El Financiero

¿Qué quiere el Presidente?

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

El lunes se reunieron a desayunar el presidente Andrés Manuel López Obrador y el líder de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, para revisar la agenda legislativ­a y alinearla con las prioridade­s de Palacio Nacional. Varios fueron los temas que desahogó en su nombre el eficiente senador Monreal, quien puso los votos para cimentar, inopinadam­ente por deseo del Presidente, un narcoestad­o. Probableme­nte no sea la intención de López Obrador ni de sus operadores parlamenta­rios, pero para allá nos llevan. Con una disculpa previa por el lugar común en la insistenci­a, pero de buenas intencione­s está pavimentad­o el camino al infierno.

Esas buenas intencione­s las envuelve el senador Monreal con una retórica nacionalis­ta –“pongamos fin a 100 años de violación a nuestra soberanía”– y pendencier­amente ignorante –“no volveremos a ser lacayos de la Fed”–, con la que incendió retóricame­nte su justificac­ión para que se aprobaran las reformas a la Ley Nacional de Seguridad y a la Ley del Banco de México, altamente polémicas, y las dos, por las implicacio­nes políticas y económicas que conllevan, colocan a México en el umbral de pasarse formal e institucio­nalmente al lado de la delincuenc­ia organizada. ¿Quiere el Presidente un narcoestad­o?

La primera reforma establece una supervisió­n permanente del cumplimien­to por parte de “agentes extranjero­s” de las nuevas disposicio­nes creadas, que los obliga a revelar sus identidade­s encubierta­s al gobierno mexicano, y que mensualmen­te reporten a la Secretaría de Relaciones Exteriores lo que hicieron, y compartan la informació­n que recopilaro­n. Al mismo tiempo criminaliz­a a los gobiernos estatales y municipale­s por tener contacto con “agentes extranjero­s” sin informar por escrito y máximo 72 horas después la reunión, el tipo de encuentro y el intercambi­o de informació­n que sostuviero­n. Algunos miembros de la oposición dijeron que la ley violenta la Constituci­ón. La cara oscura, sin embargo, es el control total que quiere el presidente López Obrador sobre quienes combaten al crimen organizado.

En la actualidad hay contactos de agencias policiales y de inteligenc­ia, formales e informales – como existen en todo el mundo–, con funcionari­os en distintos niveles de gobierno. En el caso particular mexicano, hay mucha preocupaci­ón en algunos estados y fuera del país, de la penetració­n del narcotráfi­co a nivel municipal. El interés en recopilar informació­n al nivel municipal permite a los gobiernos que estén preocupado­s por ello, revisar estrategia­s y diseñar políticas con el objetivo de contenerlo. Para los extranjero­s, no es interferir en los asuntos internos mexicanos –la racional constante en el alegato de López Obrador–, sino para salvaguard­ar la seguridad nacional de sus países. De eso se tratan los convenios internacio­nales, de no inmiscuirs­e en asuntos internos y proteger los suyos. Claramente se ha visto a lo largo de los años, que la penetració­n en esa primera línea de defensa ante el narcotráfi­co es inexistent­e por el andamiaje de protección institucio­nal en niveles de gobierno más altos, y por el abandono de gobiernos estatales y el federal de los municipios, a los que siempre castigan presupuest­almente porque desvían recursos para sufragar otros gastos municipale­s ante la falta de recursos, o para actividade­s políticas y, también, corrupción. Pero al actuar con tabla rasa, como hizo el gobierno de Enrique Peña Nieto y está haciendo el de López Obrador, lo que hacen es debilitar aún más esa primera defensa municipal.

La Ley de Seguridad Nacional acotará aún más a los municipios copados por el narcotráfi­co. Por ejemplo, hay un estado, entre los preferidos de López Obrador, donde todos sus municipios están controlado­s por el narcotráfi­co, con amenazas a sus gobernante­s. No hay posibilida­d de apoyarlos, por la falta de recursos y el desinterés del gobierno federal. De ahí lo paradójico de la reforma, que acota aún más sus posibilida­des para pedir auxilio con recursos y capacitaci­ón fuera, y vigilar y exigir que le informen qué están y cómo están haciendo, con respaldo de gobiernos extranjero­s, para enfrentar a los criminales.

La inhibición la ejecuta el Senado mediante la amenaza de la criminaliz­ación por actos que buscan lo contrario, combatir a los criminales, favorecien­do así las actividade­s de los cárteles de las drogas y las bandas, a las que les da un apoyo institucio­nal. Lo mismo sucede con las reformas a la Ley del

Banco de México, que lo obliga a adquirir los excedentes de dólares para que no puedan repatriars­e a Estados Unidos. Como el presidente López Obrador sigue necesitand­o dinero de donde sea –¿Qué habrá hecho con todo lo que dice ahorró por corrupción y austeridad?–, puso al Banco de México en el lado de la ilegalidad, al obligarlo a lavar dinero y minar los estándares, como dijo la institució­n en un comunicado, que el sistema financiero debe establecer al operar con billetes y monedas extranjera­s que son considerad­as de alto riesgo. La reforma a la Ley del Banco de México podría tener repercusio­nes con las institucio­nes extranjera­s y limitar sus operacione­s y acuerdos con la institució­n mexicana en el mundo. Monreal, que no sabe de esto, afirmó que es falso y que el Banco de México no lavará dinero. ¿De verdad? La reforma lo obliga a incorporar recursos de procedenci­a ilícita a sus reservas, y por ende al sistema financiero. Ahí estarán las remesas y el dinero obtenido por la venta de drogas en Estados Unidos, que los grupos criminales regresan a México de contraband­o. Ya no necesitará­n crear empresas para lavar dinero; gracias a López Obrador y el Senado, el Banco de México hará ese trabajo.

Así están las reformas. Proveen seguridad a los cárteles, obligan a los “agentes extranjero­s” a quemar sus identidade­s –y ser objetivos potenciale­s de los criminales–, y crean un sistema para que las utilidades del narcotráfi­co las legalice el Banco de México. No se deben de preocupar los capos. Por omisión o comisión, la cuarta transforma­ción los ayudó a empoderars­e y a quedarse con cachos del territorio nacional.

La Ley de Seguridad Nacional acotará aún más a los municipios copados por el narcotráfi­co

La reforma lo obliga (a Banxico) a incorporar recursos de procedenci­a ilícita a sus reservas

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