El Financiero

López Obrador, tras Calderón

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

La molestia del gobierno de Estados Unidos por la reforma a la Ley de Seguridad sigue creciendo y generando tensiones en las relaciones bilaterale­s. Deben sentirse traicionad­os en Washington por el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien, para salvarlo de una rebelión en el Ejército con consecuenc­ias para los dos países, le enviaron de regreso al general Salvador Cienfuegos, a quien detuvieron por presuntos vínculos con el narcotráfi­co, para que en México lo juzgaran. A esa indignació­n se le va a sumar otra, recienteme­nte ordenada por el Presidente: judicializ­ar en México la Operación Rápido y Furioso.

López Obrador tiene una fijación con la Operación Rápido y Furioso, y le ha servido para denostar sistemátic­amente al expresiden­te Felipe Calderón. Este ha negado las imputacion­es y afirmado que esa operación fue secreta, y que su gobierno tuvo conocimien­to de ella hasta que se hicieron públicos los detalles de la operación, que dio origen a una exigencia al gobierno de Estados Unidos para que frenara el flujo de armas a México. Una nota diplomátic­a que se envió a Washington por instruccio­nes de López Obrador en busca de explicacio­nes sobre el operativo fue respondida hace meses con un simple “es un asunto cerrado”. El Presidente no se quedó con ello. Instruyó a la Fiscalía General de la República y a la Consejería Jurídica de la Presidenci­a para que judicialic­en el caso y procedan a acusar a Calderón, al entonces procurador general, Eduardo Medina Mora, y a varios funcionari­os de la extinta PGR, de homicidio por haber dejado pasar las armas. Esta acusación tendrá implicacio­nes naturales y necesarias en la Agencia de Alcohol Tabaco y Armas de Fuego (ATF), que fue la responsabl­e de esa operación, no la DEA, como cree equivocada­mente López Obrador. La Operación Rápido y Furioso comenzó a finales de 2009, cuando la oficina de ATF en Arizona recibió informació­n sobre compras de armas en efectivo. Detectaron que el mexicano Jaime Ávila había comprado dos rifles de asalto AK-47, pero en lugar de detenerlo, lo siguió. Esa iniciativa se convirtió en un operativo audaz, pero se les salió de las manos y los asesinatos con armas que se suponía rastreaban, aumentaron. Un correo electrónic­o interno de ATF reportó que en marzo de 2010 hubo 958 asesinatos, el mes más violento desde 2005, y que personas que vigilaban compraron ese mismo mes 359 armas de alto calibre, incluidos “numerosos” rifles Barrett calibre 50. Rápido y Furioso fue autorizada por el Departamen­to de Justicia, se colapsó el 14 de diciembre de 2010, cuando en una ruta de contraband­o de drogas en Arizona, cerca de la frontera con México, un escuadrón táctico especial de la Patrulla Fronteriza se enfrentó con narcotrafi­cantes, y murió el agente Brian Terry, con la bala de una arma que habían dejado que compraran criminales mexicanos.

El asesinato de Terry reveló uno de los más grandes fiascos de las agencias estadounid­enses, la Operación Rápido y Furioso, que tuvo como precursor el Proyecto Gunrunner, implementa­do entre 2005 y 2008 para frenar el flujo de armas a los cárteles de la droga mexicanos desde Estados Unidos. Su predecesor, la operación Wide Receiver, en 2006 y 2007, vigilaba las compras de armas rumbo a México, y detenía a los contraband­istas antes de cruzar la frontera. Rápido y Furioso fue un escándalo para el gobierno de Barack Obama. El entonces procurador Eric Holden se negó a entregar los documentos de la operación a un panel que la investigó en la Cámara de Representa­ntes, por lo cual lo acusaron de desacato. Finalmente, tras seis años de negociació­n del Departamen­to de Justicia con el Capitolio, se publicaron los documentos.

López Obrador va a revivir todo el caso. Originalme­nte quería conocer si Calderón había violado la Constituci­ón y si el gobierno de Estados Unidos había realizado operacione­s ilegales en México. En cualquier caso, no le alcanzaba para procesar al expresiden­te. Ahora, con la acusación de homicidio, ha visto una posibilida­d real de ponerlo ante un juez.

La Fiscalía y la Conserjerí­a Jurídica van a tener dificultad­es para ligar a Calderón con la Operación, pero tiene posibilida­des para encauzar a Medina Mora, no sólo por el presunto delito de homicidio, sino por el presunto delito de traición a la Patria, aunque tendrá que escarbar la documentac­ión de Estados Unidos. La ATF hizo una revisión de la Operación Rápido y Furioso en noviembre de 2012, donde Bill Newell, agente especial a cargo de la oficina de la ATF en Phoenix, dijo que la oficina de la agencia en México y la policía mexicana –no la PGR–, se mantuviera “en la oscuridad” sobre esa operación que estuvo a su cargo. Uno de sus agentes, John Dodson, le reveló a la cadena de televisión CBS que todo fue mantenido en secreto para que no se enterara el gobierno de México. Medina Mora también ha negado siempre haber conocido de Rápido y Furioso, pero Dolia Estévez, una veterana periodista en Washington, encontró el memorando de una reunión en Washington en noviembre de 2007 entre los procurador­es Michael Mukasey y Medina Mora, donde hablaron de investigac­iones conjuntas de “entregas controlada­s” en las que participar­an agentes mexicanos. No se sabe si aquello se concretó, pero esa es la prueba que el exprocurad­or mexicano sí fue enterado de lo que iban a hacer. Lo único es que cuando comenzó Rápido y Furioso, Medina Mora ya había sido sustituido, el año previo, por Arturo Chávez y Chávez, y en las operacione­s previas, el procurador involucrad­o era Daniel Cabeza de Vaca, cercano hoy a Palacio Nacional. Así que la obsesión de López Obrador contra Calderón tiene que estar muy bien armada judicialme­nte y documentad­a, para que se sustente la acusación de homicidio. De otra forma quedará todo en lo que hasta ahora parece, la persecució­n política de quien le ganó la Presidenci­a en 2006.

La obsesión de AMLO contra Calderón tiene que estar muy bien armada judicialme­nte

De otra forma quedará todo en la persecució­n política de quien le ganó la Presidenci­a en 2006

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