Recuerdos de la televisión y el poder
Yo recuerdo el 2 de julio de 2006 como el día en que, sabiendo que perdió las elecciones, López Obrador decidió mentir, alegar fraude para forzar su asalto al poder. Televisa se la había jugado con él. Permitió el acceso de su gente (M. Ebrard) al lugar donde la televisora había montado un equipo espejo para seguir los conteos electorales. El rostro demudado del ahora canciller al salir de ese lugar quedó registrado en los medios. Lo recogió Carlos Tello Díaz en 2 de julio, un magnífico libro que desde hace tiempo está inexplicablemente fuera de circulación. López Obrador tomó, luego de recibir la llamada de Ebrard, la decisión de mentir (como ahora Trump) para evitar la disgregación de sus seguidores, para asumir el papel político de víctima, anteponiendo su interés personal al interés de la sociedad. Yo recuerdo que, pocos días después de la elección de 2006, La Jornada entrevistó a Bernardo Gómez, el hombre fuerte de Televisa. La entrevista trascurrió entre cajas de cartón, huellas de una mudanza apresurada porque Gómez intuía que era preciso salir de México por el evidente apoyo que había dado la televisora al tabasqueño y la esperada venganza de Calderón. Seis años atrás, el gobierno de Ernesto Zedillo había intervenido para permitir la irregular situación de López Obrador que no cumplía con el requisito de cinco años de residencia en el Distrito Federal. La irregularidad se pasó por alto y de ese modo López Obrador pudo contender y vencer a Santiago Creel. El político de Macuspana necesitaba incrementar la aparición de su imagen y Televisa lo ayudó en su propósito. Transmitió a diario sus conferencias mañaneras y el reportero de Televisa cumplía entonces la función que hoy cumple ‘Lord Molécula’. El artífice de ese apoyo fue Bernardo Gómez, que poco después del 2 de julio de 2006 estaba preparando sus maletas. Finamente Gómez no se fue de México –hoy encabeza Televisa, que sigue siendo el medio que más recibe dinero del gobierno–, y López Obrador es el presidente de México. El gobierno de López Obrador es un gobierno de imágenes y de ocurrencias. Las imágenes las transmiten y multiplican por todo el país las televisoras, Televisa y TV Azteca, con Multimedios haciendo esfuerzos por salir en la foto. Sin imágenes de televisión no hay presidente.
Yo recuerdo los programas (“la otra versión”) que TV Azteca cedió a López Obrador (luego de la derrota del 2 de julio) a un precio irrisorio para que presentara las supuestas pruebas del fraude que nunca ocurrió. En vez de asumir la responsabilidad que en EU adoptaron las principales televisoras al cortar el discurso mentiroso de Trump y negarse a difundir sus tergiversaciones de la verdad, en México TV Azteca difundió lunes, miércoles y viernes “la otra versión”, con la que se quería empujar a un gobierno de facto. La televisión fue decisiva para la construcción de la imagen política de López Obrador durante su gestión como jefe de Gobierno del DF; la televisión fue muy importante en su papel de difusora del supuesto “fraude”, así como decisiva sigue siendo la televisión para fundamentar la popularidad de López Obrador en la que cimenta su gobierno. Reparto de dinero en efectivo, propaganda y control de los medios electrónicos son tres de las cuatro patas en las que se soporta el gobierno de López Obrador, la cuarta es, por supuesto, el Ejército.
Yo recuerdo el caso venezolano. El matrimonio de conveniencia que pactaron Gustavo Cisneros (Venevisión) y Hugo Chávez primero, y Nicolás Maduro después, ayuda a explicarnos lo que sucede en nuestro país. Las televisoras tienen muy presente lo que pasó en Venezuela con los medios. Televisoras como Globovisión, Radio Caracas TV y diarios venezolanos como El Universal decidieron hacerle frente al gobierno autoritario de Hugo Chávez. Las diatribas e insultos de López Obrador a la prensa se parecen mucho a los de Donald Trump, pero su fuente original es Hugo Chávez quien, a la larga, terminaría por hartarse de sus críticos y cuyo gobierno expropiaría y/o controlaría a esos medios. Gustavo Cisneros en cambio aplicó una doble política: sus canales y él apoyarían al gobierno mientras que, en paralelo, no dejaría de conspirar contra Chávez (se dice que él estuvo involucrado en el intento de golpe de Estado de abril de 2002). La lección que las televisoras mexicanas extrajeron de lo que sucedió en Venezuela es muy clara: si apoyas, sobrevives; si te opones, el gobierno acabará en algún momento contigo.
La crítica de la televisión y el poder casi ha desaparecido porque sus críticos están en el poder o muy cerca de él. El papel de las televisoras será crucial en las elecciones de junio de 2021. Sin ellas, sin su neutralidad, será en extremo difícil la situación de los opositores. Ignoro si las leyes que aprobó la mayoría morenista en el Senado sobre el Banco de México tengan que ver con esto. Ignoro si veremos más cosas como ésta en las próximas semanas.