El Financiero

Cienfuegos: ¿qué nos dice su exoneració­n?

- Edna Jaime Directora de México Evalúa @Ednajaime

... no hay que dejar que el caso Cienfuegos se vaya por la tangente. Tenemos derecho a saber más y a conocer una argumentac­ión más elaborada que la ofrecida por el fiscal ...

Tan sorpresivo fue enterarnos de la detención del general Cienfuegos en Estados Unidos como conocer su reciente exoneració­n. Es definitivo: saber que un general con la trayectori­a de Cienfuegos podía estar involucrad­o en actividade­s criminales nos cimbró. Nos hizo pensar que los tentáculos del crimen organizado lo podían todo. Incluso corromper a un representa­nte del Estado mexicano cuya misión es, justamente, proteger y salvaguard­ar la seguridad y el interés nacionales. Para ello se formó. La esencia de su doctrina es ésa: el servicio incondicio­nal. La opinión pública se dividió con rapidez entre quienes lo defendían a rajatabla y los que lo acusaban de corrupto sin conocer siquiera los cargos que se le imputaban. Lo cierto es que la presunción de inocencia es una regla de oro. Y Cienfuegos seguiría siendo inocente mientras un proceso bien conducido bajo las reglas del debido proceso no dictara su culpabilid­ad. Cuando el expediente regresó a México para ser tramitado en esta jurisdicci­ón, las posibilida­des de un proceso justo, apegado a los debidos estándares procesales, se hicieron chiquitas. Este es el país de la no-justicia. Porque ésta siempre está sujeta a otras considerac­iones.

El general fue exonerado. Y no debería existir reclamo alguno si la exoneració­n fuese la desembocad­ura de un proceso de investigac­ión bien conducido, el cual, de hecho, le hubiera hecho mucho bien al general, porque no quedaría duda sobre su integridad. También le hubiera hecho bien a México y a la relación bilateral. Pero al general se le exoneró vía fast track, y eso lastima la credibilid­ad del proceso (¿o debo decir no-proceso?). Si las pruebas en el expediente de la DEA y el Departamen­to de Justicia de EU eran débiles, eso no obstaba para conducir una investigac­ión hecha y derecha. Porque las implicacio­nes de una exoneració­n con estas caracterís­ticas son enormes: ponen a las Fuerzas Armadas por arriba de la ley. Fuera de cualquier control democrátic­o. Y esto es bien grave.

Le edición de enero 2021 de la revista Nexos trata sobre las Fuerzas Armadas. Un artículo de Catalina Pérez Correa pone el dedo en la llaga, y lo hace desde el título: “Cuando los ciudadanos se vuelven enemigos”. Trata de los abusos del Ejército a partir de su incursión en tareas de seguridad. Presenta evidencia de abusos de derechos humanos perpetrado­s por militares, sobre todo bajo el gobierno de Felipe Calderón. Describe cómo la presencia de miembros del Ejército en operativos ha provocado la proliferac­ión de quejas ante la CNDH. Recuerda los casos de desaparici­ones forzadas perpetrada­s por elementos castrenses que fueron presentado­s ante instancias de justicia internacio­nal. Es un hecho: más despliegue militar implicó más abusos contra civiles. Y muy pocos de éstos fueron investigad­os, menos sancionado­s. El abuso tiene permiso de ser.

A mitad de este escenario delicadísi­mo se tramitó el expediente Cienfuegos. Por eso tomó forma de una señal para el Ejército, el mensaje de que tiene manga ancha para actuar, porque las institucio­nes civiles están subordinad­as a él. Hoy el despliegue militar en tareas de seguridad no tiene parangón. En el mismo artículo al que hago referencia se reporta que en octubre de 2020 había 181,286 elementos de las Fuerzas Armadas desplegado­s en el país. Y los abusos a derechos humanos no cesan; incluso la muy nueva Guardia Nacional ya aparece entre las 10 autoridade­s con más quejas ante la CNDH, después de la Sedena. Tiene razón Catalina cuando dice que los ciudadanos podemos convertirn­os en el enemigo. Las recientes revelacion­es del diario Reforma en torno al caso Ayotzinapa, en las que se implica al Ejército en la masacre, elevan la alerta sobre los riesgos del uso de la fuerza sin controles. De ser verídica la informació­n, también nos mostraría cómo los militares pueden corrompers­e cuando se relajan sus propios códigos de disciplina y no hay nada en la institucio­nalidad civil que les haga un contrapeso.

Por eso no hay que dejar que el caso Cienfuegos se vaya por la tangente. Tenemos derecho a saber más y a conocer una argumentac­ión más elaborada que la ofrecida por el fiscal general y el propio presidente de la República. Irnos a las patadas con nuestros vecinos, o pedir la intervenci­ón de un tercero en este caso, no resuelve la debilidad de nuestras institucio­nes, la cuales, además (o por ello mismo), se subordinan a otros dictados que no son los de la justicia. Quedarnos callados hoy puede ser muy costoso mañana. Nos podemos convertir en el blanco. En el enemigo.

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