Entre dichos y deriva
Vivimos en la realidad de las percepciones. Los discursos quieren imponerse a los hechos, y no es nuevo este imperativo. En todo gobierno los mensajes y la preparación de éstos son un arte que sólo pocos han podido dominar.
Andrés Manuel López Obrador tiene una capacidad innata para reproducir ideas e imágenes que encandilan a sus seguidores y, al mismo tiempo, hacen hervir la sangre de sus detractores.
Eso es muy funcional entre líderes carismáticos, ya que por un lado generan pasiones ciegas, y por el otro, insultos entre dientes. Les permite controlar los temas en la agenda pública. No obstante, caminan siempre entre límites, y que, sin el cuidado necesario, pueden caer al abismo de sus propios egos, celos o ímpetus.
Para ellos, los insultos, las confrontaciones, los rivales reales o inventados, son fundamentales para cosechar sus brechas mediáticas. Las palabras y conceptos que muchas veces cubren de pólvora para provocar, al mismo tiempo les dan respiro: “neoliberales”, “corruptos”, “vulgares”, “mafia del poder”, “transformación”, “yo tengo otros datos”, etc., son parte de un amplísimo repertorio de López Obrador, que usa con gran estrategia.
Sin lugar a dudas, sus “mañaneras” han sido un éxito de comunicación, que le ha permitido establecer vínculos directos y constantes con el “pueblo sabio”, pero también con sus opositores, quienes se suman a lo dictado casi de madrugada para abultar la agenda en medios y pláticas de café.
“No importa que se hable mal de un político, lo importante es que se hable de él”, es una de las máximas del breviario popular mexicano. López Obrador sabe de su popularidad y la maneja a la perfección. Mientras no baje del rango promedio del
Periodista mexicano especializado en asuntos internacionales 60 por ciento de las preferencias, él se da por bien servido, si algún día sucede lo contrario, mientras dure su gobierno, créame que vendrán cambios en su estrategia. Para él es muy importante terminar como el presidente con mayor aprobación de la historia.
La historia es otra de sus grandes pasiones y en ella, él quiere estar y para ello comunica, para que quede testimonio escrito para las futuras generaciones, por eso su obsesión de saber qué es lo que dice la prensa. ¿Cómo quiere pasar a la historia? Como el transformador de México después de un siglo XX que vino de más a menos o viceversa, dependiendo de cómo le fue a cada quien en la feria. Y de un siglo XXI que nos ha extraviado entre un sin fin de crisis, que van desde la ideológica hasta la sanitaria, desde las económicas, hasta las generacionales o sociales.
No obstante, el ejercicio de gerenciar un gobierno requiere de mucho más que sólo dar órdenes o señales desde el púlpito. Y en las realidades es donde estamos atrapados los ciudadanos, a pesar de los discursos.
Más allá de las diversas narrativas que se dan a diario entre gobierno y oposición, está la realidad que cobra cada vez más relevancia: ¿La inseguridad aumenta como siempre o disminuye como nunca? ¿La 4T es un cambio político ideológico o es más de lo mismo? ¿La economía se estructura en un nuevo modelo o camina en su peor momento? ¿Las ayudas sociales son el parangón de los más pobres, o es un nuevo proceso para conquistar el voto? ¿El Tren Maya detonará el desarrollo del sureste mexicano o es un proyecto devastador de la naturaleza y para fifís? ¿El AIFA es mejor que el AICM o será un elefante blanco? Preguntas que entre el discurso y la realidad viven contrastadas porque los resultados a profundidad aún no son palpables dentro de la tan presumida 4T. Si bien es cierto que algunos de sus programas son directos, eso no significa que generen progreso o desarrollo, dos premisas centrales de cualquier democracia.
Del otro lado de la moneda está la ahogada oposición que aún está en busca de estrategias comunicativas que le resten peso a las mañaneras y a los otros mensajes presidenciales. Han intentado de todo, pero ni su estridentismo logra llamar la atención, mucho menos marcar agenda en el espectro nacional. El próximo junio muy probablemente quedará constatado en 4 de los 6 estados en disputa. Los medios de comunicación críticos u objetivos, sí han podido conquistar pódiums que desesperan al presidente López Obrador. Han sabido dilucidar elementos que contradicen los mandamientos del líder desde que fue oposición. Una y otra vez cuestionan actos, dichos o posturas que hace, y que otrora, tanto criticó. Mientras tanto, el discurso apremia y el 2024 lo sabe.