Reaparecen los políticos salvajes
Nos adentramos a una etapa de deshielo en el ámbito políticoelectoral, al ver manojos, por aquí y por allá, de candidatos y candidatas que buscan diversos cargos de representación popular. Pero al observarles, preferiría seguir inmerso entre los glaciares.
Muchos de ellos y ellas no tienen ética, ni perfil, ni ideas, y mucho menos, la intensión de velar por los intereses de los mexicanos. Al contrario, sus objetivos son el bienestar de sí mismos y de sus grupos políticos.
La clase política en México se repite y no deja de adoptar malas prácticas añejas, al seleccionar a aquellos y aquellas que servirán prioritariamente a los intereses del partido. Porque desde hace mucho tiempo en nuestro país, los partidos políticos se han configurado para ser autótrofos y no para promover ideas y acciones en beneficio de la nación. Sólo ven hacia sí mismos, y las elecciones siguen siendo su botín. Quienes los conforman, se han convertido en expertos en deslizarse, aquí y allá, entre los puestos que ofrece el Honorable Congreso de la Unión. Y si no encuentran cabida entre sus curules, no importa, hay otros dignos refugios como las alcaldías, o mejor aún, en los gobiernos estatales. Estudian minuciosamente los tiempos políticos y su calendario, y de esta forma, saber cuándo alejarse de los ciudadanos para poder disfrutar del poder y sus recursos, y cuándo acercarse a ellos para tocar nuevamente las campanas y seducir, una vez más, al electorado.
Siempre son los mismos y las mismas. Incluso, hay quienes se dan el lujo de heredar el poder a sus esposas, yernos, hijos o hijas… también a sus amantes, y de esa forma, buscar perpetuarse en el poder. Sí, “el poder”, esa adictiva sensación que te da el ganar, aunque sin ningún merecimiento, y los transformar. Muchas veces lo buscan por sobre todas las cosas, incluidos los amigos. Antes inseparables y leales y las lu
Periodista mexicano especializado en asuntos internacionales chas sociales, ahora enemigos de curules.
No obstante, hacen suya la frase de aquella mítica película de Francis Ford Coppola: “mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos”. La repiten constantemente entre sus nuevos amigos, y la adoptan como suya, se identifican en ella y la sueltan entre banquetes para dar a entender que están “al tanto de todo”, son mensajes que sueltan sigilosamente a unos y otros. La recopilan entre sus frases favoritas que apuntan en sus agendas, mientras piensan que son grandes “estrategas”.
Ellos y ellas suponen que están trascendiendo, y esas suposiciones los hace moverse como príncipes, princesas o monarcas. Cuando llegan a sus barrios, se sienten elegidos mientras caminan entre sus choferes, asistentes y asesores. Gracias a su pequeño séquito que mandan y les obedece, mezcla de suculentas sensaciones, se sienten realizados. De esa forma, el poder que les es otorgado, lo presumen de forma vacua, en tribuna, en los restaurantes y en las calles. Algunos y algunas asumen que, cuando sus nombres preceden eso títulos rimbombantes: “diputado”, “senador”, “gobernador”, “presidente municipal”, “alcalde”, están más cerca de la divinidad.
El poder político en México sigue siendo una cofradía de unos cuantos, de élites especializadas en engañar al pueblo de que, por fin, harán algo por nosotros. Se presentan con entusiastas promesas, son prestidigitadores de lo imposible, y para colmo, son malos actores. Uno de nuestros mayores castigos en época electoral es que, forzosamente y sin ningún remedio, los tenemos que ver, porque alguna vez así lo establecieron, en millones de “spots” de radio y televisión, y ahora en internet. Sería muy constructivo para la democracia, la posibilidad de poder evitarlos. Sus rostros teatrales y de falsa preocupación por los problemas que nos carcomen, ya comienzan a aparecer en redes sociales y en televisión, y de esta forma, el inicio de un nuevo juego masoquista en el que ellos apuestan a convencernos de que ahora sí representan el cambio, mejorarán todo y seremos mejores.
Mientras tanto, nosotros les votaremos, sin más alternativas. Serán los mismos jugadores que vimos en la boleta hace tres, seis o quizá veinte años, a pesar de que ahora se presenten con nombres de partidos distintos. Una vez más les votaremos, sin saber qué han hecho por nosotros.
Las elecciones del 6 de junio, las más grandes de la historia de nuestro país, se pronostica que sean, nuevamente, sucias, perturbadoras, incendiarias y coléricas. Veremos muchos candidatos y candidatas que juegan para ganar, pero no para gobernar. Ya aparecieron aquellos y aquellas, acusados de cometer delitos, corrupción, adulación, oportunismo. Máscaras sonrientes, listas para volver a defraudar.