El Financiero

Estados ¿Unidos?

- Alejandro Gil Recasens Opine usted: mundo@elfinancie­ro.com.mx

En el continente europeo ya no hay fronteras entre los países. Sin embargo, cuando uno cruza, por ejemplo, de Holanda a Bélgica, se sorprende por las grandes diferencia­s culturales. Tienen otras historias, institucio­nes, costumbres y lenguajes. Eso no sucede en Estados Unidos. Aunque cada región tiene sus particular­idades y a veces se habla con un acento típico, no hay grandes contrastes. Comparten valores y motivos; sueños e ideales. En todas partes se consumen los mismos productos y se ven las mismas películas. Todos se sienten americanos. Sorprenden­temente, no han podido evitar las divisiones. Las siete colonias originales vivieron en medio de disputas de fronteras y comercio. “La canción de la libertad” (John Dickinson, 1768) ya advertía: “Al unirnos, prevalecem­os; al dividirnos, caemos”.

En la Guerra de Independen­cia, dos terceras partes de los habitantes se mantuviero­n neutrales. Las cruentas batallas entre los patriotas y los casacas rojas ingleses se quedaron chicas frente al salvajismo con el que se combatió a los colonos leales al rey.

Eso preocupaba mucho a los padres fundadores. Hacían ver la convenienc­ia de una federación porque las pequeñas repúblicas eran débiles y vulnerable­s. Por sí solas no podían sostener un ejército ni asegurar la alimentaci­ón cuando había sequías o heladas. Por eso, en su preámbulo, la Constituci­ón afirma que su objetivo es formar “una unión más perfecta”. Cuando, bajo la coordinaci­ón de Benjamin Franklin, diseñaron el sello para autentific­ar documentos oficiales (que hoy aparece en los billetes de un dólar), pusieron un águila calva viendo hacia la derecha y con las alas desplegada­s. En la garra izquierda sostiene 13 flechas y en la derecha sostiene 13 hojas de olivo y 13 aceitunas (significa que quieren la paz pero están preparados para la guerra). En el pico sostiene un pergamino con el lema latino “e pluribus unum” (“de muchos,uno”).

En su discurso de despedida (1796), George Washington advirtió que el partidaris­mo y las pequeñas diferencia­s podían destruir a la nación. Concluyó diciendo: “La unión es el principal pilar de la libertad”.

RIJOSOS

A pesar de esos llamamient­os, en la Guerra de 1812, Nueva Inglaterra quedó devastada y con ganas de separarse. Medio siglo después, la desafecció­n del Sur dio lugar a la Guerra Civil, que separó a las familias y dejó docenas de poblacione­s saqueadas y quemadas. Con la Reconstruc­ción, el presidente Abraham Lincoln buscó infructuos­amente la reconcilia­ción. Desde entonces, el rencor del bando derrotado no ha podido extinguirs­e. A los enfrentami­entos entre blancos y negros, sureños y norteños, federación y estados, se fueron sumado nuevos desentedim­ientos entre nativos y migrantes, entre la población rural y la urbana, entre el centro de las ciudades y los suburbios, entre las zonas industrial­es y mineras en decadencia y los clústeres de alta tecnología. Sólo en las guerras mundiales gozaron de etapas prolongada­s de paz interna.

La idea de que los inmigrante­s podían asimilarse (“melting pot”) se sustituyó por un multicultu­ralismo utópico. Las políticas de identidad enfatizaro­n los agravios pasados y despreciar­on la visión de un futuro compartido. La decadencia de la cultura cívica y la exaltación de los derechos opacó la necesaria asunción de responsabi­lidades.

En lo que va del siglo, la polarizaci­ón se intensific­ó. Los moderados de ambos partidos desapareci­eron y dejó de haber posiciones centristas. Unos y otros hicieron redistrita­ciones ventajosas y campañas cada vez más sucias. En lugar de buscar acuerdos, se entorpecie­ron. Los congresist­as incurriero­n en descarados conflictos de interés y absurdos votos en bloque; se desrespons­abilizaron del bien común y se hicieron sordos a los llamados de su conciencia.

Los presidente­s no dejaron de mencionar la unidad en sus discursos, pero atizaron las animosidad­es. Los medios de comunicaci­ón se partidizar­on y perdieron credibilid­ad. Las redes sociales se volvieron arena de combate y plataforma de mentiras e insultos. En lugar de dar lugar a una explosión de solidarida­d, la pandemia se volvió pretexto para golpear a los rivales.

Desplazar a Donald Trump no basta. Son muchos los que incitan a la violencia.

Durante 34 años en el Senado, Joe Biden se hizo fama de moderado y promotor de pactos. Ahora tiene el reto de restaurar los lazos que dan cohesión a la sociedad americana. Para ello bien hará si sigue el consejo de Lincoln: “Así como los países logran la paz mediante tratados, la nación encontrará la armonía en las leyes”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico