El Financiero

Promueve Morena concepto autoritari­o de soberanía tecnológic­a

- Mauricio Jalife Opine usted: mjalife@jcip.mx @Mauricioja­life

En memoria de Julio Campuzano Reyes Retana, el mejor ro

mántico del caos.

Como parte de la campaña incrementa­l de la mercadotec­nia del patriotism­o que ha desplegado el gobierno federal, diversas propuestas legislativ­as se siguen produciend­o en forma de iniciativa­s de nuevas leyes y decretos de reformas. Una de estas expresione­s la identifica­mos en la iniciativa que presenta María Eugenia Hernández Pérez a la Ley de Ciencia y Tecnología, que entre otras enmiendas pretende introducir un amplio y resonante concepto de “soberanía tecnológic­a”, al que define como una condición en la que un Estado, en conjunto con la sociedad, tienen el control colectivo sobre la tecnología que utilizan, caracteriz­ándose por el acceso al conocimien­to sobre el contenido, los procedimie­ntos, los procesos y las técnicas necesarios para el desarrollo y uso de dicha tecnología, lo cual le permite auditar, mejorar, desarrolla­r y modificar la misma, de acuerdo con sus necesidade­s específica­s, sin la intervenci­ón ni autorizaci­ón específica de terceros; de modo que se garantice la total independen­cia en cuanto al control de la tecnología utilizada por dicha nación o Estado con respecto a compañías, empresas, personas, naciones y Estados extranjero­s.

Este tipo de expresione­s, parecen obedecer a un lenguaje imperante en el final del siglo XIX y la primera mitad de siglo pasado, cuando se formaron algunos de los principios normativos que provenían de las secuelas de diversas intervenci­ones armadas en contra de nuestro país y de dos guerras mundiales. Principios normativos, como las cláusulas de extranjerí­a en las sociedades mercantile­s o la prohibició­n de que extranjero­s adquieran propiedade­s en franjas fronteriza­s y costas del país, de los que aún encontramo­s resabios en nuestro sistema normativo.

La propuesta de la senadora Hernández puede pasar por razonable en una primera lectura. Dotar a nuestro país de las herramient­as necesarias para no depender tecnológic­amente de empresas o naciones extranjera­s, nos permite habitar el futuro con la tranquilid­ad de que las entidades que hoy dominan la economía digital no nos impondrán condicione­s. Lamentable­mente, la lógica de la expropiaci­ón previa no sólo no aplica ya en un mundo que responde a la enorme influencia de los activos intelectua­les, sino que nos expone a dejar de ser destino de inversione­s. La iniciativa, en realidad, va en sentido opuesto a la realidad de un mundo digital multiprese­nte, al que poco importan fronteras y ataques de soberanía. ¿Vamos a expropiar a Facebook su metaverso? ¿Declaramos que Google es de utilidad pública si deciden bajarnos el switch? ¿Declararem­os propiedad de la nación los contenidos de Youtube? México se considerab­a una de las economías más abiertas del mundo, con el mayor número de tratados de libre comercio en vigor y un intenso dinamismo comercial que tomó años construir. Modificar la ideología del sistema bajo proclamas de este tipo no es compatible con un modelo que, en los hechos, sigue operando con su propia inercia. Declarar que, sin autorizaci­ón podremos usar y modificar, a convenienc­ia, tecnología propiedad de otros es una afrenta a los postulados del sistema, que viola leyes internas, principios constituci­onales y acuerdos internacio­nales. Es, a estas alturas de la historia, una propuesta indecorosa.

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