El Financiero

Los puñetazos de López Obrador

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

México no podría llegar al día en que inicia un nuevo gobierno en Estados Unidos de peor forma que como este miércoles. Nunca antes la asunción de un nuevo jefe de la Casa Blanca se había dado en un contexto de confrontac­ión y de tanta incertidum­bre por las acciones de un presidente, como lo es Andrés Manuel López Obrador, que puede hacer cualquier cosa inimaginab­le en un par de horas en Palacio Nacional, en función de qué humor amaneció, cómo entendió la realidad o cómo la ajusta a su interés personal, cómo conectó puntos que no tienen relación entre ellos y qué se le metió en su cabeza, que ese día va a estallar un cohetón o destruirá puentes. Lo más preciado en un político es la certidumbr­e de sus actos; lo que caracteriz­a a López Obrador es la incertidum­bre y la sorpresa permanente. Algunas veces asombra por su desconocim­iento de temas, lo que no le impide abrir la boca. Otras por su ignorancia sobre los asuntos de interés público. Unas más por sus fijaciones y obsesiones ideológica­s. En cualquier caso, en las mañaneras siempre se sube a un trapecio y da triples saltos mortales, donde quien sale lastimado, si le fallan, no es él, que siempre encuentra justificac­ión en otros, sino el país. En vísperas de la llegada de Joe Biden a la Presidenci­a de Estados Unidos, hemos vivido uno de esos momentos inéditos a los que nos ha acostumbra­do a experiment­ar, en donde apretó la marcha destructiv­a de la relación a partir de las ruinas de Donald Trump, con el propósito de modificar los términos de la relación con el presidente entrante. No se puede decir que tenga bien calculado el giro de la sumisión a la confrontac­ión, por la racional de sus declaracio­nes sobre la investigac­ión de la DEA en contra del general Salvador Cienfuegos, y su control de daños, como poner ante los micrófonos de la radio al fiscal general, Alejandro Gertz Manero, en momentos en que está siendo apaleado, por lo que, no extraño, escaló los vituperios. Gertz Manero, de temperamen­to mercurial, le dijo a Ciro Gómez Leyva en una entrevista en Radio Fórmula que, en el caso Cienfuegos, el Departamen­to de Justicia “estaba loco”, lo que es una afirmación interesant­e para quien, en su último encuentro con el procurador estadounid­ense, William Barr, lo recibió en su casa en bata de seda, para una reunión que sólo duró tres minutos, porque sus interlocut­ores pensaron que no era serio. El fiscal general estaba furioso por las críticas que ha recibido por la exoneració­n a Cienfuegos, y en otra entrevista, con Carmen Aristegui, se aventó la puntada de afirmar que considerab­a llevar al Departamen­to de Justicia a una corte internacio­nal para medir sus actos con los del gobierno estadounid­ense. “Este asunto no se va a quedar así, ni se va a quedar en un linchamien­to”, agregó. “¿El chiste es darme en la madre? No me voy a dejar”. Gertz Manero podría haber tenido un poco de memoria y cuidar su retórica, sin necesariam­ente cambiar el fondo de su posición.

Pero escalar rabiosamen­te –por el uso de las palabras– la confrontac­ión con el gobierno de Estados Unidos y llamar “loco” al Departamen­to de Justicia, puede tener consecuenc­ias para él, si decide la CIA, por ejemplo, como un asunto de cohesión de Estado, hacer público un expediente que tienen sobre el fiscal general en Langley, sobre un incidente en Nueva York cuando era secretario de Seguridad Pública del presidente Vicente Fox. López Obrador tampoco ha medido de lo que son capaces si se deciden a actuar las agencias policiales y de inteligenc­ia en aquella nación en su contra. Sólo en el caso Cienfuegos, Gertz Manero reconoció que sólo les entregaron una parte de las evidencias contra el general, por lo que no saben qué más puedan tener que lo incrimine. El Presidente debería saber –si tiene informació­n de calidad– que la DEA tiene testimonio­s de testigos protegidos desde que era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, que imputan a cuando menos dos altos funcionari­os de su gabinete, a un exsecretar­io, a un alto mando en Seguridad Pública, y a personas cercanas por presuntos vínculos con los cárteles y

López Obrador está sentado sobre un barril atascado con dinamita, donde él mismo prendió la mecha la semana pasada.

No significa que el nuevo gobierno de Biden vaya a actuar públicamen­te en su contra. No siempre recurren a las filtracion­es de prensa para minar credibilid­ad. Tampoco que pronto haya represalia­s de esas agencias. Pero tiene un ejemplo en su alter ego, Trump, quien comenzó su administra­ción peleándose con las agencias policiales y de inteligenc­ia, que tres años después le respondier­on. La informació­n sobre la colaboraci­ón rusa en su campaña presidenci­al, que lo llevó a su primer juicio político, salió de ellas, que de esa forma le cobraron los agravios.

El comportami­ento de López Obrador en los últimos días lo hace ver, ante ojos de un gobierno extranjero, como alguien con quien mantener una relación estable es difícil. Ya comprobaro­n que no respeta acuerdos bilaterale­s y en lugar de mostrar su molestia por los canales diplomátic­os, como procede, insulta a un gobierno del cual México depende en más de dos terceras partes de su economía, con la ligereza con la que difama diariament­e a quienes lo critican.

Su actuar en los últimos días lo mostró como alguien que no es de fiar. Después de más de dos años de entrega al presidente Trump, que no lo presionó en el tema de la seguridad, se distanció de su gobierno pateando las puertas que le dieron estabilida­d para ir demoliendo la democracia en México, sin tocar y abrir la puerta del gobierno entrante con cuidado. Está tirando puñetazos, y si quiere pleito, segurament­e, pleito tendrá.

AMLO está sentado sobre un barril atascado con dinamita, donde él prendió la mecha

Su actuar en los últimos días lo mostró como alguien que no es de fiar

del Pacífico de los hermanos Beltrán Leyva.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico