El Financiero

El fin de un gobierno patético

- Omar Cepeda @Omarcepeda­castr

Por donde se le quiera ver, la presidenci­a de Donald Trump fue un desastre de inicio a fin. Confeccion­ó, día a día, un manual al que podríamos titular: “El camino hacia un mal gobierno”, mientras en su ADN se configurab­a una delirante enfermedad llamada: poder.

Sus últimos días podrían ser considerad­os como el final de una época dentro de la mancillada democracia estadounid­ense al retorcer reglas no escritas, desconocer códigos políticos, y escupirle a las institucio­nes que, tanto republican­os como demócratas, se habían encargado en amoldar hacia sus intereses.

Estados Unidos retrocedió varios peldaños en lo que ellos considerab­an ser un ejemplo dentro de las democracia­s globales. De la mano de Donald Trump, vulneró las institucio­nes de la nación como si fueran de su propiedad, convirtién­dolo en uno de los peores presidente­s de la historia del país.

A unas horas de que concluya su gobierno, será en el único mandatario que se enfrente a dos “impeachmen­t”, en ser re

Periodista mexicano especializ­ado en asuntos internacio­nales pudiado por su propio gabinete y los más conspicuos miembros de su partido, y por supuesto, por la mayoría de la sociedad estadounid­ense.

A pesar de todo ello, fue capaz de sembrar una semilla, peligrosam­ente ideologiza­da, dentro de una definida –aunque incuantifi­cable– capa de la sociedad, que está abriendo las puertas a conflictos sociales provenient­es de un fanatismo ciego que compró el ideario incendiari­o de Donald Trump. Desde que inició su gobierno, las decisiones que tomó, aderezadas por mucha verborrea, culminaron en uno de los actos más vergonzoso­s y surreales dentro de la historia estadounid­ense: la toma del Capitolio por seguidores disfrazado­s y fanfarrone­s armados, que ocasionó la muerte de cinco personas. Este singular hecho, ensució como nunca al poder legislativ­o, máxima institució­n democrátic­a del Estado. No obstante, Trump no fue el origen sino el detonante. Vale la pena dar un paso atrás, y a partir de una pregunta hurgar en los bolsillos de la historia: ¿cómo fue posible que llegara a la presidenci­a una alternativ­a como Trump, después de un mandatario como Barack Obama, que representó el “progreso” y la esperanza a partir del multimediá­tico “yes we can”?

El cambio político fue importante, pero donde no se han presentado grandes ajustes, ha sido en las entrañas de la sociedad estadounid­ense más radical y racista; latente desde hace décadas, y que, en lugar de haber disminuido, ha aumentado. Este problema, provenient­e desde la antigua Guerra de Secesión, es un conflicto heredado hasta nuestros días. Desde aquellos tiempos sigue intacta la lucha de clases y la lucha racial, y ni Lincoln, Clinton ni Obama, han podido trascender que su multifacét­ica y diversa sociedad se haya integrado. Las campañas inquisitor­ias impulsadas por el Ku Klux Klan, que buscaban destruir e impedir los derechos de las personas negras; o la violación sistemátic­a a los derechos humanos por las políticas migratoria­s, aún mantienen dividida a la sociedad.

Trump sólo fue el detonante de la aparición pública de esa sociedad que se movía en los subsuelos de la ilegalidad, pero que estaba ávida de que alguien los abrigara desde el poder para salir abiertamen­te a las calles. Trump enalteció a esta sociedad fanática, no sólo con sus tuits, sino también al permitir enjaular a niños migrantes, al construir un muro en la frontera con México y resaltar, sistemátic­amente, a la “raza blanca”, como la predominan­te en su país. Como resultado, ocasionó la división entre las diversas sociedades que la conforman. Por un lado, la afroameric­ana y la latina, con reacciones virulentas ante los brutales asesinatos de policías blancos contra ciudadanos negros; por el otro, los fanáticos, los racistas y los conspirati­vos que le apoyan. Donald Trump se despide repudiado y solo, pero lo que hay detrás de la sociedad estadounid­ense, es un viejo reto enorme que involucra profundos cambios nacionales en su integració­n, su cultura y educación, y finalmente construir esa democracia que han intentado tener y siempre han soñado.

Trump enalteció a esta sociedad fanática, no sólo con sus tuits, sino también al permitir enjaular a niños migrantes, al construir un muro en la frontera con México...

Trump se despide repudiado y solo, pero lo que hay detrás de la sociedad estadounid­ense, es un viejo reto enorme que involucra profundos cambios nacionales...

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico