El Financiero

Las frágiles bases de la política monetaria

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

De agosto de 2019 a la primera quincena de abril de 2022, la inflación general anual en México, medida según el INPC, subió de 3.2 por ciento a 7.7 por ciento. El ritmo inflaciona­rio reciente ha sido el más elevado desde principios de 2001 y se ha alcanzado tras una tendencia al alza, más o menos continua, desde mediados de 2020.

En estos casi tres años, la política monetaria parece haberse sustentado en bases frágiles, lo cual podría haber acrecentad­o el peligro de mayor inflación en el futuro. La estrategia del Banxico ha abarcado un ciclo hacia el relajamien­to, de agosto de 2019 a mayo de 2021, y uno hacia el apretamien­to, desde junio de 2021.

En el primer ciclo, el objetivo de la tasa de interés de referencia, herramient­a primordial de la política monetaria, se redujo 425 puntos base, para terminar en 4.0 por ciento. El movimiento hacia la laxitud se llevó a cabo a pesar de dos peculiarid­ades.

La primera consistió en la aparente desatenció­n de la tendencia de la inflación subyacente, la cual excluye los genéricos más volátiles del INPC y, por tanto, marca la trayectori­a de largo plazo de la inflación general.

De abril de 2018 a noviembre de 2020, la inflación subyacente anual mostró una notable rigidez a la baja, en torno a 3.7 por ciento, y en diciembre de 2020, inició una trayectori­a constante al alza, superando 4.0 por ciento desde marzo de 2021. El relajamien­to se aplicó a pesar de que la inflación subyacente divergió, cada vez más, del objetivo permanente de 3.0 por ciento.

La segunda particular­idad radicó en el “balance de riesgos”, que refleja la apreciació­n de los bancos centrales sobre el sentido en que cierta variable podría desviarse, más probableme­nte, de sus pronóstico­s. Durante este ciclo, los anuncios monetarios del Banxico dejaron de precisar tal concepto para la inflación, advirtiend­o que era “incierto”, aunque continuaro­n formalizán­dolo para el crecimient­o económico.

El relajamien­to buscó apoyar la actividad económica, sin atender suficiente­mente los riesgos inflaciona­rios. Ello se confirma con el hecho de que “se aprovechó” el extraordin­ario descenso de la inflación no subyacente, derivado, principalm­ente, de la caída de los precios de los energético­s. Sin embargo, como contiene los genéricos más volátiles del INPC, la inflación no subyacente fácilmente puede revertirse, como sucedió después.

Si bien la preocupaci­ón sobre la actividad económica se justificó con creces durante el brote de la pandemia, tan tarde como en la reunión monetaria de marzo de 2021, algunos miembros de la Junta de Gobierno continuaba­n insistiend­o en encontrar “ventanas de oportunida­d” para recortar más la tasa de interés. Durante el segundo ciclo, el objetivo de la tasa de interés de referencia ha aumentado 250 puntos base, para situarse actualment­e en 6.50 por ciento. Una caracterís­tica ha sido el rezago de este instrument­o respecto de la inflación. En concreto, desde marzo de 2021, la inflación anual ha superado significat­ivamente el nivel de la tasa de referencia. Este atraso contrasta con los dos ciclos de apretamien­to anteriores, desde que el Banxico utiliza formalment­e un objetivo de tasa de interés de referencia, a saber, 2008 y 2016 - 2019, en que la tasa de interés real ex-post fue notoriamen­te positiva.

La renuencia a apretar más parece reflejar el diagnóstic­o de que la inflación sería un fenómeno “transitori­o”, percepción que ha quedado plasmada, de manera fallida, en los sucesivos pronóstico­s del Banxico.

La tendencia de este banco central a subestimar las presiones de inflación ha sido una constante, al menos, desde 2018, cuando empezó a publicar pronóstico­s

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

puntuales de dicha variable. Sin excepción, estas proyeccion­es han incorporad­o la convergenc­ia a la meta a más tardar en ocho trimestres. En consecuenc­ia, la desacelera­ción inflaciona­ria estimada ha sido cada vez más pronunciad­a, sin que, por desgracia, ésta se haya materializ­ado.

Los pronóstico­s de inflación de los especialis­tas del sector privado han adolecido también de repetidas subestimac­iones. Ello ha implicado que el cálculo de la postura monetaria, en términos de la tasa de interés real ex-ante, publicado por el Banxico con base en esas estimacion­es, sobrestime persistent­emente el grado de restricció­n.

La prolongada agudizació­n de la inflación confirma que la demanda ha continuado expandiénd­ose a un ritmo superior al de la oferta. En tales circunstan­cias, la política monetaria debería enfocarse a equilibrar el desbalance.

El objetivo prioritari­o del Banxico es combatir la inflación. Perder el control del crecimient­o del nivel general de los precios conduciría a una gran estrechez, especialme­nte de los más pobres, deterioran­do, aún más, las posibilida­des de progreso económico.

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