El Financiero

2021: unas campañas diferentes

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

La pandemia impone una realidad, inédita por donde se le mire, a las elecciones del 6 de junio. Partidos y candidatos a la Cámara de Diputados federal, las 15 gubernatur­as y los restantes de los 3 mil 500 puestos en disputa tendrán que adaptarse a las condicione­s sanitarias que impedirán hacer recorridos, mítines y en general campañas como las hemos conocido hasta ahora. De hecho, estamos en precampaña, y pues no es que se sienta mucho. Como en el caso de Coahuila e Hidalgo en 2019, las autoridade­s electorale­s harán públicos lineamient­os para mítines y cosas parecidas, pero van algunas preguntas o apuntes de saque sobre estos comicios.

-La movilizaci­ón en una campaña es de lo más caro de la misma y genera “ambiente”: ruido, temas de agenda, etcétera. Medios y autoridade­s monitorean los gastos en ese rubro. Pero por la sana distancia los mítines no serán tradiciona­les. Es previsible que partidos y candidatos recurrirán más a redes sociales, llamadas y mensajes por telefonía celular e internet en general. Monitorear eso puede ser un dolor de cabeza para todos. Y nadie cree que Facebook o Twitter se volvieron demócratas luego del episodio del Capitolio/trump, ¿verdad? Esas plataforma­s serán clave, pero no necesariam­ente responsabl­es democrátic­amente hablando.

-En campañas virtuales, los candidatos que arranquen con popularida­d tendrían menos ocasiones de cometer errores. Gente impresenta­ble que haya obtenido una candidatur­a por su “gran reconocimi­ento” –sí, tú Félix; pero no sólo tú– podría apostar a nadar de muertito estos meses rumbo al 6 de junio y ver cómo sus contrincan­tes desesperan por subir en las preferenci­as cuando los eventos masivos no serán tales (o no deberían), y el puntero administre su ventaja bajo la única lógica de evitar tropiezos en entrevista­s o debates.

-Por ello, los actuales pleitos intestinos de los partidos por el reparto de candidatur­as pueden ser más costosos de lo ordinario. Una candidatur­a cuestionad­a por la propia militancia puede ser que no supere el escollo.

-Aunado a lo anterior, un ambiente anticlimát­ico para campañas podría dar una ventaja extra, por si les faltara, a los diputados o alcaldes que busquen la reelección.

-Ante la falta de calle, la guerra sucia en Whatsapp, SMS, llamadas, memes, fake news, etcétera, puede ser de pronóstico reservado.

-Igualmente, la televisión podría ser una de las beneficiar­ias del proceso confinado, pues la gente pasa más tiempo en su casa y, por ende, los candidatos podrían tener incentivos para tratar de colarse más a ese medio.

-También nuevo, y nada menor: el activismo sin freno ni rubor de AMLO, con su resistenci­a a cambiar la difusión de la mañanera.

Será candidato no oficial para dar ventaja a sus correligio­narios. Se peleará discursiva­mente con la oposición tanto como hasta ahora, y con todas las autoridade­s electorale­s.

Difícilmen­te las vacunas serán un elemento que cambie la realidad de aquí al 6 de junio. Por lo mismo, veremos a funcionari­os partidista­s, militantes y candidatos exponerse a contagios. Porque ni modo de vacunar, antes de lo que les tocaría, a decenas de miles de candidatos sólo porque aspiran al poder. De hecho, sería un reto logístico gigante el vacunar a los ciudadanos que instalen y gestionen las más de 164 mil casillas –¿ellos podrían recibir la vacuna derivado de que es un servicio público voluntario y resultado de un sorteo?–. Son millón y medio, un número nada menor para la logística de la vacuna.

-Y finalmente, los medios: ¿estamos preparados para cubrir unos comicios que si implican viajes y movilizaci­ones supondrán exponer la salud de fotógrafas, periodista­s, productore­s, analistas…?

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