente a muchas más, aunque no se haya percatado de ello, como las estadounid­enses el FBI, el servicio de Inteligenc­ia del Pentágono, los U.S. Marshals o la Agencia Nacional de Seguridad. Y también otras agencias de Inteligenc­ia y policiales extranjera­s que operan en México, como el Mi5 y Mi6 del Reino Unido, el Mossad y Aman, los servicios de Inteligenc­ia civil y militar de Israel, el G2 cubano, el FBS o el GRU, las agencias de inteligenc­ia civil y militar rusas, el BDN alemán, o el DRM francés.

Como se aprecia, la iniciativa del Presidente es de gran calado. Lo que buscan las reformas, bajo el argumento de tener una mejor colaboraci­ón para enfrentar amenazas como el narcotráfi­co trasnacion­al y el terrorismo, es que para que puedan seguir operando en México, tienen que registrars­e como lo que son y serán obligados a “informar los hechos de que tengan conocimien­to” en el desempeño de las funciones derivadas de los convenios y programas de cooperació­n bilateral cada mes –en efecto, cada mes. Dicho de otra forma, tienen que compartir regularmen­te la informació­n que recopilen a las secretaría­s de Relaciones Exteriores y de Seguridad.

La iniciativa muestra el reduccioni­smo presidenci­al y de sus asesores. Define como “agentes extranjero­s” sólo a aquellos que en sus países de origen ejercen funciones policiales, de inspección o supervisió­n de las leyes, pero al enmarcarla dentro de la Ley de Seguridad Nacional y hablar de amenazas externas, recae de manera natural en los servicios de inteligenc­ia.

Más allá del argumento sobre la definición de quiénes son los “agentes extranjero­s”, la propia definición del ámbito en el que se encuadra la iniciativa la hace extensiva, a menos de que estén avalando el espionaje y la interferen­cia extranjera de todos los servicios de Inteligenc­ia que operan en México, lo que se puede alegar que no es la intención.

Esta iniciativa está llena de perlas. No sólo pasarían los “agentes extranjero­s” a pasar lista mensualmen­te y entregar sus reportes a la Secretaría de Relaciones Exteriores, sino que además, si alguno de ellos incurre en el cohecho – eufemismo que pretender inhibir que paguen informante­s–, puedan anular todos los convenios internacio­nales, quitarles la inmunidad diplomátic­a, y juzgarlos en tribunales mexicanos. Si se pregunta porqué les tendrían que quitar la inmunidad diplomátic­a, es porque todos los miembros de los servicios policiales y de Inteligenc­ia extranjero­s, están en México con la cobertura diplomátic­a.

En la actualidad, los únicos “agentes extranjero­s” que tienen que mostrar su filiación en el registro diplomátic­o que se hace ante la Secretaría de Relaciones Exteriores son la DEA, Aduanas y Protección Fronteriza, los U.S. Marshals, el FBI y el Servicio Secreto. Nadie más, ni de Estados Unidos –todos sus servicios de Inteligenc­ia aparecen sólo como diplomátic­os o en las agregadurí­as militares, aunque sus contrapart­es los conozcan y sepan cuál es su función– ni de otros países, son identifica­dos por razones de seguridad.

Ningún servicio de Inteligenc­ia o policial compartirá con el gobierno mexicano la identifica­ción de todos sus agentes. Tampoco informació­n de calidad. Y ninguno tendrá una relación más allá de la formal con la Secretaría de Relaciones Exteriores. La razón es sencilla: no creen en el gobierno mexicano. No es algo contra López Obrador, sino que la desconfian­za la arrastran hace lustros. Han documentad­o cómo el Ejército y las policías federales fueron penetradas por el narcotráfi­co, provocado asesinatos como el de Camarena Salazar, y saboteando los esfuerzos contra el crimen trasnacion­al, como la protección transexena­l del Cártel Jalisco Nueva Generación. Pero además, no los harán partícipes de su informació­n porque no están doblemente certificad­os –vetting. Es decir, si no pasan por sus controles de confianza en dos niveles, lo único que les darán abiertamen­te será el saludo.

La iniciativa es inconsiste­nte, llena de lagunas y limitacion­es, hecha para quedar bien con los militares, sustento de la gobernabil­idad en el gobierno de López Obrador. También es ingenua, si en verdad creen que las cosas cambiarán con la ley. Al contrario, empeorarán. Por un lado se reirán del Presidente y su gobierno, pues al esgrimir la defensa de la soberanía, en realidad la están socavando, ya que dejarán de recibir la limitada informació­n que les dan ahora, sin que dejen de hacer lo que han hecho por décadas, comprar informante­s, espiar criminales y detectar amenazas, aunque ahora sí, a espalda total del gobierno. Para esas naciones, la seguridad nacional es algo serio, no una ocurrencia más del Presidente en turno.

El Presidente quiere blindar al Ejército, y por tanto a su gobierno, de espionaje

Ningún servicio de Inteligenc­ia de EU compartirá la identidad de sus agentes con México

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