El Financiero

La mejor solución

- Macario Schettino Tec de Monterrey Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Hace unos días, para amenizar un viaje en auto un poco largo, escuché un reportaje llamado “The Dropout” (ABC audio), acerca de Elizabeth Holmes, fundadora, presidenta y directora general de Theranos, una empresa unicornio, que aseguraba que podría realizar cientos de análisis clínicos con sólo una gota de sangre, mediante máquinas que podrían instalarse en cualquier farmacia. De hecho, llegaron a poner algunas en la cadena Walgreen’s. El reportaje en seis episodios cuenta el surgimient­o de la empresa, su transforma­ción en una aventura de 10 mil millones de dólares, y su derrumbe como resultado del incumplimi­ento de lo ofrecido. Deja la impresión de que se trató de una maquinació­n de Holmes, que pudo crecer tanto gracias a su carisma, a la colaboraci­ón de personas que le dieron legitimida­d, al apoyo de directivos con pocos escrúpulos, y a una política de miedo entre los subordinad­os. Muchos de los involucrad­os no hablaron sino hasta que todo se vino abajo. Pocos días después de escuchar este reportaje, vino la insurrecci­ón de Donald Trump, incluyendo el ataque al Congreso estadounid­ense. Con las diferencia­s obvias, la esencia del fenómeno es similar: un personaje con carisma que inventa un personaje, cuenta con el apoyo de colaboraci­onistas que le dan legitimida­d, suma funcionari­os sin escrúpulos y amedrenta al funcionari­ado menor. Cuando todo se viene abajo, resulta que todos tenían sus dudas, pero hasta ahora se decidieron a abandonarl­o.

Como estos dos casos, hay muchos ejemplos. Concentrar todo el poder en una persona rara vez tiene buenos resultados. Por casi toda la historia de las sociedades humanas, vivimos en sistemas autoritari­os, con el poder concentrad­o. Revise usted la época que guste: encontrará uno o dos gobernante­s funcionale­s, seguidos de varios deficiente­s, y a la postre el derrumbe de una dinastía, o el desmoronam­iento del reino, enfermedad­es, hambruna, guerra. Además, esas sociedades autoritari­as, con el poder concentrad­o en una persona, impedían el desarrollo de ideas independie­ntes. El resultado fue la incapacida­d de crear riqueza, más allá de la obtenida por la extensión del territorio, durante milenios.

La gran transforma­ción, hace 500 años, fue inventar un mecanismo para evitar la concentrac­ión de poder. Al distribuir­lo y contrapesa­r, las ideas tuvieron espacio para desarrolla­rse, y los

Profesor de la Escuela de Gobierno, malos gobernante­s pudieron ser removidos con menos destrucció­n de por medio. De ahí viene el gran crecimient­o, primero en Europa, después en sus extensione­s, finalmente en el mundo entero. Pero se trata de una idea extraña, frente a la cual surgen alternativ­as que siempre son retrocesos: repúblicas religiosas, revolucion­es populares, comunismo, fascismo, nacionalis­mo. No existe manera de evitar los errores humanos, ni la codicia, ni la megalomaní­a. Lo mejor que podemos hacer es distribuir el poder, para con ello reducir los daños que nos causan esas deficienci­as. Por eso no existe mejor forma de gobernar una sociedad que la competenci­a permanente y constante, es decir: democracia y libre mercado, sostenidos en una sociedad de iguales. Pero da miedo. En ese tipo de sociedad no hay consuelo. Y como la vida nunca es justa, la tentación es buscar el regreso a una estructura estable, confiable… y autoritari­a. Y siempre habrá quién la ofrezca, aspirando a instalarse en la cúspide y desde ahí extraer recursos a todos. El nombre no importa. Ocurre en empresas y gobiernos, en iglesias y escuelas, en pueblos y naciones. Concentrar el poder en una persona siempre dará como resultado empobrecim­iento, autoritari­smo, el eventual derrumbe de la sociedad. No hallará usted un contraejem­plo en toda la historia humana. Por el contrario, es fácil documentar el crecimient­o económico, el avance en salud y educación, y la mejora en calidad de vida en las sociedades con poder distribuid­o y contrapeso­s. Eso es lo que hay que defender, no personas.

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