2020, el año de la calamidad
Podríamos, sin lugar a dudas, calificar al año que llega a su fin, como el año de la calamidad, que deja como herencia un panorama macabro, muerte y desolación a nivel global.
La amarga experiencia por la que atraviesa el planeta ha puesto a prueba la estructura social en su conjunto y las vulnerabilidades de una humanidad que presume de su inusitado avance científico
Catedrático, analista político, consultor en inteligencia estratégica, seguridad nacional y administración pública. y tecnológico que pudiera ser, paradójicamente, la fuente de sus males.
Sin conocer a ciencia cierta el origen del letal enemigo, se ha cifrado la esperanza en encontrar la cura, en el desarrollo de vacunas que mitiguen la morbilidad y la mortandad, pero sobre las cuales ya se cierne el escepticismo, tanto en su eficacia, como por los efectos colaterales que pudieran tener en el futuro.
Sigue flotando en el ambiente la interpretación conspirativa sobre la creación del virus en laboratorio con la visión maltusiana del control poblacional y, en contraste, la ecologista que sugiere una respuesta de la tierra por los daños que el ser humano le ha causado. Como sea, los efectos de la pandemia son patentes e innegables sobre el sistema social, sobre la forma, los modos y las modas de los intercambios en las colectividades.
El año fenece, pero la calamidad continúa. Nuevos brotes y nuevas cepas del virus mantienen vigente y vigorosa la amenaza sobre la salud, la economía y el orden social en su conjunto.
Pocos son los países que han logrado un control eficiente del contagio, no necesariamente con políticas gubernamentales autoritarias o represivas, sino más bien, debido a la disciplina de sus sociedades y a la confianza en las decisiones racionales de sus autoridades, de lo cual debiéramos tomar ejemplo con seriedad y aplomo.
El fin del ciclo anual es siempre época propicia para la reflexión, el recuento, el corte de caja con nuestra realidad y, desde luego, la formulación de propósitos y nuevos objetivos para el año que inicia. La amarga enseñanza del año que finaliza ofrece la oportunidad de replantearnos la manera en que hasta hoy nos hemos conducido, reflexionar sobre nuestro actuar como individuos y como sociedad y, sobre todo, repensar sobre el futuro que nos espera para acometerlo con las mejores expectativas de éxito o, cuando menos, con los menores fracasos posibles.
Con esta última entrega del año que se marcha, acompaño mis más sinceros deseos de dicha, prosperidad y armonía para nuestros amables lectores en estas Navidades, haciendo votos por un año 2021 con cabal salud y bienestar.