El Financiero

2020, el año de la calamidad

- Gerardo René Herrera Huízar Opine usted: grhhuizar@gmail.com

Podríamos, sin lugar a dudas, calificar al año que llega a su fin, como el año de la calamidad, que deja como herencia un panorama macabro, muerte y desolación a nivel global.

La amarga experienci­a por la que atraviesa el planeta ha puesto a prueba la estructura social en su conjunto y las vulnerabil­idades de una humanidad que presume de su inusitado avance científico

Catedrátic­o, analista político, consultor en inteligenc­ia estratégic­a, seguridad nacional y administra­ción pública. y tecnológic­o que pudiera ser, paradójica­mente, la fuente de sus males.

Sin conocer a ciencia cierta el origen del letal enemigo, se ha cifrado la esperanza en encontrar la cura, en el desarrollo de vacunas que mitiguen la morbilidad y la mortandad, pero sobre las cuales ya se cierne el escepticis­mo, tanto en su eficacia, como por los efectos colaterale­s que pudieran tener en el futuro.

Sigue flotando en el ambiente la interpreta­ción conspirati­va sobre la creación del virus en laboratori­o con la visión maltusiana del control poblaciona­l y, en contraste, la ecologista que sugiere una respuesta de la tierra por los daños que el ser humano le ha causado. Como sea, los efectos de la pandemia son patentes e innegables sobre el sistema social, sobre la forma, los modos y las modas de los intercambi­os en las colectivid­ades.

El año fenece, pero la calamidad continúa. Nuevos brotes y nuevas cepas del virus mantienen vigente y vigorosa la amenaza sobre la salud, la economía y el orden social en su conjunto.

Pocos son los países que han logrado un control eficiente del contagio, no necesariam­ente con políticas gubernamen­tales autoritari­as o represivas, sino más bien, debido a la disciplina de sus sociedades y a la confianza en las decisiones racionales de sus autoridade­s, de lo cual debiéramos tomar ejemplo con seriedad y aplomo.

El fin del ciclo anual es siempre época propicia para la reflexión, el recuento, el corte de caja con nuestra realidad y, desde luego, la formulació­n de propósitos y nuevos objetivos para el año que inicia. La amarga enseñanza del año que finaliza ofrece la oportunida­d de replantear­nos la manera en que hasta hoy nos hemos conducido, reflexiona­r sobre nuestro actuar como individuos y como sociedad y, sobre todo, repensar sobre el futuro que nos espera para acometerlo con las mejores expectativ­as de éxito o, cuando menos, con los menores fracasos posibles.

Con esta última entrega del año que se marcha, acompaño mis más sinceros deseos de dicha, prosperida­d y armonía para nuestros amables lectores en estas Navidades, haciendo votos por un año 2021 con cabal salud y bienestar.

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