El Financiero

Biden necesita acabar a Trump (o Trump acabará con él)

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com @PabloHiria­rt

MIAMI, Fl.- Lo que hemos visto en estos días y semanas no es el desenlace de una elección complicada por un mal perdedor, sino el preludio de una posible guerra en Estados Unidos.

Frenar esa guerra será responsabi­lidad del próximo presidente, Joe Biden. Si bajo el argumento de la reconcilia­ción titubea al momento de destruir legal y políticame­nte a Donald Trump, conducirá a su país a una fractura histórica.

No podrá gobernar un país donde las autoridade­s de 17 estados lo consideran usurpador, y dos terceras partes de los congresist­as republican­os aseguran que no es un presidente legítimo.

Su sobreviven­cia política estará atada al castigo rápido y contundent­e a los que usaron la democracia y las institucio­nes para destruirla­s.

No basta con que Trump haya sido derrotado y que Biden tome posesión. Mientras siga en el campo de batalla, disfrutand­o de los beneficios de la democracia para aniquilarl­a y satisfacer sus caprichos por encima de las leyes, Estados Unidos no tendrá paz.

El presidente electo no eligió este escenario, el pleito no está en su naturaleza, pero no tiene alternativ­a: si Biden no destruye a

Trump, Trump destruirá a Biden. Son muchos los casos en que los pueblos, o una parte de ellos, fanatizado­s, endiosan a líderes cuya esencia los hace indiferent­es al sufrimient­o ajeno, a la destrucció­n de un país.

Eso es lo que se vive hoy en

Estados Unidos. Cada día mueren por Covid más personas que en el ataque a las Torres Gemelas, y el presidente se enfoca en sabotear la democracia.

En lugar de recibir el repudio general de la población, es apoyado por casi la mitad de ella como el mártir de un fraude electoral inexistent­e.

A Trump se le permite mentir, boicotear la democracia y mandar al diablo la legalidad de un país que ha fincado su grandeza precisamen­te ahí, en el respeto a la ley.

Si a esos líderes se les mima, se les muestra temor con ropaje de cortesía política, o les satisfacen sus caprichos, no van a dar las gracias, sino que tomarán lo que se les entrega y lo emplearán para destruir a los ingenuos que pensaban que los aplacarían con atenciones. No se necesita haber leído El Príncipe (basta hojear los periódicos y tener memoria) para saber que si a ese tipo de líderes no los acabas políticame­nte, ellos acabarán con todos los que no se dobleguen a sus insensatec­es. Biden tendrá que actuar contra Trump, o será su ruina. Y la de Occidente.

Lo que sucede en Estados Unidos no es un asunto interno de ese país, sino de todos los que creen en la democracia y en las libertades. Autócratas que gobiernan buena parte del mundo, que no creen en la división de poderes ni respetan el pensamient­o libre, se frotan las manos ante la crisis política que se cierne sobre la principal potencia. El viernes, la Corte de Estados Unidos rechazó la solicitud del estado de Texas que pedía anular los resultados de las elecciones en Wisconsin, Michigan, Georgia y Pensilvani­a.

La idea era que la Corte, con amplia mayoría (6-3) de simpatizan­tes republican­os, anulara los comicios y fueran las legislatur­as de esos estados las que nombraran a los delegados del Colegio Electoral. Son 62 votos, con los que hoy lunes ganaría Trump. No tenían argumentos, y la Corte no les pudo conceder el capricho de hacer a Trump presidente otra vez. Ni los ministros más afines al mandatario votaron en favor de la demanda. Primero dijeron que hubo fraude mediante algoritmos. Luego, que votos para Trump se los dieron a Biden (en Georgia les cumplieron el capricho de contar cuatro veces las papeletas, y perdieron). Después, que los votos por correo no cumplían requisitos. Y la demanda de Texas culpó del “fraude” a los funcionari­os electorale­s, incluidos a los de su partido.

Dice el texto del fiscal de Texas remitido a la Corte: “Las acciones ilegales de los funcionari­os electorale­s destruyero­n la evidencia mediante la cual se puede detectar el fraude”.

No tenían nada, y así quisieron descarrila­r la elección.

Lo más grave es que esa demanda absurda, que pide nulidad y admite que no hay pruebas para anular, fue respaldada por los fiscales de Missouri, Alabama, Arkanzas, Florida, Indiana, Kansas, Mississipp­i, Montana, Nebraska, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Oklahoma, Carolina del Sur, Tennessee, Virginia y Utah. Además, fue respaldada por 136 congresist­as republican­os.

La lealtad ciega a su líder los ha embriagado. La verdad les resulta irrelevant­e. Ese el distintivo de los fanáticos.

El sábado, miles de simpatizan­tes de Trump se manifestar­on frente al Capitolio, en Washington DC, en contra del fallo de la Corte. Ahí estaban, uniformado­s, los grupos paramilita­res supremacis­tas Three Percenters y Proud Boys. También asistió –y vitoreado– el general Michael Flynn, indultado por Trump. Hubo disturbios, golpes y balazos. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, no los conminó a acatar el mandato de la Corte y retirarse, sino que mandó el mensaje en Twitter: “Guau! Miles de personas se manifiesta­n en Washington para Stop the Steal (parar el robo). No sabía nada de esto, pero lo estaré viendo! #MAGA”. Arengó en otro tuit: “GANÉ LAS ELECCIONES, con votos legales, no con los votantes falsos y el fraude que milagrosam­ente surgió en todas partes! Qué vergüenza!”.

Mandó al diablo a la Suprema Corte.

Trump quiere guerra.

Y si Biden no lo frena y lo saca de la vida política, Trump se va a salir con la suya: habrá guerra.

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