Recuperación, inversión y austeridad
La semana pasada el INEGI dio a conocer los reportes mensuales de producción industrial de noviembre −por el lado de la oferta agregada−, y de consumo privado e inversión fija bruta de octubre, por el lado de la demanda. Asimismo, el IMSS dio a conocer el número de trabajadores registrados en dicha institución para el mes de diciembre. En este sentido, considero que estos datos ‘duros’ nos ofrecen buena información en torno a cómo va la reactivación económica, a pesar de que todavía no incorporen la imposición de restricciones a la movilidad instrumentada recientemente en varias entidades del país, debido al incremento significativo del número de personas contagiadas con Covid-19. La actividad industrial observó un crecimiento mensual de 1.1 por ciento en noviembre, el sexto mes consecutivo con una tasa positiva, después de una fuerte caída de 26.1 por ciento en abril. Con esto, la producción industrial se encuentra 7.2 por ciento abajo del último pico reciente en el primer trimestre de 2019. Es claro que el habernos podido reconectar a la cadena de suministro global de manufactura −gracias a que esta actividad fue señalada como esencial desde mayo del año pasado−, nos ha permitido beneficiarnos de los paquetes de estímulo fiscal en los Estados Unidos. Así, la manufactura −particularmente la de exportación−, fue ‘la bujía que encendió la chispa’ de la reactivación económica de nuestro país, el año pasado.
De lado de la demanda agregada, el consumo privado creció 1.1 por ciento en octubre, con respecto a septiembre de 2020, el quinto mes observando tasas de crecimiento positivas, después de la reducción substancial de casi 20.0 por ciento en abril. Así, el consumo privado se encuentra todavía alrededor de 10 por ciento abajo del nivel de dinamismo que se tenía en el primer trimestre de 2019. Cabe señalar que además de la reactivación de la manufactura de exportación y la relajación de las restricciones a la movilidad de septiembre a diciembre, la reactivación que hemos observado en el mercado laboral, junto con el incremento de los salarios y la reducción en la inflación anual, han sido clave para impulsar el consumo privado, que representa poco más de dos tercios del PIB.
En el caso del mercado laboral, cabe señalar que en diciembre se perdieron casi 288 mil puestos de trabajo, tomando en cuenta el reporte de trabajadores afiliados al IMSS. Este es un comportamiento muy ‘normal’ en diciembre debido, en parte, al despido de trabajadores temporales que fueron contratados por empresas para hacer frente al pico de demanda de la temporada decembrina, incluyendo ‘El Buen Fin’. De hecho, por ejemplo, en diciembre de 2019 se perdieron poco más de 382 mil empleos y en 2018, poco menos de 385 mil. Sin embargo, considero que lo más relevante es observar la trayectoria de marzo −cuando iniciaron los confinamientos derivados de la pandemia de Covid-19−, a diciembre. En este sentido, el número de trabajadores registrados en el IMSS se reactivó de caídas de 131 y 555 mil empleos en marzo y abril, continuando con pérdidas mensuales de puestos de trabajo hasta julio −que sumaron poco más de un millón cien mil empleos−, a incrementos mensuales consecutivos de agosto a noviembre. Así, en todo el año 2020 se perdieron 647,710 empleos y en mi opinión, pasarán varios semestres para que podamos recuperar esos puestos de trabajo perdidos, sobre todo en ausencia de un paquete de estímulo fiscal para atajar la pandemia de Covid-19, como ocurrió prácticamente en todo el mundo. Continuando con el otro indicador mensual de la demanda agregada, la inversión creció 2.8 por ciento en octubre, con respecto a septiembre, que observó una caída mensual de 2.6 por ciento. Sin embargo, es en este rubro en el que nos encontramos más lejos del pico más reciente pre-covid: 79.9 por ciento. Es decir, el nivel de inversión −en términos reales−, se encuentra 20 por ciento debajo de enero de 2019. Es muy
Dejemos de asustar a la inversión, si queremos recuperación”,
relevante que repunte la inversión para que se siga recuperando el empleo y la trayectoria del consumo privado sea sostenible. Desafortunadamente, la inversión enfrenta dos problemas: (1) Por un lado, la falta de un programa de apoyo fiscal para atajar la pandemia, aunque hay que admitir que es la primera vez que no se lleva a cabo una reforma fiscal impositiva en plena recesión, como en todas las anteriores; y (2) la serie de iniciativas legislativas que literalmente ‘espantan’ la inversión (“
1 de diciembre, 2020). La austeridad fiscal −estilo Thatcher−, puede ser un aliciente para la inversión y lograr incrementar las tasas de crecimiento de mediano plazo, siempre y cuando venga acompañada de promoción de la inversión privada, venta de empresas paraestatales e inclusive, disminución de impuestos. De otra manera, no hay gasto ni inversión pública, ni tampoco inversión privada, lo que condena a un país a tasas de crecimiento bajas en el mediano plazo.
Director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF. Las opiniones que se expresan en esta columna no necesariamente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, ni del IMEF, por lo que son responsabilidad exclusiva del autor.