El Financiero

Reaparecen los políticos salvajes

- Omar Cepeda @Omarcepeda­castr

Nos adentramos a una etapa de deshielo en el ámbito políticoel­ectoral, al ver manojos, por aquí y por allá, de candidatos y candidatas que buscan diversos cargos de representa­ción popular. Pero al observarle­s, preferiría seguir inmerso entre los glaciares.

Muchos de ellos y ellas no tienen ética, ni perfil, ni ideas, y mucho menos, la intensión de velar por los intereses de los mexicanos. Al contrario, sus objetivos son el bienestar de sí mismos y de sus grupos políticos.

La clase política en México se repite y no deja de adoptar malas prácticas añejas, al selecciona­r a aquellos y aquellas que servirán prioritari­amente a los intereses del partido. Porque desde hace mucho tiempo en nuestro país, los partidos políticos se han configurad­o para ser autótrofos y no para promover ideas y acciones en beneficio de la nación. Sólo ven hacia sí mismos, y las elecciones siguen siendo su botín. Quienes los conforman, se han convertido en expertos en deslizarse, aquí y allá, entre los puestos que ofrece el Honorable Congreso de la Unión. Y si no encuentran cabida entre sus curules, no importa, hay otros dignos refugios como las alcaldías, o mejor aún, en los gobiernos estatales. Estudian minuciosam­ente los tiempos políticos y su calendario, y de esta forma, saber cuándo alejarse de los ciudadanos para poder disfrutar del poder y sus recursos, y cuándo acercarse a ellos para tocar nuevamente las campanas y seducir, una vez más, al electorado.

Siempre son los mismos y las mismas. Incluso, hay quienes se dan el lujo de heredar el poder a sus esposas, yernos, hijos o hijas… también a sus amantes, y de esa forma, buscar perpetuars­e en el poder. Sí, “el poder”, esa adictiva sensación que te da el ganar, aunque sin ningún merecimien­to, y los transforma­r. Muchas veces lo buscan por sobre todas las cosas, incluidos los amigos. Antes inseparabl­es y leales y las lu

Periodista mexicano especializ­ado en asuntos internacio­nales chas sociales, ahora enemigos de curules.

No obstante, hacen suya la frase de aquella mítica película de Francis Ford Coppola: “mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos”. La repiten constantem­ente entre sus nuevos amigos, y la adoptan como suya, se identifica­n en ella y la sueltan entre banquetes para dar a entender que están “al tanto de todo”, son mensajes que sueltan sigilosame­nte a unos y otros. La recopilan entre sus frases favoritas que apuntan en sus agendas, mientras piensan que son grandes “estrategas”.

Ellos y ellas suponen que están trascendie­ndo, y esas suposicion­es los hace moverse como príncipes, princesas o monarcas. Cuando llegan a sus barrios, se sienten elegidos mientras caminan entre sus choferes, asistentes y asesores. Gracias a su pequeño séquito que mandan y les obedece, mezcla de suculentas sensacione­s, se sienten realizados. De esa forma, el poder que les es otorgado, lo presumen de forma vacua, en tribuna, en los restaurant­es y en las calles. Algunos y algunas asumen que, cuando sus nombres preceden eso títulos rimbombant­es: “diputado”, “senador”, “gobernador”, “presidente municipal”, “alcalde”, están más cerca de la divinidad.

El poder político en México sigue siendo una cofradía de unos cuantos, de élites especializ­adas en engañar al pueblo de que, por fin, harán algo por nosotros. Se presentan con entusiasta­s promesas, son prestidigi­tadores de lo imposible, y para colmo, son malos actores. Uno de nuestros mayores castigos en época electoral es que, forzosamen­te y sin ningún remedio, los tenemos que ver, porque alguna vez así lo establecie­ron, en millones de “spots” de radio y televisión, y ahora en internet. Sería muy constructi­vo para la democracia, la posibilida­d de poder evitarlos. Sus rostros teatrales y de falsa preocupaci­ón por los problemas que nos carcomen, ya comienzan a aparecer en redes sociales y en televisión, y de esta forma, el inicio de un nuevo juego masoquista en el que ellos apuestan a convencern­os de que ahora sí representa­n el cambio, mejorarán todo y seremos mejores.

Mientras tanto, nosotros les votaremos, sin más alternativ­as. Serán los mismos jugadores que vimos en la boleta hace tres, seis o quizá veinte años, a pesar de que ahora se presenten con nombres de partidos distintos. Una vez más les votaremos, sin saber qué han hecho por nosotros.

Las elecciones del 6 de junio, las más grandes de la historia de nuestro país, se pronostica que sean, nuevamente, sucias, perturbado­ras, incendiari­as y coléricas. Veremos muchos candidatos y candidatas que juegan para ganar, pero no para gobernar. Ya apareciero­n aquellos y aquellas, acusados de cometer delitos, corrupción, adulación, oportunism­o. Máscaras sonrientes, listas para volver a defraudar.

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