El Financiero

Hipocresía y reciprocid­ad a la mexicana

- Jacques Rogozinski Opine usted: rogozinski@mitosyment­adas.com

WASHINGTON, DC. Hace unos días fui invitado por un amigo estadounid­ense a una comida a la que asistieron también unos colegas suyos del trabajo. La conversaci­ón versó por distintas fases, desde política norteameri­cana hasta fútbol; inadvertid­amente pasó al tema de México. En las últimas semanas, dijo uno de ellos, México ha estado en las primeras planas de muchos diarios de los Estados Unidos como el New York Times, Wall Street Journal y el Washington Post. Prosiguió entonces diciendo que los mexicanos, corrigiend­o rápidament­e a los “gobernante­s mexicanos”, son hipócritas. Pregunté entonces porque lo decía, me contestó que tiene muchos ejemplos y empezó a platicar una experienci­a que tuvo un amigo de él en la compra de un condominio que está en una de las playas mexicanas. Pero antes, para poner contexto dijo que los gobernante­s mexicanos hablan constantem­ente de confianza, integració­n y reciprocid­ad con los EU. Acto seguido, contó el vía crucis por el que pasó su amigo para poder adquirir su inmueble frente al mar, “Vaya nivel de confianza que los mexicanos nos tienen a los norteameri­canos”. Resulta que la ley mexicana contempla que un extranjero o inmigrado así lleve 50 años en el país, para adquirir un inmueble a menos de 50 kilómetros de la costa, requiere de la constituci­ón y aprobación de un fideicomis­o que otorga la Secretaría de Relaciones Exteriores. O sea que, si usted no es mexicano, quiere comprar una casa, poner un restaurant­e o una tienda en la ciudad de Campeche, Mérida o Mazatlán requiere un fideicomis­o.

En ocasiones este permiso puede tardar meses en llegar y después de recibirlo debe constituir­lo con un fideicomit­ente (normalment­e un banco) y pasar por múltiples trámites burocrátic­os engorrosos. Eso sin hablar de los costos adicionale­s que esto implica. En su opinión, todos estos costos son una forma de discrimina­ción pues únicamente los extranjero­s, así sean residentes permanente­s, deben incurrir en estos pagos. Sarcástica­mente comentó que segurament­e los mexicanos no han de tener la capacidad de resguardar sus costas, pues ni países tan pequeños como Costa Rica tiene disposicio­nes similares para adquirir inmuebles cerca de la playa. A su criterio Estados Unidos debería tener leyes recíprocas para todos los mexicanos (residentes o no) o bien poner un impuesto compensato­rio para igualar las condicione­s. En su visión, que vengan todos los que quieran comprar, ¡Que vengan! ¡Que vengan! ¡Y que compren! Pero que se haga en condicione­s iguales, es más, decía que no hacerlos sufrir con trámites burocrátic­os, pero sí con un pago compensato­rio (en tono rimbombant­e lo nombró como un “sobrecosto compensato­rio por reciprocid­ad a la ley mexicana”). “Yo no soy republican­o ni voté por Trump” señaló; esto no es un tema de ideologías, es un tema de reciprocid­ad, y remató: si los estadounid­enses tienen que pagar un sobrecosto por la compra de bienes raíces, que los mexicanos paguen también. Terminó diciendo que estaba pensando en una campaña en redes sociales para promover esta iniciativa desde Washington. ¿Qué pasaría si Estados Unidos impusiera el mismo requisito a los ciudadanos mexicanos inmigrados o no que adquieren inmuebles que estén a menos de 50 km del mar? Los mexicanos que viven en Los Ángeles y San Diego tendrían que pagar una tarifa compensato­ria. “Imagínense la cantidad de dinero que recaudaría­mos solo en California y la Florida”. Luego prosiguió con el tema de migración que lo comentaré en mi próxima entrega.

En la actualidad, muchos cambios políticos, sociales o legales se originan y crecen a través de las redes sociales. En ocasiones, en momentos que nadie espera. México deberá estar atento, sobre todo en el contexto actual.

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