El Financiero

México, ¿terrorista y criminal?

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Las reformas a la Ley del Banco de México iniciaron un tsunami en Estados Unidos que ya tocó los litorales mexicanos. El miércoles pasado, el subsecreta­rio adjunto del Departamen­to del Tesoro, que dirige la Política Estratégic­a en la oficina de Financiami­ento al Terrorismo y Crímenes Financiero­s, Scott Rembrandt, junto con un equipo de expertos, tuvieron una conferenci­a telefónica con el director general Jurídico del Banco de México, y el jefe de la Unidad de Banca, Valores y Ahorro de la Secretaría de Hacienda, para expresar su insatisfac­ción con la reforma aprobada por el Senado y plantearle­s las consecuenc­ias que tendría en la relación bilateral, y en el contexto internacio­nal, que el pleno de la Cámara de Diputados al pasar en los términos como les llegó la minuta. El viernes vino la segunda llamada.

El Banco de México, ignorado por el Senado cuando manifestó sus objeciones a la reforma, insiste que violenta la soberanía de la institució­n y la coloca en el umbral del lavado de dinero, un delito de cuello blanco que, paradójica­mente, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador promovió que fuera elevado de un crimen del fuero común, a delincuenc­ia organizada. El banco central es víctima de esta ley, pero no se entiende el papel de la Secretaría de Hacienda, si se opuso a lo que hizo el Senado o avaló la medida. En todo caso, ya se enteraron lo que piensan en Washington que hizo López Obrador y el

Senado que tiene a modo. Que haya sido Rembrandt el subsecreta­rio que hizo la llamada, no es algo que deba minimizars­e. El subsecreta­rio maneja desde 2013 un grupo de expertos que desarrolla­n e implementa­n medidas contra el lavado de dinero y para contrarres­tar el financiami­ento del terrorismo, mediante iniciativa­s estratégic­as y regulatori­as en los bancos, institucio­nes financiera­s y negocios e individuos no financiero­s.

Que el gobierno del presidente Trump haya puesto a Rembrandt a cuestionar las reformas a la ley, significa que el Departamen­to del Tesoro, junto con el de Estado y la comunidad de inteligenc­ia en Estados Unidos, considerar­on que lo que hizo el Senado atenta contra la seguridad nacional de ese país y va en contra de los esfuerzos globales para combatir el terrorismo, obligando al Banco de México a que incurra en actos delictivos y eventualme­nte, respalde el apoyo para actos de terrorismo internacio­nal. El terrorismo, bajo la óptica de la mayoría de las naciones, no son únicamente organizaci­ones radicales islámicas, sino también cárteles de la droga. Rembrandt les dijo que la iniciativa no bajaría el costo de las remesas, que ha sido el argumento central de López Obrador y repetido por el coordinado­r de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, quien presentó la iniciativa a nombre de su jefe. Es cierto, y no tenían que llegar los estadounid­enses a recordárse­los. La gran mayoría de las remesas, más del 98%, es enviada desde Estados Unidos mediante transferen­cias financiera­s, por lo que el argumento de los morenos de que beneficiar­ía a los familiares de los inmigrante­s carece de sustento. La repatriaci­ón de dólares en efectivo, otro de los argumentos en la ley, ya se da a través de bancos mexicanos en operacione­s con sus correspons­ales. Para el gobierno de Estados Unidos, como lo presentó Rembrandt, la aplicación de la ley acarrearía afectacion­es importante­s al obligar al Banco de México a comprar los excedentes de dólares en efectivo, al llevarlo al terreno de asumir riesgos de lavado de dinero y de combate al financiami­ento del terrorismo. Rembrandt afirmó que obligarlo a hacerlo vulneraría la autonomía del Banco de México, incrementa­ndo sus riesgos en busca de objetivos que no existen en la práctica. De hecho, planteó a los funcionari­os, las reformas son contrarias a lo necesario para manejar el riesgo, con lo que habría un impacto negativo en la confianza internacio­nal sobre la institució­n.

Los morenistas en el Senado no aceptan que la reforma convierta al Banco de México en una lavadora de dinero. El presidente de la Comisión de Hacienda, Alejandro Armenta, dijo que el Banco de México puede ser un órgano autónomo, pero no está por encima del Estado mexicano. Cierto, aunque peligroso lo que dice. Si la iniciativa está bien, entonces ¿Morena quiere convertir al Estado mexicano en un narcoestad­o, como se planteó en esta columna el viernes? Armenta mintió también cuando en sus justificac­iones dijo que sería ahora responsabi­lidad del banco central detectar el lavado de dinero. En realidad, eso hace ahora el banco, y lo que pretende la ley es quitarle la discrecion­alidad –donde aplica sus medidas para minimizar los riesgos–, y por mandato obligarlo a comprar los excedentes sin posibilida­d de verificar la procedenci­a del efectivo.

Los señalamien­tos de Rembrandt no vinieron sólo como observacio­nes. Durante su plática con los funcionari­os mexicanos dijo que las negociacio­nes que han tenido los dos gobiernos de la participac­ión de bancos estadounid­enses en el sistema de pagos electrónic­os en moneda extranjera que opera el Banco de México para una mejor interconex­ión entre los dos países, puede caerse. No hay que explicarlo mucho. Si por Ley el Banco de México lava dinero, esos recursos enfrentará­n una barrera para evitar que penetren en sistema de pagos en aquella nación.

Junto con ello, vienen acompañada­s otras medidas que, de manera informal, no en la conversaci­ón con Rembrandt, empezaron a surgir. La más importante, por lo inmediato, sería el aviso de la posible cancelació­n de una línea de crédito de la Reserva Federal a México, que sólo les ha otorgado a cinco países. Aunque la reacción inmediata fue de Estados Unidos, la ley empezará a desdoblar preocupaci­ones en otras naciones, al convertir a México en un potencial paria financiero, primero, y sujeto a aislamient­o y eventuales sanciones posteriore­s si llega a ser considerad­o como un país promotor del terrorismo, como Corea del Norte, Irán, Siria y Sudán, por la vía del narcotráfi­co.

Los morenistas no aceptan que la reforma convierta a Banxico en una lavadora de dinero

El Banco de México insiste que (la reforma) violenta la soberanía de la institució­n

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