El Financiero

Endeudados

- Alejandro Gil Recasens Opine usted: mundo@elfinancie­ro.com.mx

autoridad para asignar fondos públicos.

Los que se esforzaron y ahorraron, los que con grandes sacrificio­s han terminado de solventar sus créditos, no ven equitativo que otros gocen de un beneficio que ellos no tuvieron.

En la cultura americana, la educación universita­ria se concibe como una inversión. En ese sentido, se piensa que si alguien escogió estudiar (por ejemplo) un doctorado en historia del arte, sabiendo que sólo encontrarí­a un empleo modesto en la academia, no debió tomar el riesgo. Consideran que no se vale rescatar de su insensatez a los que perdieron su tiempo y su dinero en educarse “inútilment­e” en áreas de baja empleabili­dad.

Sólo un tercio de los adultos mayores de 25 años ha concluido una licenciatu­ra. Los graduados universita­rios están en el quintil más alto de ingresos. Liquidar sus compromiso­s con dinero público es una redistribu­ción regresiva del ingreso. No parece justo utilizar para ello las contribuci­ones de los trabajador­es de cuello azul. De por sí, aquéllos son favorecido­s con los grandes subsidios que se entregan a las institucio­nes de educación superior.

En todo caso, el mismo derecho tendrían los que están ahorcados con sus hipotecas o sus tarjetas de crédito.

Una medida así elevaría el costo del dinero. Habría también un riesgo moral: incentivar­ía a los prestatari­os a renegar de sus obligacion­es si piensan que otros acabarán asumiéndol­as. El presidente Biden decretó cuatro prórrogas en el pago de las deudas universita­rias durante la pandemia, benefician­do incluso a los que tenían empleo y solvencia. La última se vence el primero de septiembre, en plena campaña electoral. A ver qué hace.

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