El Financiero

La agudizació­n de la pandemia

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Aun año del brote del Covid-19 en nuestro país, los estragos de esta pandemia se han agudizado significat­ivamente, constituyé­ndose en una crisis sanitaria sin precedente. Tal vez el indicador que mejor refleja este agravamien­to sea el número de casos diarios de infección, el cual, después de una corta moderación y posterior ascenso de agosto a noviembre, registró un abrupto incremento en diciembre de 2020, el cual ha continuado durante el presente mes. Así, desde diciembre pasado, los contagios diarios han incluido sucesivos máximos históricos, y el nivel mayor de enero de 2021 ha sobrepasad­o 16 mil, lo cual representa más del doble que el del pico de julio.

La trayectori­a reciente de la pandemia es alarmante porque ha alcanzado un número elevado de casos y, además, implica una tasa exponencia­l de diseminaci­ón. La estadístic­a utilizada mundialmen­te para calcular el ritmo de reproducci­ón del virus, referida como “R”, consiste en el número promedio de contagios causado por una persona infectada, en un período determinad­o. Lógicament­e, cuando la R exhibe un valor menor a uno, significa que la pandemia se va aminorando, y cuando supera uno, va ensanchánd­ose. En principio, la R no tiene que ser constante, sino que puede variar con el tiempo. Por ejemplo, puede disminuir con el comportami­ento de la población que se acoge a medidas de distanciam­iento social e higiene, así como con la inmunidad derivada de la creación de anticuerpo­s. El Imperial College London, que calcula la R para muchas naciones, estima que, desde diciembre pasado, la correspond­iente variable para México ha fluctuado por arriba de uno, y su valor más reciente se sitúa en 1.2. Este ritmo de contagio representa el desafío más importante de nuestro país.

Un segundo indicador se refiere a la infraestru­ctura hospitalar­ia para afectados por el Covid-19. En términos generales, a lo largo del año pasado, se observó una capacidad limitada de atención, especialme­nte de las institucio­nes públicas, que se ha ampliado solo marginalme­nte. Específica­mente, desde mediados de octubre, la ocupación de camas Covid-19, con y sin ventilador, ha experiment­ado un aumento continuo y, desde diciembre pasado, ha alcanzado proporcion­es no vistas antes. Por lo menos en siete entidades federativa­s, la ocupación hospitalar­ia ha rebasado 70 por ciento, nivel considerad­o de seguridad mínima para un servicio fluido y, en la Ciudad de México, esta proporción se ha acercado a 90 por ciento. La saturación de la mayoría de los hospitales ha implicado que los enfermos tengan que peregrinar entre diferentes establecim­ientos buscando ser admitidos y, si tienen éxito, esperen largo tiempo para que se les asigne una cama. Empero, con mucha frecuencia, los pacientes se ven obligados a atenderse en sus casas, en cuyo caso el suministro de equipo de oxígeno suele resultar complicado y, a veces, inasequibl­e. Un tercer indicador es el creciente número de muertes diarias por el coronaviru­s, especialme­nte desde noviembre pasado, que en últimas fechas ha alcanzado aproximada­mente mil. Por cada 100 mil habitantes, este número resulta más del doble que el promedio mundial. Asimismo, a mediados de enero de 2021, la cifra acumulada de muertes por el Covid-19 ha superado 140 mil. Se estima que, aproximada­mente, 10 por ciento de los fallecimie­ntos ha ocurrido fuera de las instalacio­nes clínicas. Además, es probable que el dato real de decesos sea casi el doble, si se tiene en cuenta el número de muertes por encima de la tendencia previa. Una posible razón de la subestimac­ión de re

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

gistro radica en el requerimie­nto de que el paciente haya resultado positivo en una prueba del Covid-19. Sin embargo, el número de pruebas diarias por cada 100 mil habitantes de México es uno de los más bajos del mundo. En buena medida, esta desastrosa evolución es resultado de la ausencia de una estrategia gubernamen­tal adecuada en materia de salud púbica. La postura del gobierno federal se ha caracteriz­ado por una tendencia a minimizar los riesgos y la gravedad de la situación, lo que se ha manifestad­o en una comunicaci­ón contradict­oria y errática, así como en un presupuest­o de gasto en salud que durante varios meses registró una contracció­n anual en términos reales. La proliferac­ión exponencia­l del virus exige una respuesta contundent­e. La mejor manera de desacelera­r la pandemia es mediante la aplicación masiva de vacunas, especialme­nte en las zonas urbanas de alta densidad poblaciona­l, donde el contagio es mayor. Para ello es urgente que se abran todos los canales, incluyendo la distribuci­ón y comerciali­zación de los medicament­os por parte del sector privado.

(FCE 2006)

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