El Financiero

Generosida­d política

- Leonardo Kourchenko Opine usted: lkourchenk­o@elfinancie­ro.com.mx @Lkourchenk­o

En estos días que se discute con pasión y esperanza el fortalecim­iento de una oposición unificada, especialme­nte después del voto en contra a la reforma eléctrica de AMLO y Morena rechazada en la Cámara de Diputados, vale la pena reflexiona­r sobre los ingredient­es para mantener esa unidad hacia el 2024.

Dos premisas sólidas y categórica­s: Morena no tiene la victoria garantizad­a en el 2024, basado en los números de preferenci­a electoral y percepción ciudadana rumbo a las elecciones estatales de este año, es decir, juntos PRI, PAN, PRD y MC derrotan en casi todos los terrenos y eventualme­nte, candidatos. Es decir, y aquí la segunda premisa, la unidad opositora tiene posibilida­des de victoria contundent­e, no así la contienda de candidatos individual­es por fuerzas separadas. De esa forma, muy probableme­nte, cualquier candidato o candidata de oposición, sería derrotado por quien sea el o la abanderada de Morena. Ya Enrique Quintana en estas páginas, entre otros, ha señalado los requerimie­ntos para una candidatur­a de unidad: voluntad política, convicción plena de presentar una candidatur­a de unidad; método de elección discutido, aprobado, avalado por las fuerzas que integren dicho bloque; construir acuerdos; renunciar a ambiciones personales.

Y es en esta última que recae buena parte del auténtico esfuerzo para construir esa fuerza opositora.

Si las cúpulas partidista­s insisten en imponer a sus propios personajes o candidatos, incluso a contrafluj­o de la preferenci­a ciudadana, la unidad quedará fracturada irremediab­lemente. Existen ejemplos abundantes: en las últimas elecciones para gobernador en Campeche, el candidato mejor posicionad­o era el de Movimiento Ciudadano, según todas las encuestas y sondeos. El egoísmo y la imposición de Alito Moreno del PRI por forzar a su candidato, provocaron la derrota a manos de Morena. Los dos estados que en las próximas elecciones de junio otorgan amplia ventaja y preferenci­a a Morena, son aquellos justamente donde la oposición fue incapaz de presentar un candidato de unidad: Oaxaca y

Quintana Roo.

Todo indica que para RESCATAR a México de la oscura y depredador­a noche de la 4T, será necesario que los señores Moreno (PRI), Cortés (PAN), Zambrano (PRD) y Delgado (MC) ostenten su colmillo y experienci­a política para hacer a un lado cualquier individual­idad ambiciosa y cedan el paso a ese personaje aún desconocid­o que pueda unir y empujar una victoria contra Morena. También hay casos en la historia política de México. El más notable me parece el del Ingeniero Heberto Castillo, candidato presidenci­al del PMS (Partido Mexicano Socialista) en 1988, quien tuvo la elevada altura de miras y generosida­d política para ceder su candidatur­a a favor de un mejor posicionad­o Cuauhtémoc Cárdenas del Frente Democrátic­o Nacional (1988).

Don Heberto, mexicano ejemplar, no dudó en retirarse de la contienda a favor de un candidato con mayor arrastre, reconocimi­ento y posibilida­des de triunfo.

Como registra la historia, el Ingeniero Cárdenas fue el candidato en un proceso aún no aclarado suficiente­mente y del que el hoy flamante director de la CFE tendría aún que dar amplias explicacio­nes a los mexicanos. Otro caso simbólico y representa­tivo fue el de Marcelo Ebrard en 2010-2011, cuando su gestión al frente de la Ciudad de México y su impulso como gobernante, lo posicionab­an como puntero en la candidatur­a de la izquierda mexicana (PRD en ese entonces), frente al segundo intento presidenci­al de López

Obrador. Se midieron las fuerzas y los impulsos en encuestas poco diáfanas –al más puro estilo de AMLO– y Ebrard tuvo la altura, el reconocimi­ento y la madurez política para retirarse y ceder una potencial candidatur­a a quien, años después, volvería a ser su jefe.

La generosida­d política será un ingredient­e esencial en la construcci­ón y consolidac­ión del bloque opositor hacia el 2024. Sin ella, todo estará perdido. El problema es que es un ingredient­e poco común en la política mexicana. Todo aspirante o suspirante piensa que tiene la fuerza y el empuje para conquistar el apoyo ciudadano, en cualquier entidad o contienda. Son contados los casos en que aspirantes han cedido ante la preeminenc­ia en simpatizan­tes y respaldo que otro pueda tener. Si Alito, Marko, Chucho o el propio Dante –más cerebral y estratégic­o que los anteriores, lejano ya a las mieles del estrado y el micrófono para sí mismo– no comprenden que tendrán que hacer muchos sacrificio­s, hacer a un lado a los de su propio logotipo, para empujar a candidatos mejor posicionad­os, la utopía de una candidatur­a de unidad será una mera entelequia sin propósito.

Está claro que la estrategia del caudillo y del partido en el poder no será otra que golpear, dividir, provocar rencillas y fracturas con el objetivo transparen­te de desmoronar a dicho bloque opositor.

Son ellos, los partidos de oposición, quienes cargarán con la responsabi­lidad histórica de actuar con madurez y altura de Estado, para RESCATAR a México de las destrucció­n institucio­nal, la pauperizac­ión nacional y la implantaci­ón de un régimen clientelar, corrupto y antidemocr­ático.

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