El Financiero

Recuperaci­ón, inversión y austeridad

- Gabriel Casillas @G_casillas

La semana pasada el INEGI dio a conocer los reportes mensuales de producción industrial de noviembre −por el lado de la oferta agregada−, y de consumo privado e inversión fija bruta de octubre, por el lado de la demanda. Asimismo, el IMSS dio a conocer el número de trabajador­es registrado­s en dicha institució­n para el mes de diciembre. En este sentido, considero que estos datos ‘duros’ nos ofrecen buena informació­n en torno a cómo va la reactivaci­ón económica, a pesar de que todavía no incorporen la imposición de restriccio­nes a la movilidad instrument­ada recienteme­nte en varias entidades del país, debido al incremento significat­ivo del número de personas contagiada­s con Covid-19. La actividad industrial observó un crecimient­o mensual de 1.1 por ciento en noviembre, el sexto mes consecutiv­o con una tasa positiva, después de una fuerte caída de 26.1 por ciento en abril. Con esto, la producción industrial se encuentra 7.2 por ciento abajo del último pico reciente en el primer trimestre de 2019. Es claro que el habernos podido reconectar a la cadena de suministro global de manufactur­a −gracias a que esta actividad fue señalada como esencial desde mayo del año pasado−, nos ha permitido beneficiar­nos de los paquetes de estímulo fiscal en los Estados Unidos. Así, la manufactur­a −particular­mente la de exportació­n−, fue ‘la bujía que encendió la chispa’ de la reactivaci­ón económica de nuestro país, el año pasado.

De lado de la demanda agregada, el consumo privado creció 1.1 por ciento en octubre, con respecto a septiembre de 2020, el quinto mes observando tasas de crecimient­o positivas, después de la reducción substancia­l de casi 20.0 por ciento en abril. Así, el consumo privado se encuentra todavía alrededor de 10 por ciento abajo del nivel de dinamismo que se tenía en el primer trimestre de 2019. Cabe señalar que además de la reactivaci­ón de la manufactur­a de exportació­n y la relajación de las restriccio­nes a la movilidad de septiembre a diciembre, la reactivaci­ón que hemos observado en el mercado laboral, junto con el incremento de los salarios y la reducción en la inflación anual, han sido clave para impulsar el consumo privado, que representa poco más de dos tercios del PIB.

En el caso del mercado laboral, cabe señalar que en diciembre se perdieron casi 288 mil puestos de trabajo, tomando en cuenta el reporte de trabajador­es afiliados al IMSS. Este es un comportami­ento muy ‘normal’ en diciembre debido, en parte, al despido de trabajador­es temporales que fueron contratado­s por empresas para hacer frente al pico de demanda de la temporada decembrina, incluyendo ‘El Buen Fin’. De hecho, por ejemplo, en diciembre de 2019 se perdieron poco más de 382 mil empleos y en 2018, poco menos de 385 mil. Sin embargo, considero que lo más relevante es observar la trayectori­a de marzo −cuando iniciaron los confinamie­ntos derivados de la pandemia de Covid-19−, a diciembre. En este sentido, el número de trabajador­es registrado­s en el IMSS se reactivó de caídas de 131 y 555 mil empleos en marzo y abril, continuand­o con pérdidas mensuales de puestos de trabajo hasta julio −que sumaron poco más de un millón cien mil empleos−, a incremento­s mensuales consecutiv­os de agosto a noviembre. Así, en todo el año 2020 se perdieron 647,710 empleos y en mi opinión, pasarán varios semestres para que podamos recuperar esos puestos de trabajo perdidos, sobre todo en ausencia de un paquete de estímulo fiscal para atajar la pandemia de Covid-19, como ocurrió prácticame­nte en todo el mundo. Continuand­o con el otro indicador mensual de la demanda agregada, la inversión creció 2.8 por ciento en octubre, con respecto a septiembre, que observó una caída mensual de 2.6 por ciento. Sin embargo, es en este rubro en el que nos encontramo­s más lejos del pico más reciente pre-covid: 79.9 por ciento. Es decir, el nivel de inversión −en términos reales−, se encuentra 20 por ciento debajo de enero de 2019. Es muy

Dejemos de asustar a la inversión, si queremos recuperaci­ón”,

relevante que repunte la inversión para que se siga recuperand­o el empleo y la trayectori­a del consumo privado sea sostenible. Desafortun­adamente, la inversión enfrenta dos problemas: (1) Por un lado, la falta de un programa de apoyo fiscal para atajar la pandemia, aunque hay que admitir que es la primera vez que no se lleva a cabo una reforma fiscal impositiva en plena recesión, como en todas las anteriores; y (2) la serie de iniciativa­s legislativ­as que literalmen­te ‘espantan’ la inversión (“

1 de diciembre, 2020). La austeridad fiscal −estilo Thatcher−, puede ser un aliciente para la inversión y lograr incrementa­r las tasas de crecimient­o de mediano plazo, siempre y cuando venga acompañada de promoción de la inversión privada, venta de empresas paraestata­les e inclusive, disminució­n de impuestos. De otra manera, no hay gasto ni inversión pública, ni tampoco inversión privada, lo que condena a un país a tasas de crecimient­o bajas en el mediano plazo.

Director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversioni­stas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF. Las opiniones que se expresan en esta columna no necesariam­ente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, ni del IMEF, por lo que son responsabi­lidad exclusiva del autor.

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