El circo de las vacunas
Fue perfecto para un gobierno que vive del cuento: el show de la recepción de tres mil vacunas Pfizer. Un espléndido montaje con aires de seriedad y hasta suspenso (con anuncio repentino del avión en camino). Un espectáculo que llevaría a cualquier incauto a pensar que Andrés Manuel López Obrador™ realmente quiere proteger la salud de los mexicanos, a creer que el aterrizaje del avión era la cereza del pastel, un paso más en la triunfante estrategia contra el Covid.
Nadie pensaría que se trata de un gobierno fantoche, de un Presidente que no se cansa de fantasear en esas mañaneras e informes que no se cansa de dar. Porque si algo ha buscado AMLO en todo momento es dejar de gastar dinero en medicinas y tratamientos, en pruebas y doctores. Con toda la arrogancia del ignorante que cree que gobernar no es ciencia, destruyó alegando que construiría algo mucho mejor. Ahora presume las ruinas. Lástima que la prioridad que hoy recibe la vacuna Pfizer no la haya recibido la vacuna para prevenir la tuberculosis, o aquella para evitar el sarampión, o los medicamentos necesarios para las quimioterapias de niños con cáncer. Una importancia de la que careció la prueba del tamiz neonatal o para detectar el cáncer de mama.
La pandemia ha servido para ocultar el desastre sanitario que sería México incluso sin el matadero del coronavirus. Realmente, en ese sentido, le vino como anillo al dedo a un López Obrador que solo sabe aplicar la estrategia de tierra quemada. Una destrucción siempre sustentada con el sobado pretexto de arrancar un árbol podrido por las corruptelas de los gobiernos anteriores. Explicación que hoy engaña a muy pocos al provenir del hermano de Pío, cuñado de Concepción y primo de Felipa. Pero AMLO se sigue presumiendo como honrado, y de la misma forma puede fantasear que su Instituto de Salud para el Bienestar ofrece una cobertura y calidad como el sistema de salud danés. Es honrado porque así lo dice, el INSABI funciona a la perfección por la misma razón.
Las vacunas serán en los próximos meses una prueba peculiar para AMLO y una administración plagada de funcionarios igualmente fantoches. Pueden evitar el error de los cubrebocas o los respiradores, el modelo centinela o el semáforo epidemiológico. Esto es, pueden gastar dinero como se debe en estos casos: a raudales para que no falten vacunas ni los medios para que lleguen a todos, en lugar de estar buscando ahorrar para tirar más dinero en Pemex. Puede hacerse una planeación seria de la demandante logística que hace falta, o improvisar como siempre. El gobierno tiene, pues, la rara oportunidad de brillar. Es probable, sin embargo, que las vacunas sean solo un espectáculo, un elemento más de la Aldea Potemkin que es el gobierno obradorista, otro episodio de ineptitud y cinismo. El calendario presentado para la vacunación masiva es poco ambicioso. La distribución de una vacuna que requiere de condiciones extremas de frío será complicada para el gobierno que destruyó las redes privadas (por corruptas, claro) bajo la convicción que hacerlo era tan sencillo como repartir Coca Cola y Sabritas (palabras del Presidente).
Hacer un circo de las vacunas sería, en cambio, lo congruente para la persona que presumió haber domado la pandemia hace meses, un elemento más de un lamentable espectáculo que sería cómico si no fuese tan trágico. Es lo que México ha tenido por más de dos años y probablemente seguirá con su estela de enfermedad, sufrimiento y muerte.