El Financiero

¡Cállate chachalaca!

- Luis Luiscarlos Carlos Ugaldeg Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx @Lcugalde

Así le gritó en varias ocasiones el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador al presidente Vicente Fox durante la campaña presidenci­al de 2006. AMLO lo acusaba de imprudenci­a verbal. Durante una gira por Oaxaca, a casi 100 días de la elección presidenci­al, López Obrador se refirió a las críticas que Vicente Fox hizo a su propuesta de bajar los precios de los combustibl­es y dijo: “¡Cállese, ciudadano presidente!, deje de estar gritando como chachalaca”.

Al día siguiente, el 16 de marzo de 2006, se refirió al entonces presidente Fox como la “chachalaca mayor” y arremetió nuevamente: “¡Cállate chachalaca!”. Efectivame­nte, Fox fue imprudente y no se comportó como jefe de Estado. El “cállate chachalaca” de López Obrador fue un grito de enojo frente al activismo verbal que desplegó el presidente Fox. Aunque jamás pidió el voto a favor o en contra de candidato alguno, se dedicó a hacer alusiones para atacar a López Obrador. Fox era agresivo y buscaba radicaliza­r a su enemigo. En una ocasión, durante una gira por Chihuahua, inició su discurso diciendo:

“Mi gobierno vomita la demagogia, el populismo, el engaño y la mentira”.

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“En una democracia no se vale callar a nadie”. Así decía el presidente Fox cuando el entonces IFE lo conminó a mantener neutralida­d durante el proceso electoral. “Todo mundo me ataca, tengo derecho a defenderme”, decía. En lugar de ser un activo para el proceso electoral, se convirtió en un pasivo.

López Obrador se ha convertido en un clon de su archienemi­go. Además del activismo verbal, repite los mismos argumentos: “Censura, me quieren silenciar. Tengo derecho a decir lo que pienso”, dice una y otra vez para defenderse de la Constituci­ón que establece el principio de neutralida­d para todos los servidores públicos.

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Mario Delgado, presidente de Morena, acusó al INE de censurar al presidente para apoyar a la oposición. Ciertament­e me parece anacrónico que México tenga tales restriccio­nes a la libertad de expresión de servidores públicos –pero mientras la Constituci­ón lo establezca debe cumplirse, sin alegatos y sin acusacione­s de conspiraci­ón.

Una versión similar fue publicada en este espacio el 30 de junio de 2020.

Además, se trata de un asunto de congruenci­a política: fueron las quejas de López Obrador en 2006 las que llevaron a una reforma electoral restrictiv­a en 2007 que –efectivame­nte– limita la libertad de expresión, no solo de servidores públicos sino también de particular­es quienes no pueden expresar sus puntos de vista con publicidad pagada en medios electrónic­os de comunicaci­ón.

Pero acusar al INE de torpedear al presidente de la República es irresponsa­ble y sumamente riesgoso. El corolario es obvio: si López Obrador y Mario Delgado acusan de parcialida­d a la autoridad electoral sin reconocer que se trata de un asunto legal, muchos candidatos perdedores de Morena –gobernador­es, alcaldes o diputados– podrán argumentar que su derrota es obra del INE y gestar así conflictos poselector­ales en diversas regiones del país una vez que concluya la elección.

La de 2021 se puede convertir en la elección más conflictiv­a de la historia moderna de México, más incluso que la de 2006. En lugar de ser un espacio para la distensión, las elecciones pueden ser un pretexto para mayor polarizaci­ón y conflicto.

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