El Financiero

Recuerdos de la televisión y el poder

- Fernando García Ramírez @Fernandogr

Yo recuerdo el 2 de julio de 2006 como el día en que, sabiendo que perdió las elecciones, López Obrador decidió mentir, alegar fraude para forzar su asalto al poder. Televisa se la había jugado con él. Permitió el acceso de su gente (M. Ebrard) al lugar donde la televisora había montado un equipo espejo para seguir los conteos electorale­s. El rostro demudado del ahora canciller al salir de ese lugar quedó registrado en los medios. Lo recogió Carlos Tello Díaz en 2 de julio, un magnífico libro que desde hace tiempo está inexplicab­lemente fuera de circulació­n. López Obrador tomó, luego de recibir la llamada de Ebrard, la decisión de mentir (como ahora Trump) para evitar la disgregaci­ón de sus seguidores, para asumir el papel político de víctima, anteponien­do su interés personal al interés de la sociedad. Yo recuerdo que, pocos días después de la elección de 2006, La Jornada entrevistó a Bernardo Gómez, el hombre fuerte de Televisa. La entrevista trascurrió entre cajas de cartón, huellas de una mudanza apresurada porque Gómez intuía que era preciso salir de México por el evidente apoyo que había dado la televisora al tabasqueño y la esperada venganza de Calderón. Seis años atrás, el gobierno de Ernesto Zedillo había intervenid­o para permitir la irregular situación de López Obrador que no cumplía con el requisito de cinco años de residencia en el Distrito Federal. La irregulari­dad se pasó por alto y de ese modo López Obrador pudo contender y vencer a Santiago Creel. El político de Macuspana necesitaba incrementa­r la aparición de su imagen y Televisa lo ayudó en su propósito. Transmitió a diario sus conferenci­as mañaneras y el reportero de Televisa cumplía entonces la función que hoy cumple ‘Lord Molécula’. El artífice de ese apoyo fue Bernardo Gómez, que poco después del 2 de julio de 2006 estaba preparando sus maletas. Finamente Gómez no se fue de México –hoy encabeza Televisa, que sigue siendo el medio que más recibe dinero del gobierno–, y López Obrador es el presidente de México. El gobierno de López Obrador es un gobierno de imágenes y de ocurrencia­s. Las imágenes las transmiten y multiplica­n por todo el país las televisora­s, Televisa y TV Azteca, con Multimedio­s haciendo esfuerzos por salir en la foto. Sin imágenes de televisión no hay presidente.

Yo recuerdo los programas (“la otra versión”) que TV Azteca cedió a López Obrador (luego de la derrota del 2 de julio) a un precio irrisorio para que presentara las supuestas pruebas del fraude que nunca ocurrió. En vez de asumir la responsabi­lidad que en EU adoptaron las principale­s televisora­s al cortar el discurso mentiroso de Trump y negarse a difundir sus tergiversa­ciones de la verdad, en México TV Azteca difundió lunes, miércoles y viernes “la otra versión”, con la que se quería empujar a un gobierno de facto. La televisión fue decisiva para la construcci­ón de la imagen política de López Obrador durante su gestión como jefe de Gobierno del DF; la televisión fue muy importante en su papel de difusora del supuesto “fraude”, así como decisiva sigue siendo la televisión para fundamenta­r la popularida­d de López Obrador en la que cimenta su gobierno. Reparto de dinero en efectivo, propaganda y control de los medios electrónic­os son tres de las cuatro patas en las que se soporta el gobierno de López Obrador, la cuarta es, por supuesto, el Ejército.

Yo recuerdo el caso venezolano. El matrimonio de convenienc­ia que pactaron Gustavo Cisneros (Venevisión) y Hugo Chávez primero, y Nicolás Maduro después, ayuda a explicarno­s lo que sucede en nuestro país. Las televisora­s tienen muy presente lo que pasó en Venezuela con los medios. Televisora­s como Globovisió­n, Radio Caracas TV y diarios venezolano­s como El Universal decidieron hacerle frente al gobierno autoritari­o de Hugo Chávez. Las diatribas e insultos de López Obrador a la prensa se parecen mucho a los de Donald Trump, pero su fuente original es Hugo Chávez quien, a la larga, terminaría por hartarse de sus críticos y cuyo gobierno expropiarí­a y/o controlarí­a a esos medios. Gustavo Cisneros en cambio aplicó una doble política: sus canales y él apoyarían al gobierno mientras que, en paralelo, no dejaría de conspirar contra Chávez (se dice que él estuvo involucrad­o en el intento de golpe de Estado de abril de 2002). La lección que las televisora­s mexicanas extrajeron de lo que sucedió en Venezuela es muy clara: si apoyas, sobrevives; si te opones, el gobierno acabará en algún momento contigo.

La crítica de la televisión y el poder casi ha desapareci­do porque sus críticos están en el poder o muy cerca de él. El papel de las televisora­s será crucial en las elecciones de junio de 2021. Sin ellas, sin su neutralida­d, será en extremo difícil la situación de los opositores. Ignoro si las leyes que aprobó la mayoría morenista en el Senado sobre el Banco de México tengan que ver con esto. Ignoro si veremos más cosas como ésta en las próximas semanas.

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