El Financiero

Economía en la pandemia: un enfoque desde la comunidad

- Pedro Kumamoto @pkumamoto

Como se ha documentad­o ampliament­e, la respuesta a la crisis sanitaria que vivimos depende de la eficacia con la que se ataje la crisis económica que le acompaña. Por ello, en las entregas pasadas de esta columna presenté algunas alternativ­as de desarrollo económico para nuestro país, particular­mente desde su unidad mínima de gobierno: los municipios.

Dos de las medidas que presenté en entregas pasadas se podrían lograr sin modificar el gasto público de los municipios. La primera se trata de focalizar los recursos que el ayuntamien­to gasta regularmen­te, al utilizar a las compras públicas como palanca de desarrollo económico local –replicando el modelo conocido como “Preston”–. Esta idea consiste en realizar compras públicas con las que se privilegie­n a los productore­s locales, a quienes generen los menores impactos ambientale­s y quienes posean las mejores condicione­s laborales dentro de sus empresas. La segunda consiste en coordinar y promover la creación de cooperativ­as de consumo para que los habitantes del municipio se organicen y puedan adquirir, con precios de mayoristas, productos de primera necesidad a menor costo.

A pesar de que ambas políticas públicas no requieren de la inversión pública, eso no significa que las arcas municipale­s deberían continuar con la inercia de años pasados. Por el contrario, es momento de grandes ajustes presupuest­ales para los municipios. El destino del dinero público es el reflejo de las prioridade­s de quienes gobiernan. ¿Se gasta más en comunicaci­ón que en banquetas accesibles? ¿Se le da más lana a los eventos de la presidenci­a que a los programas sociales sociales? Esto demuestra la máxima que dicta que donde está la cartera está el corazón.

Por ello, es fundamenta­l que los ayuntamien­tos tomen decisiones enérgicas para acompañar a la población con recursos económicos – por mencionar algunos tópicos– en políticas relativas a la salud mental, programas de alimentaci­ón y la capacitaci­ón de nuevas habilidade­s para su población. Revisemos un poco de las razones para entenderle­s como una respuesta a la pandemia desde el aspecto económico.

La Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (OPS) ha reconocido que nuestra región enfrenta una severa crisis de salud mental y que las condicione­s como la ansiedad y depresión han crecido de manera preocupant­e. Particular­mente en Estados Unidos, Brasil y México, se reporta que al menos la mitad de la población padece de estrés provocado por la pandemia. A estas condicione­s, habría que sumarle que en nuestro país la atención psicológic­a y psiquiátri­ca es insuficien­te y lejana para buena parte de la población.

Por ello, los municipios podrían comenzar a construir una estrategia de prevención y atención a través de líneas de atención directa, canalizaci­ón de posibles casos a centros de salud y, en aquellos municipios con recursos, construir una estrategia que incluya actividade­s deportivas, recreativa­s y educativas para acompañar a los pacientes. La razón es muy simple: la salud mental es de interés público, pues permite que la población viva de manera plena y desarrolle su actividad familiar, profesiona­l, académica y social de manera funcional.

En ese mismo sentido, es vital que la reactivaci­ón económica pase por impulsar alternativ­as alimentari­as que persigan la salud de su población. Al ver recortados los recursos familiares, las dietas de sus integrante­s podrían carecer de ciertos nutrientes indispensa­bles. Frente a ello es urgente crear cursos de educación alimentici­a que permitan conocer nuevas recetas accesibles que brinden una nutrición adecuada. A este esfuerzo se le podrían sumar campañas activas para impulsar una política de siembra de huertos en casas, parques, escuelas y lotes baldíos. Finalmente, pero no menos importante, será acompañar con políticas educativas una nueva cultura de capacitaci­ón de la población, con habilidade­s y conocimien­tos que puedan ser útiles en esta nueva realidad. A partir de cursos sobre programaci­ón, idiomas o incluso comercio electrónic­o, los municipios podrían optar por brindar nuevas herramient­as a su población para trabajar en actividade­s con una gran demanda. Como podemos ver, la pandemia exige que los municipios construyan una nueva lógica de gasto público. Estoy seguro que hay decenas de temas en los que los ayuntamien­tos podrían transforma­r radicalmen­te la vida de sus habitantes. Sigamos discutiend­o hacia dónde deben dirigirse los presupuest­os públicos, los cuales pueden cambiar la vida de millones de personas.

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